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Rubén Pérez Atienza
Si al igual que los medicamentos, los discos incluyeran prospectos advirtiendo sobre los efectos secundarios, los de Nacho Vegas (Gijón, 1974) deberían alertar de que tras periodos de escucha prolongados podrían aparecer ligeros síntomas de depresión. Sin embargo, la obra de este trovador asturiano del siglo XXI ofrece mucho más contenido que la media del panorama musical español, y es que sus álbumes no sólo se escuchan, sino que también se leen. Quien para muchos es un cantautor tradicional, para otros es una especie de juglar visionario, un artista intimista, muchas veces triste y oscuro, pero con capacidad para adentrarse en el rock y destilar los mejores destellos del pop.
Gracias a unas letras brillantes, la mayoría de las cuales contienen referencias oníricas, Vegas forma parte del grupo de mejores compositores de la nueva ola, junto a J (Los Planetas), Antonio Luque (Sr. Chinarro) y Fran Fernández (La Costa Brava, Nixon). En uno de sus temas más conocidos, "Nuevos planes, idénticas estrategias", el asturiano recita: "Parece ser que fracasé;/mi rostro hoy no apareció por televisión./ Da igual; yo, como buen occidental, sé nadar igual que un pez, un pez en un mar de mediocridad".
Si en Estados Unidos el "boom"­ de la música independiente durante la década de los 90 eclosionó en la ciudad de Seattle, en España se puede decir que el mismo movimiento se concentró principalmente en Gijón y Oviedo. Y en medio de ese ambiente de renovación musical, que se encargó de mandar al baúl de los recuerdos a la Movida madrileña, surgió una avalancha de bandas que optaron por cantar en la lengua de Shakespeare e imitar los guitarrazos de Sonic Youth. El joven Vegas participó de forma muy activa en todo ese proceso, primero como integrante de Eliminator Jr. y después como miembro fundador de Manta Ray, formación que de alguna manera consiguió una cierta repercusión internacional.
A finales de los 90 decide abandonar dicha banda, que recientemente ha anunciado su disolución definitiva, e inicia su carrera en solitario, quedando atrás las letras en inglés y el "noise". Vegas fue el principal artífice del proyecto Diariu, en el que mezcló los textos del poeta Ramón Luis Bandel con sus propias partituras. Poco tiempo después vio la luz su primer trabajo en solitario, "Actos inexplicables" (2001), con el que ya consiguió acaparar los elogios de la prensa especializada. Hasta la fecha ha publicado, entre LP's y EP's, cerca de diez títulos, algunos tan compactos como "Desaparezca aquí", un álbum que contiene varias de sus canciones más emblemáticas y que mejor definen su particular universo, como "El hombre que casi conoció a Michi Panero" u "Ocho y medio". Sin embargo, el tema que le catapultó a la "fama" fue "En la sed mortal", del disco "Cajas de música difíciles de parar", una composición de casi ocho minutos elegida por la revista "Rockdelux" como mejor canción nacional de 2002.
Colaboraciones
El asturiano es conocido además por su afición a colaborar junto a otros artistas. Hace un par de años se unió a Bunbury para dar forma a un disco doble, "El Tiempo de las cerezas", y recientemente ha grabado junto a Christina Rosenvinge "Verano fatal". Por otra parte, su discográfica ha compilado las grabaciones más significativas en un doble álbum titulado "Canciones inexplicables (2001-2005)".
Su trabajo más reciente, editado tan sólo hace unas semanas, ha sido "Lucas 15", un proyecto que comparte con un grupo de paisanos, entre los que figura Xel Pereda, con los que se ha dedicado a explorar el cancionero tradicional asturiano para pasarlo por el filtro del rock.