Cash. La elegancia del lado oscuro

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Rubén Pérez Atienza
Contar con una carrera artística dilatada y reconocida por la crítica a veces no es suficiente para que una figura se convierta en leyenda. En ocasiones los músicos se ven engrandecidos por un estilo de vida disipado, como fue el caso de Johnny Cash (1932-2003), un artista que ha pasado a la historia no sólo por inventar un género propio dentro del mundo del country, sino también por haber llevado una existencia marcada por las excentricidades y el abuso de las drogas y el alcohol. Y es que de alguna manera, ese hombre de apariencia sencilla que comenzaba todos sus conciertos con un simple "Hola, soy Johnny Cash" fue más "punk" (en esencia) que los mismísimos Sex Pistols.
Apodado como "El Hombre de Negro" (rara vez hacía apariciones en público con ropa que no fuera oscura), se distinguió a lo largo de toda su carrera por su voz profunda. En los 50 asumió el papel de pionero del rockabilly, para posteriormente convertirse en embajador internacional de la música de raíz americana y en la última etapa de su vida resurgir como icono del country alternativo.
En plena guerra de Corea se alista en ejército y en 1954 regresa a Memphis, donde se gana la vida vendiendo electrodomésticos mientras estudia para convertirse en locutor de radio. Decide probar suerte en los estudios Sun, propiedad de Sam Phillips, el descubridor de Elvis Presley, con quien graba sus primeros temas de éxito, "Hey Porter" y "Cry, cry, cry". A lo largo de su prolífica carrera, Cash siempre mostró su inclinación por los más desfavorecidos; sentía una gran compasión por los presos, lo que le llevó a grabar dos de sus álbumes en directo más famosos en sendas penitenciarías, "Johnny Cash at Folsom Prison" (1968) y "Johnny Cash at San Quentin", editados ya con una multinacional como Columbia Records.
En los 70, tras una intensa epifanía espiritual, abandona las drogas, se convierte al cristianismo y atraviesa una de las épocas más sombrías de su carrera. Su resurgimiento no llega hasta principios de los 90, cuando de la mano de Rick Rubin, gurú del rock moderno, comienza a ser reconocido por las generaciones más jóvenes como abanderado de la música popular con los cinco volúmenes de sus "American Recordings".
La virtud de Cash consistió en encontrar un punto medio entre la emotividad del folk, la rebeldía del rock & roll y la melancolía del country. Su obra lleva sonado cinco décadas, durante las que ha vendido 50 millones de discos, y aún cala con fuerza en el siglo XXI. El hombre de negro supo adaptarse a los nuevos tiempos, pero siempre guardando su esencia. De ahí una de sus frases más célebres sobre la música: "Pueden añadir todos los sintetizadores que quieran, pero nada jamás podrá reemplazar el corazón humano".