La retirada del tráfico comercial del puerto de Ciutadella hace dos años inició la transformación del que sin duda es uno de los puntos turísticos más importantes de la Isla. El proceso de cambio sigue abierto, pero parece que no existe un modelo definido de lo que se persigue, dado que resulta difícil dar con una fórmula que satisfaga por igual a los diferentes sectores que trabajan en torno a la ensenada, como el de la restauración, el náutico o el comercio. Lo que sí está claro es que la zona está viva, al menos en lo que se refiere a la afluencia de visitantes. Eso sí, mucho más por la noche que durante el día. En realidad el puerto está entre dos aguas: de un lado los que sostienen que la situación está estancada y la zona ha perdido potencial (los más) y por otro quienes consideran que los cambios han abierto el inicio de un nuevo futuro (los menos).
La "salud" del puerto resulta bien diferente según quien sea el que realiza el diagnóstico. Desde la concejalía de Turismo, su titular, Pedro Gener, lo tiene bien claro. Para él, es a todas luces "un referente de la Isla" y su gran valor es el toque "tradicional" además de "mucha actividad" y "oferta diversificada".
El popular considera que el puerto no necesita programa de dinamización turística o cultural alguno, ya que la gente cuando viene a una isla siempre busca los puertos porque son su gran atractivo. "En julio y agosto no hay que hacer nada, la gente llega al puerto por sí sola", explica. Los problemas se sufren en el calendario antes y después de esos meses. Pero claro, el de la estacionalidad es un problema en el conjunto de la Isla, no solo en Ciutadella. "Está claro que los negocios no pueden subsistir trabajando solo dos o tres meses al año", apunta. Pero la realidad, según explica, es que la temporada lejos de alargarse, cada año es más corta. "Muchos negocios esperan ya a abrir sus puertas hasta poco antes de Sant Joan", añade.
Dinamización
Hace cuatro años, cuando las arcas municipales aún no estaban tal maltrechas, desde el Ayuntamiento de Ciutadella se puso en marcha un proyecto de dinamización denominado "Estiu Actiu", centrado en actividades culturales y de animación en el casco antiguo, las urbanizaciones y el puerto. Recuperar esa vía para potenciar los meses flojos es, según el concejal, imposible en estos tiempos: "existen otras prioridades", argumenta.
A pie de puerto, la percepción que existe difiere de la versión de la administración municipal. Para empezar, no hay tanto ambiente como defiende el edil de Turismo. O al menos así lo afirma el presidente de la asociación que aúna a parte de los restaurantes del puerto, José Bosch. Si la estacionalidad es un problema grande, para los hosteleros no lo es menos el del todo incluido, también conocido en "baixamar" como el de "las malditas pulseritas".
El presidente de la entidad hace un análisis rápido de la situación. El inglés de primera hora, "el que encauzaba el día", ha desaparecido casi por completo, el turismo español no acaba de arrancar (y las previsiones para la temporada no son halagüeñas) y el italiano también está a la baja. En resumen, "la cosa no empieza a animarse hasta las 9 de la noche", asevera Bosch, quien resignado concluye que "los tiempos que corren actualmente son los que son". Y para colmo, parece el cliente local también tiende a desaparecer. "Se nos ha colgado el 'sambenito' de que comer en el puerto es caro y no es cierto", concluye el presidente.
Su predecesor en el cargo, Emi Truyol, tiene un enfoque ligeramente diferente. "Gente hay, pero muy poco consumo". Para muchos de los consultados las estadísticas de visitas de los organismos oficiales no sirven del todo para hacer una análisis acertado de la situación turística que se vive en la Isla. "Las cifras de llegadas en el aeropuerto pueden ser unas, pero la realidad suele ser otra", señala, apuntando de nuevo hacia el todo incluido: "son muchos los que vienen con la pulsera y no salen de la piscina del hotel en toda la semana", dice Truyol.
¿Brotes verdes?
También hay empresarios que comienzan a ver la luz al final del túnel y creen adivinar una esperanzadora inercia positiva. Fabiana Ghezzi es la gerente de una pizzería italiana con nueve años de historia en el puerto y confiesa que las cosas van un poco mejor, pero claro "solo trabajamos tres meses". Hace unos años, en 2010, intentaron abrir durante todo el año pero el experimento fue fallido.
