Samanta Fernández se pregunta cómo van a vivir solos los jóvenes.

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Soltera, con trabajo estable desde hace 10 años y una nómina de 1.800 euros, sin cargas familiares ni deudas, Samanta Fernández reúne a priori las características de una persona de clase media que no debería tener problemas para alquilar o comprar un piso, pero no es así.

Lleva dos años de búsqueda infructuosa de una vivienda que se ajuste a su presupuesto y de un banco que le conceda un crédito hipotecario. Querer independizarse en solitario es el principal problema para acceder a la financiación, «han llegado a decirme que me busque un novio, un familiar o una amiga para poder acceder a una hipoteca». No tiene padres que la avalen, y la mayoría de los bancos le deniegan el crédito porque no quieren un solo prestatario, pese a su estabilidad laboral y financiera.

Ahorros para pagar la entrada

«Únicamente Caixa Colonya me ha realizado un estudio y me ha dicho que entraría en la ayuda que proporciona el Ibavi para cubrir el 20 por ciento de la entrada, pero la sorpresa ha venido cuando me han dicho que mi máximo de financiación es de 110.000 euros, me dispongo a encontrar algo así y ni soñándolo, las viviendas en la Isla cuestan de media 200.000», se lamenta.

Como otros jóvenes, ve frustrado su proyecto de vida y afirma que eso pasa factura psicológica, «personas antes felices y que veían un futuro están atrapadas en un círculo sin salida». Ahora reside temporalmente en la casa de un amigo «pero me quiero ir». Como la compra no prospera, miró alquileres en Ciutadella, su municipio, pero solo ha encontrado de 850 y 950 euros al mes durante el invierno, en mayo y junio pasan a alquilarse a turistas.

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Acudió a la protesta contra la gentrificación y el derecho a la vivienda en Ciutadella y ahora ofrece su testimonio como denuncia, «es lo único que puedo hacer». Samanta es segunda metre en un hotel y sabe de las dificultades para formar equipos debido a que hay profesionales «que no han podido venir a Menorca por el problema del alojamiento».

Diez años en Menorca

Esta joven valenciana, que llegó a la Isla con 23 años hace ahora diez, no quiere abandonar su tierra de acogida donde ahora tiene amistades y una vida hecha. «Siempre pensé que con el tiempo compraría mi hogar aquí», asegura, pero ahora se encuentra «con 33 y sin poder tener un triste techo que quieres pagar de manera legal y sin haber tenido jamás una casa propia».

Samanta formula preguntas sin respuesta, «cómo van a independizarse los jóvenes y cómo van a poder cubrir las necesidades de sus hijos? ¿Cómo podemos comprar las personas treintañeras sin pareja ni avales?».

Quiere que su testimonio sea un grito que despierte a la sociedad. «Hago un llamamiento tanto a ayuntamientos y Govern como a los bancos que forman parte de este sistema para que actúen», declara. Es una de tantas jóvenes que opina que Menorca se está convirtiendo en «una isla de lujo» a un precio demasiado alto, el de «dejar a sus habitantes y ciudadanos fuera de ella».