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Raquel Marqués Díez
No lo digo yo, ni el primo sevillano de Rajoy. Lo dice mi primo berciano. Diego lo tiene claro, y no es catedrático... Afirma que: "Manchas con manchas y rayas con rayas". Y así sin más, mi familiar avanza desde Ponferrada, con la simpleza de esa autenticidad que nos encanta y que la clase política pretende extinguir, el desastroso devenir cultural que nos depara a una ciudadanía sumisa frente al quehacer de unos gobernantes que piensan que el tocino es lo mismo que la velocidad.
Así que hablemos pues de tocino, y cito: "(...) hace dos siglos un cerdo tardaba, por término medio, cinco años en llegar a los 600 kilos; hoy alcanza los 100 en sólo seis meses y lo sacrifican antes de que se le hayan caído los dientes de leche (...)", de "Elogio de la lentitud" de Carl Honoré. Por si alguien aún no se ha enterado hace años que estamos en campaña. La temerosa diferencia es que a pocas semanas de las urnas (9-M) el "fast food" cultural arrecia tiempos peores para las artes. En líneas generales, la España cañí y progresista tiene sed de una sabiduría de la que, por convencimiento inducido, considera le es impropia... Y en líneas locales (a la par de los "grandes hermanos" del Partido), más de lo mismo. Un bombardeo mediático de promesas electorales (que resurgen de la hojarasca de aquel programa confeccionado antes de que la era digital contribuyese al "mailing" de los candidatos) que se cumplirán siempre y cuando se apoye al popular cabeza de lista.
Volvamos con Diego. "Manchas con manchas y rayas con rayas..." Quizá si la política menorquina no mezclase "ous amb caragols" quienes viven fuera de Maó se desplazarían poco más allá de las puertas de su casa para disfrutar de una buena película en una confortable butaca; de haber locales de ensayo municipales en cada población se fomentaría la motivación por el trabajo bien hecho entre los músicos y actores de la Isla que a duras penas subsisten con subvenciones irrisorias puesto que es preferible que todo se decante hacia la cartera urbanística y de haber un Teatre des Born en condiciones y abierto de par en par, ya ni les cuento... Menorca sería a la cultura lo que el cine europeo representa frente al maremagnum de la americanada más profunda puesto que de lo que se dice amor, amor al arte, la Isla va sobrada. ¿Dejaremos de nuevo que las "rayas" políticas empañen las "manchas" creativas que nos permiten vivir sin ser grises? Las promesas son sólo eso, promesas. Palabras que se lleva el viento y que en el "fast food" cultural no se traducen en hechos. Si no hay respuesta, "engulla, trague y váyase". Si la hay, haga que la mariposa retorne la sensibilidad al sistema.