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"Hay siempre un orden de cosas que uno no decide y son siempre las más fastidiosas aunque no las más importantes" (Rayuela, Capítulo, 41)

Horacio Alba
El pasado día 12 se cumplieron veinticinco años de la muerte de Julio Cortázar (1914-1984) uno de los grandes escritores del denominado "boom" de la literatura hispanoamericana, una literatura que consiguió que por primera vez la lengua castellana entrase en el siglo XX y no hiciese oídos sordos a las innovaciones temáticas y estilísticas de la narración que desde hacía años venían experimentando autores tanto de los USA como de la vieja, más vieja que nunca, Europa.

Quizá Julio Cortázar no ha sido el superventas de su generación como Gabo (García Márquez), Vargas Llosa o Carlos Fuentes, pero su obra siempre ha gozado de la admiración y la pasión de todo aquel que se ha identificado, no ya con sus personajes -¿cuántas lectoras jóvenes, y no tan jóvenes, a lo largo y ancho del mundo han deseado ser la Maga?, ¿cuántos jóvenes, y no tan jóvenes, han deseado ser Horacio Oliveira, el perseguidor por antonomasia de no se sabe muy bien qué?-, sino también con sus símbolos arquetípicos como son los Cronopios, esos seres nacidos para ser libres, imagen viva del poeta y del inconformista en una sociedadfabricadora de conformistas, esperanzas o famas. Aquí es donde llegó Cortázar, y aquí fue donde se quedó para siempre tras encontrar su propio "camino de Damasco" que fue su París, esa gran metáfora de la búsqueda de lo absoluto.

Lenguaje propio
Pero antes de llegar a París, hay otro Cortázar, no esa ridícula figura nacida de la especulación más absurda y pseudofreudiana que muestra Montes-Bradley en su obraCortázar sin barba, sino un Cortázar preocupado, sobre todo, por la búsqueda de un lenguaje propio, de un camino original en la creación literaria. Según comentó el propio Cortázar en multitud de ocasiones, su obra se divide claramente en dos etapas en cuyo fiel de la balanza se encuentra uno de los cuentos más sugestivos, estimulantes e inquietantes de todo el siglo XX:El perseguidor, ya que fue en esta obra cuando empezó a mirar al hombre, a su problemática vital y ontológica. Antes deEl perseguidor, incluido en el volumenLas armas secretas(1959), Cortázar publica libros de relatosBestiario(1951) yFinal del juego(1956) obras que albergan hitos del relato como Casa tomada, No se culpe a nadie, Circe, Ómnibus, Axolotl, Continuidad en los parques, La puerta condenada o Cartas a una señorita en París.

Se trata de relatos amables, que narran una peripecia o situación aparentemente anodina que esconde una bomba de relojería lógica. Además están tratados con un realismo puntilloso y una precisión que demuestra el trabajo de fondo que se esconde tras cada una de las breves piezas. En ese sentido Cortázar era fiel a su máxima: "Para escribir bien hay que leer mucho, escribir mucho y romper mucho". Pues bien, trasEl perseguidorCortázar se despeina y rompe los juguetes, se sienta a repensar al ser humano, pero lo hace con el gesto del cínico, la secta socrática capitaneada por Diógenes de Sínope, eseSócrates furioso, de los surrealistas, para Cortázar los artistas más cercanos al hombre y a sus sueños, y del patafísico, ese modelo de extravagancia existencial y descaro humorístico absurdo y vital. Y de esta epifanía nacenLos premios (1960), una obra coral que retrata a la sociedad argentina de la época cuyos personajes coinciden en un crucero que han ganado en una rifa;Rayuela(1963) novela épica muy moderna y muy siglo XX, que sigue sin desmerecer la estela delUlises, de Joyce o delAdán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, obra muy admirada por Cortázar. Las tres comparten la mezcla de humor y seriedad, la alta y la baja cultura, la novela y los problemas de la novela, la crítica ácida y la ternuraRayuelaes en ese sentido una especie de alfa y omega de lo que sentía, creía y anhelaba en esos momentos. También nacen en esta época62, modelo para armar(1968) una novela que intenta materializar las propuestas estéticas del capítulo 62 deRayuela, o la fallida -según el mismo Cortázar-El libro de Manuel(1973) su obra de ficción más política y cuyos beneficios fueron a parar a los presos políticos argentinos. Hay que recordar también que tras la muerte de Cortázar vieron la luz dos obras que no quiso publicar en vida,El examenyDivertimento, ambas de la década de los cincuenta.

Cortázar sigue alternado con sus novelas la producción de cuentos, cuentos que ya poco tienen que ver temática y formalmente -que no estilísticamente ya que siguen siendo impecables- con los primeros, pero que le permiten seguir ensayando las vías de acceso a sus problemáticas vitales, incluso en clave ya abiertamente humorística que son los relatos, quizá la obra más leída de Cortázar por delante, incluso, deRayuela,Historias de cronopios y de famasque muestra bien a las claras tanto la superficialidad del mundo como su absurdo.

En este homenaje a Julio Cortázar quedan cosas en el tintero como su poesía, de la que me gustaría recomendar el poemaLos amantes, sus libros-almanaqueÚltimo round,La vuelta al día en ochenta mundosoLos autonautas de la cosmopista, su lucha a favor de los Derechos Humanos, tanto a título personal como formando parte del Tribunal Russell o su voz, excelente rapsoda de su obra.

Tributos editoriales
Y como cada conmemoración lleva sus tributos editoriales, me gustaría destacar dos. El primero es el editado por el centro de arte moderno que hace unas semanas publicóDe cronopios y de famas, tres cuentos inéditos de Cortázar en una edición para coleccionistas de cien ejemplares numerados con ilustraciones y tipografía especial (www.libreriadelcentro.net/). El segundo es la publicación de un buen número de textos inéditos encontrados hace unos dos años en una cómoda. Se trata de textos de todo tipo que van desde cartas a reseñas, pasando pos cuentos inéditos, un capítulo eliminado deEl libro de Manuely, lo más interesante, cuatro autoentrevistas del autor.

Si quieren homenajear realmente a Cortázar, háganlo leyendo sus obras y no, como él mismo decía, inmortalizándolo en bronce ni mármol.