La pandemia quizá cambie el criterio de los armadores hacia los barcos medianos y los pequeños de gran lujo | Archivo

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Cuando la situación es mala en un segmento turístico siempre puede a ir a peor, como ha ocurrido en el mercado de cruceros. Si en los últimos años se ha vivido cierta decadencia en la evolución de escalas, esta temporada quedará en blanco. Los cruceros no navegarán en los próximos meses por aguas menorquinas, salvo que en otoño cambie la tendencia sanitaria de prevención.

El coronavirus ha provocado la suspensión de pagos de navieras tan consolidadas como la española Pullmantur, que ha decidido enviar al desguace sus tres barcos a Aliga (Turquía) para ser desguazados. Será por tanto la última singladura del «Horizon», un barco que entre 2014 y 2018 ha recalado cada temporada en Maó con nueve escalas en el total de ese periodo.

Más sorprendente resulta el caso del «Costa Victoria», uno de los cruceros más grandes y lujosos que han atracado en Maó y ha fondeado en Ciutadella. De 252 metros de eslora, una tripulación de 790 personas y aforo para 2.394 pasajeros, su destino también será el desguace.

Este año tenía programadas una decena de escalas en Maó, pero ya han sido canceladas. Hace dos años vino en catorce ocasiones, las primeras, hasta que contó con todos los permisos y se aseguró mediante pruebas en un simulador en Amsterdam, fondeó junto a la bocana del puerto antiguo de Ciutadella.

La naviera italiana ya no vende vacaciones en este buque y en su propia web ha colgado un comunicado titulado «Adiós al Costa Victoria» para no dejar ninguna duda de su final en un astillero de Génova. Algunas fuentes sugieren que tal vez sea indultado para ser utilizado como hotel flotante de trabajadores de astilleros en Italia o en Francia.

Las navieras, afectadas todas en mayor o menor medida, han decidido desprenderse de sus principales bienes para ajustar la organización a lo que comenzó como cuatro meses de paralización de actividades y lleva camino de prolongar el parón durante al menos otro periodo similar.

Maó puede salir ganando

«¿Quién quiere embarcarse ahora en un crucero», se pregunta la consignataria Rosa Cardona. «El coronavirus marcará un antes y un después en este negocio», declara. De hecho, ya se venía observando un cambio de tendencia en los armadores, que habían apostado por los extremos, barcos pequeños de lujo y grandes ciudades flotantes, que navegan por circuitos que excluyen a los puertos menorquines.

El golpe de la pandemia ha sido muy duro para este mercado, que podría volver a decantarse por los barcos medianos, los de entre 100 y 250 metros de eslora tan asociados a la postal portuaria de Maó. Una de las hipótesis, precipitadas todavía, apuntan en esa dirección.

Si una de las recomendaciones más extendidas y compartidas es evitar las aglomeraciones, embarcarse en cruceros del tipo «Queen Mary 2» con 2.600 pasajeros más no parece lo más saludable en tiempos de pandemia.