La solemnidad y la devoción se sintieron ayer en las iglesias menorquinas con motivo de la celebración del misterio de la Resurrección de Jesucristo. Los sacerdotes de la Diócesis, ataviados con ornamentos blancos en señal de alegría, celebraron las liturgias de la Vigilia Pascual en las que participaron numerosos fieles deseosos de festejar la victoria de Jesús sobre la muerte.
En la Catedral el obispo, Salvador Giménez, destacó durante su homilía las claves de la celebración: luz, agua y vida. "Son palabras preciosas, sobre todo cuando se concentran en la persona de Jesús", indicó.
Tras la lectura de cinco pasajes del Antiguo Testamento y los Evangelios que rememoraron la Pascua de Cristo, el obispo se dirigió a los presentes para recordar que la luz de los cristianos no es la del sol o la luna, sino la de Jesucristo, que debe iluminar la vida de todos y cada uno. "En la oscuridad es muy difícil caminar", aseveró Giménez antes de apuntar que la luz de Jesús debe ser la encargada de guiar el camino de los fieles.
Del mismo modo, el obispo se refirió a la vida de los cristianos, una vida que, según señaló, ha de mirar a Dios y a los hermanos. "Hemos de estar siempre dispuestos a ponernos al alcance de los demás", remarcó, quien animó a los presentes a afrontar una vida nueva al servicio de las personas que más sufren.
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