Salir a robar caballos. Per Petterson. Novela. Bruguera. Barcelona, 2007. Traducción de Cristina Góm

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Lluís Vergés


El escritor noruego Per Petterson (Oslo, 1952) ha ganado numerosos premios con "Salir a robar caballos", una novela que es tanto de iniciación como de experiencia. Trond Sender, el narrador, es un hombre de 67 años que decide a finales del segundo milenio vivir aislado en una casa pequeña de un bosque junto a un lago situado en la frontera entre Noruega y Suecia. Trond cuenta sus problemas cotidianos con su perro y la nieve en su nueva casa al tiempo que evoca un episodio del pasado cuando fue con su padre a vivir a una cabaña mientras su madre y su hermana permanecían en la ciudad de Oslo.

En las primeras de páginas, Trond confiesa que lleva toda la vida anhelando estar solo en un sitio donde no reinara más que el silencio absoluto. La visita de un vecino llamado Lars es la que desata su memoria sobre las peripecias del verano en el que perdió la inocencia.

Sucedió a principios de julio de 1948 cuando el protagonista tenía quince años. Los alemanes habían abandonado el país tres años antes. Pero en su casa ya no se hablaba de ellos y su padre nunca mencionaba la guerra. Su amigo Jon le invitó a salir a robar caballos, el nombre de un juego que consistía en montar los caballos de un vecino sin que él se enterara. Llamarlo robar caballos era mucho más emocionante.

El narrador evoca así aquel día: "es obvio que habría debido advertir que había algo especial en aquella mañana de julio, en la niebla que velaba el río y, quizás, en la bruma que envolvía la loma, algo que en la luz blanca del cielo, algo en el modo en que Jon decía lo que tenía que decir o en el modo en que se movía o se quedaba tieso como un palo sobre la losa. Pero yo sólo contaba quince años".

Poco después pasó una desgracia en casa de Jon y además Trond hizo un descubrimiento sobre su padre. Los padres de Jon le habían encargado que vigilara a sus dos hermanos gemelos. Jon había salido con su escopeta a cazar y al llegar a su casa no vio a los pequeños. Desesperado dejó el arma en casa y salió a buscarlos. Quiso la mala fortuna que los niños estuvieran escondidos en el sótano y salieran de él cuando Jon había salido. Al ver el arma, uno de ellos se puso a jugar, disparó e hirió mortalmente a su par.

Después de este luctuoso suceso, Trond no volvió a ver jamás a su amigo. A quien sí vio es a su propio padre besando apasionadamente a la madre de Jon.

En aquel verano epifánico, "en el que la vida había desplazado su peso de un punto a otro, de una pierna a la otra, como un gigante callado entre las grandes nubes que destacaban sobre la colina", el joven quinceañero aprendió también lo que reveló una tercera persona quien le contó que su padre había sido miembro de la resistencia contra los nazis.

Con un tono intimista y contenido Per Petterson, autor de diversas novelas, cuenta magistralmente la historia del veterano que recuerda su juventud y que nos habla con naturalidad de sus preocupaciones adultas y de sus reflexiones sobre la vida.