Carteles en el edificio de la Iglesia Evangélica en Maó | Gemma Andreu

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La Iglesia Evangélica de Menorca tiene ahora mismo a 18 personas acogidas en su red de seis alojamientos, algunos son pisos alquilados y otros están en el inmueble anexo al propio centro cívico y de culto de la Sínia Costabella de Maó. Allí también disponen de un espacio para atender emergencias habitacionales que, según expone el pastor y coordinación de la acción social, Josué Sintes, se producen cada vez con más frecuencia.

«Cada semana hay peticiones de viviendas», asegura, y cuando llega la temporada, alrededor de junio, aumentan porque muchos inquilinos tienen que salir de pisos que se destinan a veraneantes y turistas. Josué conoce bien la crisis de la vivienda que sufre Menorca porque para él, tiene cara y ojos, algunos de los que desesperan por encontrar una casa o dedican prácticamente todo el sueldo a pagar alquileres abusivos, en muchos casos por una habitación, pasan por el centro para recoger comida, o para tomar un café, ducharse, poner una lavadora y volverse a ir.

Estación de autobuses

«Sabemos de personas que también duermen en la calle, en la estación de autobuses, en la terraza de la casa de algún conocido, o compartiendo piso con demasiada gente, el problema de la vivienda es un drama», insiste el pastor, «antes nuestros apartamentos eran una solución temporal, más o menos en un año podían encontrar algo fuera de aquí, pero ahora cada vez es más difícil».

Josué Sintes aclara que la Iglesia Evangélica ayuda con su voluntariado social a todos los que acuden a solicitarlo, sin importar su credo, aunque en el caso del matrimonio que protagoniza este reportaje ellos ya eran evangelistas y acudían a los servicios dominicales. Fue así como supieron de las dificultades por las que estaban pasando.