J.C.
Madrid
A veces los novelistas actúan por sugestiones: una pequeña incitación, un guiño casi inconsciente puede despertar un cúmulo de ideas que se convierten en historias, en vidas, en mundos. Es cuestión de ir siempre con los ojos bien abiertos y dejarse fecundar por momentos o detalles que otros ni siquiera percibirían o a los que no darían ninguna importancia.
Viene esto a cuento del proceso que ha dado pie a la novela "El comprador de aniversarios", de Adolfo García Ortega. El autor construye la existencia de un niño judío, llamado Hurbinek, que murió en el campo de concentración de Auschwitz. Ningún conocimiento ni relación tuvo con él, como es lógico, ni con la familia o amigos, y su nombre tan sólo se le reveló en las páginas de la obra "La tregua", de Primo Levi (un autor judío superviviente de aquel horror). Fue suficiente esta levísima irrupción, con una referencia marginal que a cualquiera le hubiera pasado inadvertida, para sentir que allí había una vida que contar, que era necesario salvarle de la destrucción y mostrarle tal como hubiera podido ser.
A través de esta narración seguimos el hilo de lo que fue una auténtica catástrofe para el pueblo judío asentado en Europa, con tanta muerte como se cernió sobre individuos de todas las edades y condiciones (aunque la más dolorosa es siempre la que se impone a los niños, absolutamente inocentes). Pero eso es algo que no solamente afecta a unos millones de personas de una determinada raza: es algo que atañe a todos los seres humanos, porque nos hace tomar conciencia de la maldad congénita que anida en nosotros y que se despierta al menor impulso. ¿Cómo es posible que hace tan apenas sesenta y cinco años ocurrieran estas cosas en el corazón de Europa? ¿Inexplicable, verdad? Pero, ¿es que acaso han concluido tales excesos? ¿Es que desde entonces se han cegado los odios, ha cesado la agresividad contra otros seres humanos? ¿Desde qué altura moral podemos juzgar, por ejemplo, lo que está ocurriendo estos días en Kenia?
Menorca | Migracion
Relato de una vida que no dio tiempo a vivir
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