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Pere Melis Nebot
Hay otros mundos, otras dimensiones, pero están aquí, entre nosotros. Como una muñeca rusa, el planeta azul se nos abre destapando múltiples caras de la realidad hasta llegar al silencio, algo aterrador y abismal, de lo microscópico.
Una mirada a lo pequeño nos conduce irremediablemente a los insectos, que ofrecen el mayor repertorio del reino animal y que han conquistado tierra, aire y agua. Están en todas partes, aunque puedan ser invisibles a nuestros ojos, salvo cuando se convierten en una molestia o amenaza.
Indiferencia, miedo, repugnancia, curiosidad, interés científico y artístico... son muchos los sentimientos que despiertan estos artrópodos, que queramos o no forman parte de nuestra vida cotidiana. De hecho, el cine y la literatura están plagadas de estas criaturas en sus versiones más hostiles o amables.
Dejando de lado las fobias, uno de los aspectos que más llaman la atención es el tipo de sociedad animal que llegan a conforman los insectos. En algunos casos (como el de las abejas, hormigas o termitas) la organización llega a ser muy compleja, incluyendo una división del trabajo. Éste es para mí uno de los aspectos más inquietantes: una vida mecánica y subordinada al grupo, que se repite invariablemente y que desde el punto de vista humano suena a condena eterna.
El escritor Maurice Maeterlinck dijo refiriéndose a las termitas: "Se diría que estas sociedades de insectos que nos preceden en el tiempo, han querido ofrecernos una caricatura, una parodia anticipada de los paraísos terrestres, hacia los cuales se encaminan la mayor parte de los pueblos civilizados; y se diría, sobre todo, que la naturaleza no quiere la felicidad" (La vida de los termes, 1927).
Hay otros mundos. Descubrirlos nos ayudarán, sin duda, a entender y mejorar nuestra existencia de limitadas dimensiones.

FOTOS: Cazados. La cámara de Antoni Cladera nos descubre un mundo oculto para la mayoría de las personas.