María Bauzá Villalonga trabaja ahora en Londres, después de seis años en Estados Unidos. | Tony Pulsone

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La ingeniera física, licenciada también en Matemáticas, María Bauzá Villalonga vive con pasión los retos de su trabajo. Se abre ante ella «un mundo fascinante». Después de seis años de formación para el doctorado en el Massachusetts Institut of Technology (MIT) de Estados Unidos, trabaja en Londres, en el Google DeepMind, donde investiga la manipulación robótica, sobre distintos tipos de brazos y manos, «aprendizaje por refuerzo, clonación de comportamiento y métodos de transferencia de simulación a la realidad».    Se trata de desarrollar robots capaces de realizar una amplia gama de tareas. Hoy será una de los cuatro ponentes del Foro Menorca Illa del Rei sobre Inteligencia Artificial.

Ha trabajado seis años en el MIT, en Estados Unidos. ¿Cuál es su visión ahora sobre la IA?

—Creo que al estar en una institución puntera en IA, he podido vivir en primera persona como el progreso en IA se ha ido acelerando y por lo tanto no es realista aspirar a predecir con exactitud dónde estaremos en 5 años. Desde 2012 hemos experimentado un progreso vertiginoso. En lugar de intentar predecir el futuro, he aprendido que lo más importante es mantenernos conectados con el progreso y continuar realizando investigación de vanguardia.

Su investigación consiste en desarrollar robots capaces de realizar una amplia gama de tareas, sin comprometer su rendimiento ni fiabilidad. ¿Nos lo explica?

—Actualmente, si visitas una fábrica con robots, como una planta de ensamblaje de automóviles, cada robot tiene una función muy específica y completamente preprogramada. Cada uno está diseñado para realizar una única tarea. Aunque esto permite una máxima fiabilidad y rendimiento en esa tarea concreta, también se convierte en un problema dada la falta de flexibilidad. Existe un gran potencial en desarrollar soluciones robóticas que se adapten, de forma que si se trabaja con tornillos y tuercas, y mañana se tienen que conectar cables, no sea necesario rediseñar toda la automatización de los robots. En mi investigación, combino técnicas de IA como el aprendizaje por refuerzo o modelos de lenguaje y visión con técnicas de simulación y tacto para lograr que los robots, con pocos ejemplos, puedan incrementar su conocimiento y aprender a realizar nuevas tareas. El ideal para nosotros sería que, con solo observar unos pocos ejemplos de cómo se realiza un trabajo, el robot sea capaz de intentarlo, corregirse cuando falle y volverse competente en esa nueva tarea.

Más que preguntarle sobre las tareas que puede realizar un robot, habría que preguntarse sobre las que no podrá realizar en el futuro.

—No creo que exista un límite evidente y me atrevería a afirmar que no hay tarea física que un humano pueda realizar que un robot no pueda eventualmente llevar a cabo suponiendo que se invierta el suficiente esfuerzo en desarrollar la tecnología necesaria. Es crucial recordar que el progreso es acumulativo, no ocurre de la noche a la mañana, y está influenciado por los intereses humanos, económicos y políticos del momento.

¿Qué son los algoritmos?

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Los algoritmos más sencillos son como recetas paso a paso para resolver problemas o realizar tareas. Los hay más complicados, como los que se usan con el GPS para calcular la mejor ruta, que exploran distintas opciones, pero lo hacen de una manera metódica fijada por el código. En el caso de los algoritmos de IA, se trata de un tipo particular de algoritmos que utilizan técnicas como el aprendizaje automático para analizar grandes cantidades de datos, identificar patrones y tomar decisiones o predicciones basadas en esa información.

¿Estos algoritmos permiten a los robots desarrollar un aprendizaje autónomo?

—No cualquier algoritmo o IA es adecuado para la robótica. En este campo, se requieren algoritmos capaces de procesar información de sensores, ya sean de visión (cámaras), tacto o sonido. Además, los algoritmos para robótica deben producir respuestas a altas frecuencias y ser reactivos. Esto significa que, a diferencia de la mayoría de las IAs que pueden tardar segundos o incluso minutos en generar sus predicciones, los robots necesitan operar a frecuencias mucho más elevadas, con algoritmos que produzcan respuestas en milisegundos. Además, al interactuar con el mundo, los robots deben ser capaces de reaccionar a situaciones inesperadas. Tienen que tener en cuenta que sus acciones tienen un efecto en su entorno, y esto debe reflejarse en sus acciones futuras. Es similar a cuando alguien juega al tenis: sus golpes afectan directamente al juego, pero siempre hay que estar atento a cómo vuelve la pelota para poder reaccionar y rápidamente decidir el siguiente movimiento. Finalmente, los algoritmos de robótica son aún más difíciles de desarrollar porque esperamos que generen soluciones de gran precisión. No nos sirve un robot que se equivoque un 1% del tiempo. Y si además queremos un robot que interactúe con humanos, los algoritmos necesarios van a ser aún más complicados porque los humanos somos de todo menos predecibles. Con todo esto, trabajar en robótica es apasionante.

Menorca es un territorio limitado, donde todo tiene una medida especial. ¿Puede imaginarse la Isla del futuro si se apostara por el desarrollo de todas las capacidades de la IA?

—Puedo imaginar una Menorca perfectamente adaptada a la IA, donde apostamos por utilizarla para gestionar el turismo, pero también para mejorar nuestra industria, educación, sanidad... El tamaño importa, pero mientras seamos capaces de identificar y gestionar los datos que genera la isla, existen innumerables formas en las que la IA puede ser beneficiosa. Por ejemplo, la IA podría proporcionar soluciones robóticas adaptadas a cada empresa, facilitando su automatización. Creo que para aprovechar todo el potencial de la IA, será imprescindible que una parte significativa de la sociedad menorquina sea capaz de desarrollar e implementar sistemas de IA, y que una fracción aún mayor sepa utilizarla correctamente. De lo contrario, nos veremos obligados a importar constantemente este conocimiento, lo que tendrá un coste tanto económico como social, limitando nuestra autonomía y capacidad para diseñar soluciones adaptadas a la isla.

Usted es una científica con una gran formación y su carrera de momento la lleva a distintos lugares del mundo. ¿Podría, con la IA, trabajar desde Menorca con el mismo resultado?

—No con el mismo resultado, pero casi. He trabajado remoto en numerosas ocasiones, incluyendo periodos en Menorca. Afortunadamente, el laboratorio robótico de mi empresa es excepcional, permitiéndome controlar nuestros robots desde Menorca sin inconvenientes. En el caso de trabajar exclusivamente con IA, como mi pareja, es aún más sencillo, ya que todo se hace a través de la nube. Sin embargo, a pesar de las ventajas del trabajo remoto, la interacción humana y el trabajo en equipo son aspectos que se pierden. Y estos tienen un valor incalculable.

Si un día incorpora a su vida y a su hogar un robot humanoide, ¿qué nombre le pondría?

—No tengo la costumbre de ponerles nombres a mis robots, de la misma manera que no les doy nombre a mis teléfonos móviles u ordenadores. En mi laboratorio, simplemente los identificamos como robot-1, robot-2, ... robot-37, etc. El día que tengamos robots en casa, creo que es más probable que los llamemos por su marca, como hacemos con los coches, con la Roomba, o con la Thermomix.