«Mi familia veraneaba en el Montseny, pero en un momento dado dejamos de ir y ya no teníamos a nuestra disposición esta combinación de mar y montaña que tanto nos gustaba», comienza explicando Enric Picanyol, propietario y artífice de Morvedra Vell. La primera vez que pisó la isla fue con 16 años para recorrerla en bici junto a unos amigos. Así pues, pudo ver que Menorca se ajustaba bien a ese destino vacacional que buscaba su familia, combinando perfectamente el campo y el mar.
Fue de este modo que compró Morvedra Vell en 2001, un momento en el que la gente de fuera de la isla «no tenía ningún interés en adquirir fincas menorquinas, al contrario de lo que ocurre en la actualidad», tal y como comenta Picanyol.
Reforma total
Lejos queda ya el estropeado terreno que se encontró Picanyol en su día, aquel en el que en un principio no había pensado en plantar olivos. «Al haberlo arreglado todo un poco, sí que decidimos sembrar unos cuantos olivos. Es un árbol mediterráneo que admite todo tipo de terrenos», indica el empresario catalán.
Tratándose de árboles milenarios, es de sobra conocido que el proceso de producción puede tardar años hasta convertirse en una realidad. En el caso de Morvedra Vell hubo «mucha cabeza, sumo cuidado, buen asesoramiento y no se tiró la casa por la ventana». «Tengo la suerte de estar rodeado de muy buenas personas. Todo es muy nuestro, lo hacemos con mucho cariño y nuestro payés Pito Barber es un gran profesional», señala el propietario.
Pese a todo este esfuerzo, parece imposible alcanzar la Indicación Geográfica Protegida (IGP), una distinción por la cual la Asociación de Productores de Aceite de Menorca lleva luchando con insistencia desde 2015. Mallorca, con mayor tradición, sí que cuenta con ella. «El queso de aquí tiene la Denominación de Origen Protegida (DOP) y el vino, la IGP. ¿Por qué el aceite no? El Govern nos exige demasiado a un producto que ya de por sí es de gran calidad», manifiesta Picanyol.
Reconocimiento internacional
Y es que las exigencias son «cada vez mayores». Entre ellas se encuentra la reputación en el extranjero. Morvedra Vell ya ha recibido numerosos premios en el pasado por su aceite. Prueba de ello es, por ejemplo, la medalla de oro recibida en el concurso TerraOlivo, celebrado en Jerusalén (Israel).
Su participación en BioFach (Núremberg, Alemania), la feria de productos ecológicos más importante del mundo, es solo un paso más en su objetivo de lograr la ansiada IGP. El cuarto lugar que le acredita como uno de los mejores aceites de oliva virgen extra ecológicos del mundo ya son palabras mayores. Este hecho les ha abierto las puertas del mercado centroeuropeo de par en par.
Dicho impulso les sirve para coger fuerzas para lo que se viene. De momento, cuentan con 800 olivos en plena producción, a la espera de que se sumen otros 600, los cuales solo tienen 3-4 años y producen muy poco hasta ahora.
Entre sus cultivos se hallan variantes como el empeltre, la más popular en Mallorca; la arróniz, originaria de Navarra y muy poco conocida que confiere notas amargas y picantes; la arbequina, una variante popular y más dulce; y la picual, una variedad más intensa proveniente de Jaén. «Jugamos con las diferentes cosechas y lo que buscamos es que sea del gusto de la gente», expresa Picanyol. Menorca, también a través de su aceite, sigue apostando por la singularidad.
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