Con Romel. Y con Miraflores al fondo, una de las mejores zonas de Lima, muy turística y diferente a «nuestros alrededores», asegura Fede

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Hace poco más de nueve meses escuchaba con atención las explicaciones del sacerdote Berto Vidal sobre lo que se iba a encontrar sobre el terreno, en la Diócesis de Lurín, en Lima, la capital de Perú. Federico Cardona se preparaba entonces para viajar como misionero laico a la Casa Hogar Vida, un proyecto de asistencia social en la zona rural de Quebrada Verde. Allí, en el país sudamericano, ha encontrado lo que buscaba, una experiencia «auténtica y diferente a lo que estaba acostumbrado», ayudando a personas en situación comprometida.

¿Por qué cambió su carrera incipiente como profesor de Educación Física por el voluntariado?
- Estaba trabajando en Palma cuando me empezó a picar la curiosidad por la labor social en un país lejano. Había estado de becario en la sección de comunicación de la Fundació Reial Mallorca, y después formando parte del equipo de entrenadores de distintas iniciativas, y empecé a cerciorarme de que partir podía ser una buena opción cuando finalizara el verano de 2012. Consideré que mi etapa en la isla grande había llegado a su fin, por distintos motivos, y que todavía no era el momento de quedarme en mi querida Menorca, por lo que me tocó buscar algún proyecto social y atractivo en cualquier parte del mundo.

¿Por eso eligió Perú?
- Cuanto más lejos mejor, siempre que estuviera capacitado para desarrollar las funciones y tuviera 'las espaldas cubiertas'. Esas eran mis únicas premisas. Aunque dicho así parezca que era un voluntario fácil de colocar, conseguir una opción válida fue más difícil de lo que esperaba.

¿Cómo lo consiguió?
- Gracias a la colaboración del párroco de Santa María, Josep Manguán, di con Mallorca Misionera, que me presentó el proyecto de la Casa Vida. El contrato con ellos era para un año, sin ningún tipo de atadura si las cosas no funcionaban y con posibilidad de prórroga si ambas partes así lo ponían de manifiesto.

¿Y en qué consiste su trabajo?
- Desde que llegamos los voluntarios nos dedicamos a acondicionar las instalaciones de la Casa Vida en Quebrada, mientras vivíamos en Pachacámac, en la parroquia del Santísimo Salvador, donde tres párrocos mallorquines conviven en misiones. Mallorca Misionera lleva años trabajando aquí. Nosotros, los novatos, estábamos bajo la supervisión del incansable y valiente padre Eugenio García, impulsor del proyecto, que ahora ya es una realidad.

¿Casa Vida es un lugar de acogida?
- La idea es que funcione como una familia, dando asistencia a realidades comprometidas, en las que se incluyen niños, jóvenes, algún abuelo impedido o un discapacitado. Ahora mismo con nosotros tenemos a dos chicos de 14 y 15 años provenientes de la sierra peruana, y un hombre de unos 40 años que recogimos de la calle, creemos que sufrió un accidente y perdió la memoria; con él vamos haciendo terapia poco a poco. En cuanto a voluntarios, aunque somos dos y el padre de forma permanente, cada mes nos llegan jóvenes, y no tanto, desde las Islas para ayudarnos y vivir un mes o dos con nosotros.

¿Cómo es una jornada normal en el centro?
- Comienza a las 7.30 cuando suenan los despertadores. Desayunamos y hacemos las tareas de la casa, limpieza, animales, mantenimiento...todavía queda mucho por hacer. Más tarde con los jóvenes nos dedicamos al trabajo de colegio. Tienen turno de noche por lo que inician su horario lectivo es de 17.30 a 22 horas. Después de almorzar llevamos a cabo una tarea u otra, aquí siempre hay algo que hacer.

¿Cómo se financia Casa Vida?
-Con las aportaciones de Mallorca Misionera y de la providencia, las donaciones de personas, tanto peruanos como europeos, que confían en la idea, y que con pequeñas o grandes aportaciones hacen que se convierta en realidad. De hecho el proyecto se inició en 2007 pero por la falta de medios se paralizó, hasta que el padre Eugenio decidió en 2011 ponerse al frente.

¿Cómo es la situación social del país?
- Aunque de cara al exterior parezca que Perú avanza, la realidad que vivimos nosotros en esta zona es que los ricos cada vez son más ricos y los pobres malviven en cerros y en los aledaños de Lima. Las gentes de la sierra bajan a Lima buscando prosperidad, pero lo único que encuentran son condiciones de vida muy duras y una realidad a la que difícilmente van a poder adaptarse.

¿Pobreza?
- Sí, pero no solo monetaria, abarca otros aspectos de la persona mucho más importantes para poder prosperar realmente.

¿Cómo se siente lejos de casa?
Echo de menos a mi gente, mi familia, amigos, «los Vikingos», el basket, los partidos de Champions, las playas...tantas cosas, la verdad. Pero a pesar de eso yo aquí me siento un privilegiado, lleno de vida, bien, siento que mi espíritu está en paz. También siento que la Casa Vida es algo por lo que merece la pena luchar. Si cumpliera mi contrato debería regresar en febrero, pero creo que mi estancia se alargará más. Ya veremos lo que depara el futuro.