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RAQUEL MARQUÉS DÍEZ
El otro día oí por ahí que la crisis era buena para la Cultura. El razonamiento era el siguiente: a más asfixia por un cinturón apretado, menosdineritopara gastar fuera del núcleo doméstico. O sea, que a efectos de ciudadano de a pie hoy lo que funciona es la economía de hibernación. Meterse en la cueva cual oso, por lo que dicen nuestros convecinos, hace que las cartillas se inflen sin latas deCola-Caode por medio. No da tantos frutos como el cacareado y malogradofresh bankingholandés, pero es un recurso casero al que últimamente se aferra el pueblo. Hasta aquí, todo ello sonaría a película deSonrisas y lágrimassi no fuera porque la crisis (esa que al igual que el cambio climático de Aznar tampoco existe) se ha aliado con el frío de los últimos días en detrimento de un mayor consumo televisivo. Un dispendio de retina, dicho sea de paso, que arroja cifras escalofriantes. Los expertos señalan que octubre fue el mes de mayor despilfarro "intelectual" televisivo en nuestro país. 233 minutos por persona y día. O lo que es lo mismo, casi cuatro horas frente a la caja tonta. Los analistas lo llaman mes hogareño. Yo lo llamo ruina cultural, porque mientras nos emboben conrealities, el baile de famosos financiado por todos en La Primera o con los espacios de desgracias ajenas que proliferan cual champiñones ¿alguien se acuerda de abrir un libro? Sugerencia de autor: puestos a encender la tele no dejen de ver "Página 2", (http://pagina2.rtve.es/). Buenas letras y buena música. Promete desintoxicación.