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Menorquines viajeros, en busca de un futuro mejor, a la caza de experiencias, aventuras, amores o trabajo, con la mochila a cuestas o expatriados de multinacionales. Simplemente, menorquines en todos los puntos del globo, ciudadanos del mundo que se llevan en el corazón los recuerdos de su isla, sa roqueta, que de pronto les viene a la memoria en cualquiera de los cinco continentes, oculta en un olor, un sabor, el viento o un paisaje que reaviva los colores mediterráneos que un día se quedaron atrás.

La sección «Menorquins al Món», que arrancó con las experiencias de un mahonés residente en Moscú hace ya cinco años, en 2009, ha superado de largo los doscientos entrevistados y se acerca a la cifra de los tres centenares de isleños que conforman esta diáspora, voluntaria la mayoría de las veces, obligatoria en otras, que expande la semilla del menorquinismo en países lejanos.

Esto es también la globalización, no solo somos receptores de visitantes y ciudadanos que se instalan junto a nosotros sino que al mismo tiempo devolvemos ese flujo de viajeros.

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Grupo heterogéneo

No hay un perfil que describa con exactitud a esos isleños que residen en el extranjero, aunque sí predominan una serie de motivaciones que impulsan a salir al exterior: el deseo de conocer nuevas gentes, territorios y culturas; la búsqueda de empleo; el aprendizaje de idiomas; el traslado para mejorar las oportunidades profesionales; las relaciones afectivas, que a su vez se establecen ahora con mucho más frecuencia entre parejas de distintas nacionalidades; y también la solidaridad, con la participación en proyectos de cooperación en otras zonas más desfavorecidas del planeta.

Muchos desearían regresar y asumen que no podrán debido a las limitaciones de un mercado laboral reducido como el menorquín, y son una inmensa mayoría los que ya se han formado fuera, lejos de su hogar.

Los menorquines en el mundo conforman un colectivo variopinto que, si comparten un rasgo en común, ese es el de integrarse sin problemas allí donde van. Aunque en ocasiones pesa la añoranza, la mayoría ha sabido encontrar su hueco en las sociedades que les acogen y son, ahora, su nuevo hogar.