Ninguna de las dos instituciones científicas consultadas por el Consell y el Ayuntamiento de Maó avala el nuevo topónimo bilingüe de la ciudad (Maó/Mahón) que ambas administraciones ya han aprobado. La Universitat de les Illes Balears (UIB) considera que «la única forma correcta» es la catalana Maó, y que el nombre castellano Mahón no puede considerarse «oficial». Por su parte, la Real Academia de la Historia, a la que -como en 2006- ha vuelto a recurrirse, defiende el topónimo «Mahó», con h intercalada. Para su director, Gonzalo Anes y Álvarez, Marqués de Castrillón, es la «forma tradicional».
El informe de la Academia de la Historia, fechado el 11 de este mes de noviembre y llegado fuera de plazo, zanja la controversia en apenas diez líneas. La entidad creada en 1738 por el rey Felipe V proclama su «parecer favorable» al nombre Mahó por «venir del púnico y el latín y estar probado documentalmente desde comienzos del siglo XIV». Todo lo contrario del nombre catalán Maó, que circunscribe a la reforma ortográfica impulsada por Pompeu Fabra «a comienzos del siglo XX».
Pero la UIBse remonta aún más en el tiempo que la propia Real Academia de la Historia para sustentar la validez del nombre catalán sin hache. El informe, mucho más extenso y suscrito el 23 de septiembre, dice haber hallado «grafías documentadas» con el nombre Mao (y Maon, Maone y Maona) del siglo XIII. Además, atribuye el origen etimológico del topónimo al compuesto «Portus Magonis», al que dio nombre en los siglos II y III antes de Cristo el entonces general cartaginés Magó.
El presidente de la Comisión Técnica de Asesoramiento Lingüístico de la Universitat Balear, Joan Miralles i Monserrat, admite que a partir del siglo XIVaparece también la forma Mahó, pero «el uso de la h es muy aleatorio, en función de quien escriba», y queda definitivamente suprimido con la Reforma Ortográfica del catalán llevada a cabo en 1913.
La propuesta realizada por el Institut d'Estudis Catalans -remarca- quiso precisamente «resolver el desbarajuste ortográfico» existente hasta entonces. Y lo hizo «a partir de tres criterios: la etimología, la pronunciación y la tradición». Y la forma Maó «se fundamente óbviamente en la pronunciación, pero también en la tradición».
La reforma de hace justo un siglo erradicó la h intervocálica presente hasta entonces en términos como ohir o rahó y la trasladó a la «posición final» de las palabras (Lluch, bosch...). La h intercalada solo se mantuvo ya «en los casos en que, etimológicamente, en latín la contenía». Es el caso de palabras como home, honest deshabitar o deshonrar.
En conclusión, dice la UIB, el único nombre «correcto» es Maó, «la forma Mahó no se ajusta a la grafía catalana» y «el uso, en contexto lingüístico castellano, de Mahón solo se justifica de la misma forma que los catalanoparlantes usamos nombres como Nàpols, Milà, Osca o Saragossa, sin que eso implique que sean oficiales en su territorio específico».
De hecho, la Ley de Normalización Lingüística aprobada por unanimidad en 1986 y firmada por el entonces presidente del Govern, Gabriel Cañellas, considera como «única forma oficial la catalana».
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