El periodista y escritor Fernando Jáuregui (Santander, 1950) será hoy el encargado de pronunciar la ponencia inaugural de las XXII Jornades de Recerca Històrica de Menorca, que organiza la Societat Històrico-Arqueològica Martí i Bella. El evento se centra en la «Prensa y comunicación social en la España democrática, de la Constitución de 1978 a nuestros días. Una visión insular», donde el columnista y comentarista político analizará la complejidad de la profesión periodística en unas circunstancias sin precedentes.
Su conferencia se titula «De la vieja política al cambio: el nuevo periodismo que nos viene». ¿Cuál es su diagnóstico?
—Mi diagnóstico es que estamos viviendo una realidad paralela, aunque no sé si es la verdadera u otra. Estamos viviendo en la dictadura que nos intentan imponer otros, la dictadura de los datos. Estamos en una fase de falsedades, fake news e inmoralidad de la vida pública que, indudablemente, se traslada a los medios de comunicación y a lo que publicamos. Esa inmoralidad, esa falta de investigación seria, esa dependencia de lo que nos dicen las fuentes públicas, hace que quede absolutamente invalidado lo que, antes para mí, era la esencia del periodismo: noticia era todo aquello que alguien no quiere que se publique. Lo demás es publicidad. Ahora, noticia es aquello que alguien sí quiere que se publique, queramos o no darnos cuenta. Es nefasto.
¿Nos hemos ‘vendido’ a las versiones oficiales?
—Ni siquiera eso. Estamos absolutamente en manos de métodos sibilinos, es decir, la dictadura de los datos, de la otra realidad, y hace que publiquemos cosas que ni siquiera nos damos cuenta qué publicamos. De pronto consideramos normales cosas que son profundamente anormales. ¿Cómo es posible que estemos considerando como normal la llegada al poder de un tipo como Trump y la formación de un gobierno con gente que son paradelincuentes, muchos de ellos? ¿O que en este país se esté vulnerando cada día la Constitución y no nos llame la atención? ¿O la existencia de un tipo como Putin y que estemos pensando en hacer un pacto con él?
Sin embargo, aparecen personajes como Assange y al final parece él el culpable.
—Efectivamente. Assange, con todos los claroscuros que se quiera, para mí es un héroe de la libertad de expresión, la que quieren matar quienes le persiguen. Lo que no se ha conseguido demostrar es que Assange estuviera mintiendo, todas las denuncias que hizo eran ciertas. Algo estamos haciendo mal cuando le consideramos una especie de criminal, forma parte de esa normalización de la anormalidad a la que me refiero.
¿Falta unidad en el gremio?
—No sé si ese es el problema. Lo que sí falta es el sentido crítico mínimo que debe tener un periodista y el distanciamiento respecto del poder. Estamos tan imbuidos con lo que nos cuentan los poderes, que no nos damos cuenta de cuál es la verdad. Estamos prestando un servicio muy flaco a lo que debe ser el sacrosanto oficio de informar. La información es el bien más importante para el ser humano después de la vida y la integridad física.
¿La gente está informada?
—En estos tiempos de superautopistas de la información, superredes sociales, supermedios por todos lados y supercomputadoras, con millones de datos al segundo, resulta que la gente está peor informada que nunca. Se evidencia en el comportamiento de las masas: que un tipo como Trump sea elegido, que uno como Alvise obtenga 800.000 votos, o que empresarios como Elon Musk hagan lo que les dé la gana sin el mínimo requerimiento ético.
El periodismo tiene muy mala prensa. ¿Nos lo estamos ganando?
—No lo sé. El desprestigio nuestro es notable en nuestra propia conciencia crítica, mucho más que en la de la gente. La opinión pública española se ha acostumbrado a transigir con las cosas más aberrantes y ya no nos exige que nos comportemos de otra manera. Estamos viviendo en la frivolización más absoluta de la información, cuando están pasando cosas gravísimas. Estamos en una época de cambio como nunca hemos tenido en nuestra historia y no lo estamos sabiendo contar.
¿Un cambio mayor que el que supusieron imprenta o radio?
—Incluso más radical que cuando apareció internet. Internet era una cosa tangible, podías viajar a Chicago sin moverte de casa, pero es que ahora la realidad se deforma. Han irrumpido la inteligencia artificial y los big data y deforma la percepción de la realidad tangible. Hay realidades que se superponen sin que seas capaz de distinguir que no es real. Y la gente ha perdido contacto con lo que nosotros le contamos, y es una responsabilidad muy seria que tenemos.
Me acuerdo de «La guerra de los mundos» de Welles, una ficción que creó gran alarma.
—Más que eso, incluso. Estamos entre «Matrix» y «Black Mirror», en la sensación de que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades mentales. Somos capaces de crear cualquier ficción y llamarla realidad. Es la era de la post realidad, la realidad que va más allá de la realidad. La inteligencia artificial es una realidad, y el metaverso lo es, pero es otra realidad que lo influencia todo.
¿Complica la labor periodística?
—Para un periodista se está poniendo muy complicado contar hasta el último detalle de la realidad. Lo de las seis W ha quedado sobrepasado, ya no es el qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. Es otra cosa, es la búsqueda de otro proceso que va más allá. ¿Y cómo se lo explicas a la gente? No sé explicártelo ni a ti, ni a mí mismo.
¿Aun así, es usted optimista con la labor periodística?
—Sí, que remedio. Tendremos que pensar que esto saldrá por algún lado. En algún momento habrá una asunción de todo eso que es nuevo para nosotros, y lo superaremos, como asumimos internet, que fue un paso tremendo o, en su día, la imprenta con Gutenberg.
¿Esta preocupación motivó la creación de la plataforma Periodismo 2030?
—Sí. Los periodistas somos los que tenemos que contar el cambio, pero lo primero de todo es que tenemos que acostumbrarnos al cambio para hacerlo bien. ¿Lo estamos haciendo bien? Yo creo que no, porque todo va tan deprisa... Aprehender la realidad cuesta estar 24 horas al día al pie del cañón... Entre que la realidad política es surrealista, en España y en el mundo. Cómo ibas a imaginar que Trump iba a ganar unas nuevas elecciones, o que un empresario como Musk que está bastante chiflado, mandase sobre el resto del mundo.
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