La temporada de pesca de la langosta que arranca hoy y se prolongará hasta el 31 de agosto se afronta con más preocupación e incertidumbre que nunca.
Los bolsillos de los turistas y de los propios residentes viven horas bajas. Las comidas fuera se reducen en cantidad y en dispendio económico, y sin duda, esta tendencia juega en contra de uno de los manjares gastronómicos que ofrece Menorca, la caldereta de langosta.
El turismo nacional es el que más demanda este plato, pero es también el que más nota la crisis. A ello se suma la estricta aplicación de la normativa de control de la talla mínima de las capturas para posibilitar la reproducción natural de los caladeros (las piezas deben medir al menos nueve centímetros) y la competencia de la langosta foránea.
No obstante, los pescadores de Fornells ya preparaban estos días sus redes para comenzar la temporada. En Maó, alrededor de una veintena de familias viven de la pesca de este marisco, es su medio de vida, su mayor fuente de ingresos, pero las perspectivas no son buenas.
El año pasado se pagó el kilo de langosta a unos 55 euros el kilo y según explica el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Maó, José Quintana, en esta ocasión no se ve la "alegría" que despertaba años atrás entre el sector el inicio de la temporada.
"En otras ocasiones, a estas alturas, los pescadores ya tenían comprometidas las capturas con los restaurantes, pero creo que en Maó aún nadie ha cerrado nada", advierte. Hasta hace poco los restaurantes se preparaban para llenar sus viveros y cerrar acuerdos con los pescadores a fin de tener garantizadas las piezas durante el verano, sin embargo, ahora apenas se arriesgan. La mayoría se mueven en función de la demanda y ello repercute en la economía de los pescadores.
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