Desde uno de los restaurantes más antiguos del puerto, uno de sus responsables apunta que la salida del tráfico comercial de la ensenada ha jugado en contra de muchos negocios, especialmente el de los pequeños comerciantes. Y es que la desaparición de las navieras ha reducido, según cuenta, en gran medida el tránsito de visitantes por la zona.
Varios comerciantes de los puestos de artesanía ubicados durante la época estival en la bajada de Capllonch así lo confirman. Los últimos años han sido más flojos, y 2013, aunque es pronto aún para hacer un balance, no apunta nada bien, dicen. Uno de los artesanos que repite cada año avanza que la facturación está bajando hasta un 50 por ciento. Pero si la pregunta se traslada a comercios algo más selectos, la respuesta es diferente. En este sector no lanzan las campanas al vuelo, pero algunos ya comienzan a ver brotes verdes. ¿La causa? Para muchos la reordenación del puerto y el aumento de los amarres de tránsito ha permitido la llegada de clientes de un mayor nivel adquisitivo.
Sector náutico
Y hablando del sector náutico, este también está sumido en una pequeña transformación. A las ya tradicionales excursiones en "golondrina" se suma ahora una gama de nuevos productos. Salidas en lanchas rápidas, catamaranes con música y bebida para ver la puesta de sol, etc.., imitando un poco más el modelo ibicenco. Ricardo Recasens, que regenta un negocio náutico, considera que el problema del puerto es que "da la sensación que está demasiado desconectado de la ciudad". A su juicio "falta promoción y señalización, está desaprovechado". Es por ello que un grupo de empresarios de la zona están sentando las bases para fundar otra asociación y reivindicar una mayor atención. En cuanto a la reestructuración del puerto, en el que se pueden ver todavía grandes huecos, reconoce que el hecho de que el proceso de adjudicación de los amarres esté siendo muy lento supone un inconveniente para la recuperación.
Poca diversificación
Los responsables de ofrecer servicios se quejan de la falta de clientes, pero éstos también tienen algo que decir al respecto. Luis Márquez, de Madrid, es el segundo día que visita el puerto, "muy bonito dice, pero poca variedad". En ese sentido, uno de los empresarios con más experiencia en la zona, donde trabaja desde hace 25 años, Pascual Román, considera que cada año hay más negocios y más competencia pero que la oferta en restauración está poco diversificada. A su juicio la salida del tráfico al dique supone una oportunidad de oro para intentar potenciar el turismo náutico. "La riqueza entra por el mar", asevera Román.
Da la sensación de que para muchos la transformación del puerto no se ha traducido en lo que se esperaba y que la solución pasa por tener una oferta atractiva para turistas con poder adquisitivo pero, eso sí ,ofreciendo unos servicios acordes con las exigencias del cliente.
Al final, la eliminación del tráfico comercial y la reordenación del puerto beneficia a cada empresario en función del tipo de comercio que regentan. Entre quienes se quejan que se ha perdido al cliente que llegaba y salía en las navieras, señalan ahora que la ubicación de la estación de autobuses en la antigua terminal portuaria, tal y como propone el Consell insular, podría ser una vía para que circulara más gente por la zona.
Ocio nocturno
La noche en Es Pla también está en proceso de transformación. La oferta de ocio nocturno está creciendo con propuestas algo diferentes a las de hace unos años y ha ganado presencia con la instalación de una franquicia de origen ibicenco. Pero en este sector los tiempos tan poco acompañan. Fuentes de la Asociación de Bares y Discotecas de Es Pla señalan que el crecimiento es un arma de doble filo. Por un lado la entrada de nuevos negocios supone un reclamo para la zona, pero la contracción del gasto por culpa de la crisis al final desemboca en una mayor competencia para repartirse a los pocos clientes que existen.
El sector acusa también la reducción de horarios introducida por la nueva ordenanza, que ahora solo permite abrir los establecimientos hasta las 5.30 horas, media hora menos que antes .
Y a la situación "precaria" que viven, se le suma ahora el factor del auge de otros establecimientos de copas en el casco antiguo, que a la postre consiguen que la gente no llegue hasta el puerto, explican desde la asociación.
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