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DIEGO PRADO
Hacia el 2004 el escritor gallego afincado en Palma Agustín Fernández Mallo era un autor desconocido con un único libro de poesía publicado que, pese a su inolvidable título (Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus), pasó completamente inadvertido. Agustín colaboraba en la misma revista de creación literaria que un servidor, la palmesanaLa bolsa de pipasy por tanto había leído, entre sorprendido y desconcertado, algunos poemas suyos. Era un tipo de poesía conceptual, aparentemente anárquica, que él denominaba ya entonces "Postpoética".
Aquel año se convocó por primera vez en Mallorca el premio de literatura Café Món para obras sin género concreto, pudiendo presentarse a él novelas, poemarios, ensayos, cuentos, etc. Agustín presentó un librito inclasificable llamadoCreta Lateral Travelling que, contra todo pronóstico, se alzó con el galardón, lo cual decía mucho a favor de la valiente editorial La Guantera (hoy Sloper) que lo convocaba. El libro, que leí poco después, era un curioso entramado de fragmentos que iban de la narrativa a la lírica, pasando por el esbozo ensayístico y el discurso científico (Mallo es físico de profesión y formación). El resultado era una miscelánea menguante y posmoderna de rara belleza que, pese a demandar cierto esfuerzo intelectual y pocos escrúpulos estéticos, atrapaba desde el principio y se leía con agradecida facilidad. Pero ¿qué era aquello? ¿novela, ensayo, poesía? Ahí radicaba el meollo de la cuestión: que lo era todo sin ser nada concreto. Libertad creativa absoluta.
Del libro se editaron 500 modestos ejemplares que circularon entre amigos y que llegaron a algún que otro crítico poco maniático con las novedosas propuestas de la obra. Y ahí quedó el tema. En ese periodo, Mallo publicó otro poemario que redundaba en su particular concepción de la poesía,Joan Fontaine odisea [Mi deconstrución]. Y casi seguidamente (2006) apareció en la pequeña y primorosa editorial Candaya una llamada "novela" con el sugerente título deNocilla dream. Y aquí empezó todo el follón. El libro en cuestión fue saludado como la piedra angular de la nueva literatura española del siglo XXI, bandera del postmodernismo, de la cultura pop y de la hibridación de géneros.Nocilla dreamfue elegido Mejor Libro del Año por la revistaQuimeray Mallo empezó a acaparar páginas de suplementos literarios y de revistas de cultura como si fuera un nuevo gurú. Se empezó a hablar de una supuesta "generación nocilla" y con ello salieron a la palestra una serie de escritores más o menos jóvenes que se subieron al carro de la cosa ésta amparados por las grandes editoriales que supieron aprovechar el tirón (y dar aún más bombo a lo de la "generación nocilla"), sin atender a la realidad de que no siempre es oro todo lo que reluce. Mallo, a su pesar, quedó instaurado como el cabecilla de la generación, como la voz principal. Fichó su nuevo libro,Nocilla experience, en la potente Alfaguara y se convirtió en lo que es ya hoy, un autor con fans incondicionales.
Conozco personalmente a Agustín desde hace algún tiempo. Nos presentaron en una cena que organizó en Palma nuestro común amigo y editor Román Piña, creador de La Bolsa y de la editorial Sloper. Yo acababa de ganar aquel mismo premio con el que Agustín inició su andadura años atrás (él había estado en el jurado en esa convocatoria). Apareció junto a su novia fotógrafa, despistado y con barba de varios días, espigado como un sauce, vestido como un joven que va a salir de copas, pero con los ojos delatadores del que ha leído mucho a Wittgenstein. A las pocas palabras, con su extraño acento galaico-mallorquín (una prueba más de su hibridismo) supe que Mallo no sólo era un tipo inteligentísimo sino también muy divertido.
En aquella cena (Román eligió un restaurante francés) se agregó también un peculiar personaje, el escritor y cinéfilo Félix Maestro, el cual recordó sus orígenes leoneses. De ahí derivamos a las supersticiones de los pequeños pueblos perdidos de la zona. Félix, muy en serio, aseguró que no eran lugares para andar por las calles en las frías noches invernales. De pronto salta Agustín y dice:
- Macho, tú es que eres uncagao.
Y empieza a explicarnos una desternillante historia, digna de sus libros, que le sucedió al poco de llegar a Mallorca, cerca de Deyá. En realidad lo que Agustín pretendía, como moderno y urbanita, era desmontar el tópico de lo sobrenatural en el ambiente rural. La cuestión es que en aquellos días había adquirido una casa en la zona y solía visitar a una amiga que vivía montaña arriba. En una ocasión se le hizo de noche y al ir hacia el coche, en plena montaña, vio en la oscuridad un haz de luz ascendiendo en dirección hacia él. Como buen físico (y supongo que acostumbrado a las leyendas de su tierra natal) no se amedrentó, intentando buscar una explicación a esa luz que escalaba la montaña en plena noche y en la oscuridad más absoluta.
- En eso que veo la silueta de una persona viniendo hacia mí y deslumbrándome con una linterna -nos explicaba-. Hasta que la tuve enfrente. El tipo se llevó el haz de su propia linterna a la cara y ¿quién diríais qué era?
No teníamos ni idea, claro. La mayoría de los presentes en su lugar habríamos salido pitando.
- ¡Robert Graves! -exclamó Agustín, irónico-. Sólo había un problema, que Graves estaba muerto.
Al parecer Agustín, con su lógica de científico, llegó a la conclusión de que aquel personaje era uno de los hijos del insigne autor deYo, Claudio, el cual se interesó por la casa que Agustín ocupaba puesto que, tras muchos rodeos, le confesó que anteriormente un marido despechado había matado en ella a su mujer y había arrojado el cuerpo al pozo que se erguía en el jardín. La risa no nos dejaba tragar la comida, que amenazaba con salirnos por las orejas. Ignorábamos si Agustín se lo estaba inventando todo en ese preciso instante, pero le dijimos que esa historia tenía que escribirla.
- Cualquiera bebe agua del pozo ahora.
Aquella noche Agustín dejó claro que, por encima de todo, es un gran contador de historias. Sus libros están llenas de ellas, grandes y pequeñas. Por ello me alegro de su éxito actual, tan merecido. Me confesó que aún le sorprendía, que nunca había esperado triunfar y que por eso se lo tomaba con calma. Por descontado, Mallo no se siente responsable de todo el circo nocillero que han montado las editoriales en derredor, a la búsqueda todas del últimomodelno. Este hecho ha propiciado la aparición de algunos autores mediocres (de "cortar y pegar", sin fondo) que se han aprovechado de su estela para colarse en la nómina de esta nueva generación literaria a la que, dicho sea de paso, yo veo tan pocos puntos en común. Pero a Agustín todo eso le da igual, porque él sigue fiel a sí mismo y a sus comienzos, cuando publicó la semilla de toda su obra posterior, aquellaCreta Lateral Travellingque ahora la nueva Editorial Sloper de Palma ha reeditado -ampliada- en una bella edición.
No sabemos si la nocilla se acabará algún día o si finalmente le pondrán a los tarros la efigie de Agustín, pero seguro que el espíritu perdido de Robert Graves sonríe desde algún lugar no muy lejano, allá, en Deyá, untando unasquelitas.