«Menorca es la tierra donde nacieron mis antepasados, con la que me siento muy unida. Mi madre también tenía un profundo aprecio por esta isla, a la que los Martorell nos sentimos tan vinculados. Mis recuerdos de infancia en Menorca son muchos y entrañables. Entre ellos sobresalen los ratos de ocio y juego con mis hermanas y amigas, también acompañar a mi padre de cacería con los podencos, así como ayudar a madona a preparar coques i pastissets. Toda la gastronomía menorquina es excepcional, porque sabe extraer lo mejor de cada producto, y por encima de todo, la repostería», explicaba en una entrevista realizada en Sa Torre Vella en septiembre de 2006.
Sol Martorell vivió alegrías y días muy gratos y apacibles, pero también padeció momentos de enorme dificultad y sufrimiento, que afrontó siempre con abnegación y entereza, gracias a su profunda fe cristiana, con la que supo perdonar y superar las adversidades.
Su padre, asesinado en Paracuellos
Su padre, Francisco de Borja Martorell y Téllez Girón, caballero de la Orden de Santiago y presidente de Acción Nobiliaria, fue asesinado en octubre de 1936 en Paracuellos del Jarama. Había contraido matrimonio en 1923 con Dolores Castillejo y Wall, hija de los conde de Floridablanca, que quedaba viuda con tres hijas de corta edad: Soledad, que entonces contaba doce años, Concha y Ángeles.
Entroncada con lo más granado de las familias de la nobleza española, Sol Martorell ostentó con honor y lealtad los títulos de duquesa de Almenara Alta y Escalona, ambos con grandeza de España; marquesa de Albranca –concedido por Carlos IV en 1789 a Gabino Martorell Gomila, de Ciutadella–, Villena, La Lapilla, Paredes y Monesterio; condesa de Darnius.
Contrajo matrimonio en 1948 en Madrid con Juan Pedro Soto Domecq, de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, hijo de los duques de Arienzo. Fueron padres de nueve hijos con los que formaron una familia a la que inculcaron los valores de la discreción, el trabajo bien hecho y el respeto a la historia de España. Todos ellos recibieron una educación basada en los principios cristianos y una constante relación con la Iglesia católica: Carmen, condesa de Darnius; Sol; Francisco de Borja, duque de Escalona; Inmaculada; Patrocinio; Juan Pedro, marqués de la Lapilla y de Monesterio; Dolores; Fernando, marqués de Paredes; y Manuel, marqués de Albranca.
Fiestas de Sant Joan
Hija de caixer senyor –su padre presidió las fiestas durante el bienio 1926-27-, esposa de caixer senyor –su marido fue el caixer noble de 1950-51-, y madre de caixers senyors: Francisco de Borja en el bienio 1982-83; Juan Pedro en 1994-95; y Manuel en el bienio 2020-2011, Soledad Martorell se refería a las fiestas de Sant Joan con estas palabras: «constituyen algo muy sentido y querido por los Martorell. Siempre las hemos vivido con gran intensidad, con el significado profundo que tienen los actos religiosos como el oficio en la ermita de Sant Joan de Missa y la Missa dels Caixers, puesto que responden al origen religioso de la fiestas».
Sol Martorell, impulsó la modernización de los llocs que integran s'Heretat de cas Duc, explicaba que «durante los años cincuenta no existía línea telefónica en sa Torre Vella, sino que tampoco la había en Es Migjorn Gran. Y el lugar más próximo donde había un teléfono disponible era Es Mercadal. Se ha avanzado mucho, con la instalación de equipos que han mejorado la calidad de vida en las casas de los payeses y también facilitan enormemente las labores agrícola-ganaderas. En todos los sentidos, Menorca ha mejorado y avanzado, sin duda».
La duquesa de Almenara aceptó, desde su profunda fe cristiana, el fallecimiento de su hijo Francisco de Borja, en agosto de 1997, en accidente de tráfico; de su marido, Juan Pedro Soto Domecq, en agosto de 2004; y en agosto de 2005, de Rocío Estrada de Artacho, esposa de su hijo Manuel, marqués de Albranca, que dirige la gestión de las fincas y las explotaciones agrícola-ganaderas de Menorca.
La Verge del Toro, patrona de Menorca
Descanse en paz Soledad Martorell Castillejo, de la que recordamos, en este momento de la despedida, aquello que destacaba de Menorca, la tierra de los Martorell: «Las fiestas de Sant Joan de Ciutadella, son únicas. También, Monte Toro. Ahí está nuestra patrona, la Verge del Toro, que espera acudamos a ella para exponerle nuestras necesidades y pedir su ayuda. Desde la cima de Monte Toro se puede observar con detenimiento toda la riqueza del paisaje de la isla, y también se disfruta de unas puestas de sol maravillosas, sobrecogedoras, en ocasiones llenas de poesía. No puedo olvidar el puerto de Maó, esta joya natural que ha protagonizado tantos episodios de la historia de Menorca. Permítame una comparación: me encantan las flores, y entre ellas, la rosa, que considero es la reina; pero también admiro la violeta, que no crece durante la temporada de la rosa. A pesar de su pequeñez, humildad y belleza, merece ser destacada por su perfume exquisito».
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