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Lothar Pabst
En las profundidades de la tierra existe un mundo en el que solo viven hadas. Las hadas son seres parecidos a los humanos pero con poderes sobrenaturales. Todas las hadas tienen una característica en común: son dispuestas y complacientes. Solamente se sienten completas si realizan actos bondadosos. Por eso les gusta subir a la superficie de la tierra para relacionarse con los humanos y ayudarles. Si no lo hiciesen, sus fuerzas positivas se irían perdiendo. La gratitud que reciben de los humanos las anima en sus actividades. Cada hada tiene cualidades especiales que las distingue de las otras. Así, por ejemplo, una es especialmente hábil en atenuar el dolor de los humanos, otra en levantar el ánimo de una persona indecisa, y otra en transmitir bienestar y calor humano, sensaciones tan anheladas por muchas personas.
El acceso del mundo de las hadas al mundo de los humanos trascurre normalmente por pasadizos secretos entre rocas. En algunas ocasiones el acceso se esconde debajo de un lago o aguas estancadas. Ya en tiempos remotos los humanos habían supuesto que en las cuevas habitaban seres divino. Algunos intrépidos se habían aventurado al interior de la tierra y encontrado inmensas salas cavernosas. En las paredes de estas cavernas pintaron a la luz de antorchas fascinantes dibujos para alabar y conciliar las fuerzas divinas.
Una de las hadas eligió Menorca para sus actividades. Su salida a la superficie se encontraba cerca del mar en la costa Este de la isla en una charca cerca de Els Barracons. Sus compañeras la llamaban el hada de la llama, pues en su cuerpo ardía una llama cuya irradiación a veces era de gran alcance. La llama nunca era del mismo tamaño; a veces disminuía, a veces crecía. Cuando el hada entristecía o se "cabreaba", la llama se reducía. Pero cuando el hada era especialmente feliz, la llama podía sobresalir de su cabeza. Solo pocos humanos podían ver la llama en el cuerpo del hada. Contemplar dicha llama era de gran agrado. En su base la llama resplandecía de color violeta oscuro. Sobre el violeta adquiría un tono azulado. En el interior de la llama dominada un caluroso marrón con una aurora de tono amarillo como el sol que hacia arriba terminaba en punta. La salida de la charca de Els Barracons no le suponía ningún inconveniente, pues su piel era tan sedosa y suave que las gotas resbalaban sobre ésta, al igual que de su frondoso cabello.
Inconscientes de que se trataba de un hada la que estaba entre ellos, a los isleños les complacía su presencia y, siempre que se prestaba, buscaban su compañia. Si bien la mayoría no podía ver la llama, sentía el calor que esta desprendía. Dicho calor hacía olvidar las penas y transmitía una agradable sensación. Tanto los jóvenes como los mayores, independientemente de su procedencia, podían calentarse y disfrutar de la llama. Había otros, sin embargo, ladrones, holgazanes y bebedores, que inevitablemente se aprovechaban de la bondad del hada. Entonces el hada a menudo se enfrentaba a difíciles situaciones. Al ayudar a estos individuos a veces perdía demasiada fuerza y calor, por lo que la llama se reducía considerablemente.
Una vez la llama incluso estuvo apunto de extinguirse. Menos mal que en Menorca a menudo hay fuertes vientos, especialmente la tramontana. Este viento trae mucho oxígeno capaz de avivar cualquier fuego. Así ocurrió que una tramontana que se estaba levantando, volviese a reavivar la llama del hada con tanta fuerza que ésta incluso sobresalía de su cabeza.
Finalmente, durante otra permanencia en el mundo de los humanos, la llama volvió a derrumbarse. Solamente ardía una pequeñísima llama no superior a la de una vela. Y esta vez, desgraciadamente, no sopló ni la menor brisa que pudiese haber avivado la llama.
Desesperada nuestra hada se retiró a través de la charca de Els Barracons que escondía la entrada al mundo de las hadas. En su mundo subterráneo el hada tampoco encontró remedio, pues allí no existe viento, imprescindible para reavivar la pequeña llama restante. ¿Logrará nuestra hada volver a tiempo y en el momento preciso para que la tramontana reavive su llama?
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Traducción Joaquín Pabst Ottowa Rene

Símbolo de la espiritualidad
El autor alemán Stefan George ( 1868 - 1933 ) ha representado, en uno de sus poemas, la "llama" como símbolo de la espiritualidad. El inicio de este poema alemán y traducido en castellano reza:

El que una vez haya contorneado la llama
¡Que siga siendo su satélite!
Igual como camine y ruede:
Si su resplandor aún le alcanza
nunca vagará demasiado lejos de la meta.

Wer je die Flamme umschritt
Bleibe der Flamme Trabant!
Wie er auch wandert und kreist:
Wo noch ihr Schein ihn erreicht
Irrt er zu weit nie vom Ziel.