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Un grupo de chavales entrenan en las afueras del Pabellón Padre Petrus, antes de entrar al recinto para proseguir con sus actividades. Por edad, son los más pequeños del lugar, aunque en cuanto a ganas, seguramente superan con tranquilidad a cualquier estrella de la NBA. Ellos son el futuro y, con alivio, no hay por qué preocuparse por el baloncesto menorquín del mañana.