Imagen aérea de la zona de vertedero del Área de Gestión de Residuos de Milà. | Archivo

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Menorca tiene un gran problema con los residuos esperándole a la vuelta de la esquina. Las crecientes exigencias de la normativa ponen el punto de mira en los vertederos, marcando objetivos que se pueden calificar de inasumibles con el actual modelo de gestión. La ley balear de residuos y suelos contaminados –que recoge los hitos temporales marcados por la Unión Europea– limita drásticamente la cantidad de basura que puede terminar enterrada. Y no da mucho margen de tiempo para conseguirlo. Para 2030, en solo cinco años, la Isla tiene que reducir en más de un 75 por ciento la cantidad de basura que actualmente se está depositando en el vertedero de Milà.

Las cifras pueden ayudar a entender la magnitud del desafío que la Isla tiene entre manos. La normativa establece que en ese horizonte 2030 la cantidad de residuos que acaban en el vertedero no puede superar el diez por ciento de los valores registrados en 2010. En ese ejercicio de referencia, según la memoria del Consorci de Residus i Energia de Menorca, se enterraron en Milà algo más de 44.500 toneladas de basura. El objetivo para dentro de cinco años se establece así –son valores orientativos– en torno a las 4.500 toneladas. En estos momentos se está vertiendo un volumen de alrededor de 20.000 toneladas.

Queda patente con esos datos que Menorca ha realizados grandes avances en el objetivo de reducir la cantidad de basura que termina enterrada en las celdas de Milà. En ese sentido destaca la incidencia que ha tenido la inauguración en abril de 2022 de la nueva planta de tratamiento mecánico-biológico del Área de Gestión de Residuos, que permitió reducir en un solo año un 43,5 por ciento la cantidad de los residuos de gestión pública que terminan en el vertedero, pasando de 17.700 toneladas a 10.000. Pero esos avances se evidencian también del todo insuficientes para alcanzar los objetivos que se van introduciendo en las nuevas normativas, a un ritmo muy superior a la capacidad de reacción de las administraciones encargadas de la gestión de los residuos.

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Hay que tener en cuenta que a esas 10.000 toneladas de residuos procedentes de los ciudadanos particulares y los servicios de limpieza de las administraciones locales, se deben sumar otras alrededor de 10.000 toneladas de residuos que se depositan anualmente en el vertedero insular procedentes de las plantas privadas de gestión autorizadas en la Isla, que vierten en Milà residuos voluminosos que no han podido revalorizar. A la luz de los datos queda claro que los nuevos límites que se imponen al vertido de residuos no dan ni para cubrir las necesidades de las    plantas privadas. Tampoco para satisfacer los volúmenes de residuos no separados que gestionan los ayuntamientos.

¿Buscar alternativas?

El fin último de la normativa es fomentar incrementos sustanciales en los porcentajes de reciclaje y reducir la cantidad de basura a la que no se le puede dar una nueva vida. El problema es que empieza a hacerse evidente que ni tan siquiera implantando sistemas de recogida separada en hogares, industrias y comercios va a ser posible que se puedan alcanzar los objetivos. Para cumplir con la legislación y evitar cuantiosas multas, la Isla está abocada a abrir un debate sobre el modelo de gestión de los residuos que no logra recuperar.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que la normativa europea, de la que se derivan la estatal y la balear, está imponiendo cada vez más restricciones al uso de los vertederos y también a sus ampliaciones, haciendo complicado pensar que la opción de enterrar la basura en Milà tenga mucho recorrido a largo plazo. En este contexto, y al margen de los esfuerzos imprescindibles para reducir al mínimo la cantidad de basura que se genera, asoman en el horizonte pocas alternativas para cumplir con las exigencias normativas.

Una de ellas sería optar por quitarse el problema de encima –por así decirlo–    trasladando fuera de la Isla los residuos que no se pueden recuperar para que sean tratados en otros lugares, por ejemplo en la llamada planta de valorización energética de Son Reus (Mallorca), donde se incinera la basura– y reducir así de un plumazo las cantidades que se entierran en Milà. Otra opción es replantear el modelo de gestión insular de residuos y apostar por la construcción en Menorca de una planta propia de incineración.   

Las alternativas

1. Enviar lo que no se puede reciclar fuera de Menorca

Para cumplir con los ambiciosos objetivos de reducción de uso de los vertederos una de las alternativas es enviar lo que no se consigue revalorizar fuera de la Isla, por ejemplo a Mallorca, para que sea incinerado en la planta de Son Reus, aunque no necesariamente a la isla vecina.

2. Proyectar una incineradora propia en la Isla

Otra alternativa que se dibuja en el horizonte para poder cumplir con los hitos marcados por la normativa es empezar a proyectar la construcción de una planta de incineración de residuos en la Isla con la que reducir drásticamente la cantidad de basura que termina enterrada en Milà.

Mallorca se niega a quemar en Son Reus la basura de Eivissa

El Consell insular de Eivissa tiene un grave problema sobre la mesa y no parece que los responsables del Consell de Mallorca estén dispuestos a echarle un cable. Ca Na Putxa, el vertedero de Eivissa, se acerca al final de su vida útil, está llegando al límite de su capacidad, y las soluciones urgentes que requiere la pitiusa mayor están generando un choque institucional que ha motivado la mediación del Govern y consistiuyen un aviso para navegantes ante el futuro de la gestión de residuos en Menorca.

La urgencia de la situación de Eivissa no es la de Menorca, que todavía tiene margen para seguir utilizando su vertedero mientras analiza y pone en marcha posibles alternativas, pero anticipa una situación que pone en cuestión el modelo de autonomía en la gestión de residuos en la Comunidad Autónoma. El Consell de Eivissa ha iniciado ahora, cuando el tiempo se le echa encima, un proceso participativo para decidir si se opta por trasladar los residuos fuera de la Isla o por construir una incineradora propia en la isla.

El problema es que en el corto plazo va a ver cómo la basura se acumula sin contar con espacio para enterrarla como ha venido haciendo hasta la fecha y reclama auxilio a Mallorca. Por el momento se ha encontrado negativas desde el Consell mallorquín, que cuenta con una planta incineradora con suficiente capacidad para gestionar –en este caso quemar– los residuos tanto de Eivissa, como de Formnentera. La polémica puede resultar por el momento lejana en Menorca, pero está siendo seguida con mucha atención desde el Conosrci de Residus i Energia de Menorca.