Espectáculo. Los espectadores disfrutaron con las voces de Maria Camps, Lore Arantzamendi, Carme y Joan Taltavull y Shanti Gordi así como de la Big Band y los bailarines - Paco Sturla

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Para quitarse el sombrero, y mejor si es de copa. Así podríamos resumir el festival que el viernes invitó a los espectadores a sumergirse en la magia del teatro musical. Buscaban el glamour y la fantasía para hacer soñar al público. Y sin duda, lo lograron. Alaior se convirtió en una coctelera de sentimientos y recuerdos donde el público pudo rememorar, tararear y llevar el ritmo de aquellas pegadizas y míticas canciones de los musicales de los años 40.

Broadway Festival no solo consiguió los objetivos marcados sino que los superó con creces. En torno a un millar de personas se congregó en el campo municipal de futbol Los Pinos donde pudieron dejar llevar su instinto musical más allá del teatro gracias a la fantasía más glamourosa de las plumas y las lentejuelas así como de los fracs y los corbatines. No faltó detalle. Cada melodía, cada interpretación contó con su puesta en escena más original.

Y es que si alguien había olvidado la sinuosidad de aquella pareja formada por Ginger Roberts y Fred Astaire bailando mejilla con mejilla en "Sombrero de Copa", les pudo volver a ver volar sobre el escenario alaiorense.

La velada arrancó con un espectacular "medley" de partituras pertenecientes a películas de las años 40 protagonizado por una inmejorable Big Band y que sirvió, sin lugar a dudas, para empezar a abrir boca. No faltó en este popurri la conocida "A mi manera".
La voz de Lore Arantzamendi con las bailarinas de la Escuela de Baile Ute Dahl se marcaron unos pasos a ritmo de "All that jazz" con la sensualidad como combustible.
Después de visitar Chicago el público cambió de ambiente para adentrarse en la época dorada del Broadway. Todos se fueron al Ritz de la mano de Joan Taltavull y las bailarines de la Escuela de Ute Dahl.

Ni la elegancia ni la sensualidad abandonaron el escenario por un instante. En la voz, en la vestimenta, en los pasos de baile e incluso en el público. Y es que, el millar de espectadores se convirtió en varias ocasiones en parte del espectáculo gracias a la interacción creada por el maestro de ceremonias David Soro. Lucía sombrero de copa y frac blancos así como un corbatín y faja en un rojo pasión. En clave de humor, bautizó a una asistente como "su estrella" que le acompañó e hizo de hilo conductor durante toda la jornada.

Shanti Gordi abordó un perfecto "My funny Valentine", Maria Camps se hizo con el público con una sentimental "Et porto sota la pell" mientras que Carme y Joan Taltavull encandilaron con el conocido "Cheek to cheek", entre otros temas.

La comicidad tampoco faltó. Y llegó de la mano de Lluís Vinent. En un intento por querer usurpar el puesto de Joan Mesquida al frente de la Big Band, Vinent fue cautivado por la belleza de una seductora Lore Arantzamendi quien le retuvo en sus garras con un "Sooner or later".

Otro de los grandes momentos lo protagonizaron las bailarinas de la Escuela Ute Dahl con Joan Taltavull. Con una media blanca y otra azul y unas mallas de lentejuelas se sentaron en el borde del escenario para ofrecer un juego de palmas y unos pasos más que coordinados que no dejaron indiferente a nadie.

Gordi y Taltavull también entablaron un diálogo en la gradería acompañados de unos copas de champán a ritmo de Cole Porter, mientras que un cuadro de baile formado por Art en Moviment del Centre de Dansa Aurore Gracient, y encabezado por Carme Taltavull, pusieron la frescura al evento con un "Copacabana". Y así hasta 18 melodías divididas en dos partes. Hubo canciones en castellano, catalán e inglés.

El viento fue el viernes el hándicap de la jornada. Y es que, tal y como reconocía la directora del espectáculo, Àngels Gonyalons, no permitía trabajar con la agilidad con que estaba previsto. Y que los músicos perdían las partituras y la voz de los artistas se entremezclaba con el susurro del viento. Pero su profesionalidad consiguió superar todo tipo de obstáculos.

Tocados, guantes hasta el codo, plumones, vestidos largos hasta los pies o cortos de cóctel, acompañaron una puesta en escena ideal para cerrar los ojos y hacer volar la mente hasta lo más profundo de la época dorada americana. Sin duda, la magia del teatro habló sola. Chapeau.

Gonyalons quiso dedicar la función a Galicia en solidaridad a las víctimas del accidente de tren.