He aquí ?mi elefante?, en plena maniobra de despegue

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Raquel Marqués Díez
Pues sí, ciertamente, los elefantes vuelan y además lo hacen con la peligrosidad que conlleva planear sin alas. Su trompa gira al uso, simulando el movimiento y el ruido de un helicóptero. Con aire retro, al estilo de aquellos "locos cacharros" de época, despegan con algún que otro problema de sobrepeso. Del aterrizaje ya ni hablamos porque, sinceramente, estoy tan acostumbrada a verlos por la Isla, empujados por la tramontana, que quiero pensar que la torre de control del Aeropuerto vela en todo momento por el buen entendimiento logístico en pista entre estos "animalitos" y los aviones de pasajeros.
El estruendo de una manada de ocho me despertó ayer por la mañana. Miré por la ventana y allí estaban, volando, plácidamente, sobre los tejados de Sant Lluís. Su velocidad de crucero ¡no era para menos!, pues debían apresurarse a abandonar una base provisional en el Aeroclub para dejar el hangar a los coches de McLaren & Cia.
¿Acaso no me creen?, ¡seguro que sí! Ustedes no los han visto, pero confían en el "boca a boca" y en el camino de las autopistas de la información. La misma vía por la que, de un tiempo para acá, "pulula" en internet el supuesto oportunismo con el que un artista de Costa Rica atrapó a un perro callejero para exponerlo en una galería sin (de nuevo supuestamente) darle de comer ni de beber hasta (y seguimos con el supuesto...) causarle la muerte. Según confiesa el propio autor -que se hace llamar Habacuc-, con esta acción titulada "Eres lo que lees" pretende demostrar la hipocresía de la gente frente a un animal, convertido en el punto de mira de unos espectadores que reparan en él cuando van a ver "arte ¿?", pero que pasan de largo cuando está en la calle muerto de hambre...
¿Verdad o mentira?, ¿búsqueda de fama?, ¿provocación?, ¿agitador de conciencias?... ¿quién o qué es Guillermo Vargas "Habacuc"? Presurosa por hallar respuestas fidedignas que aporten un poco de luz a este artículo, cuestiono el grueso de los datos de la red con una joven artista local (véase la contraportada de "A Cor Obert" de hoy), quien parece estar más que harta de oír hablar del can en cuestión. Al final, cansada de navegar por Google con el santo y seña de "perro/muerto/galería", concluyo que nadie puede saber a ciencia cierta si el animal aún vive, pero que tras todo este embrollo -llegado desde el otro lado del charco por obra y "gracia" de las nuevas tecnologías- prevalece la popularidad conseguida por Habacuc independientemente de su valía o no artística. Y usted, ¿es lo que lee?, porque le aseguro que los elefantes vuelan. ¿Algún problema?