"Delincuentes somos todos, y los que conducimos, tres veces al día". Reproduce estas palabras el exdirector de los centro penitenciarios de Picassent y de Jóvenes de Llíria (Valencia), Ramón Cánovas, una frase pronunciada originalmente por el que fuera letrado y magistrado del Tribunal Constitucional, Tomás Vives Antón.
Y es que cuando se habla de palabras como cárcel, preso o pena de prisión, lo habitual es pensar que, como mucho, sólo lo veremos por televisión. Pero todos estamos expuestos a la privación de libertad. Otro ejemplo lo expuso en unas jornadas con jóvenes el director del departamento de la Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, José Sesma, en respuesta a una pregunta de un chico. "Ir a la cárcel es fácil, incluso siendo inocente. Con una carta que recibas en casa a tu nombre te puede caer una pena de nueve años. Su contenido, droga, claro".
Es un ejemplo, pero es suficiente para darse cuenta que nadie se salva de esta posibilidad. Y quizá eso sirva para valorar lo positivo de tener un centro penitenciario en Menorca, y también una Unidad Dependiente como Epikeia, un servicio desarrollado en la Isla por la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Menorca, para personas que han obtenido el tercer grado y que sirve para ayudarles en su reintegración.
Objetivos
Con una dilatada experiencia a sus espaldas, Ramón Cánovas asegura que la pena de privación de libertad persigue unos objetivos fundamentales, la reeducación y la reintegración de las personas que han delinquido. Y para ello se ponen en marcha programas individualizados con pautas de tratamiento dirigidos por el equipo directivo del centro. Igualmente está la figura del juez de vigilancia penitenciaria, que garantiza que el recluso pase por el proceso idóneo de reeducación.
Sobre la efectividad de la pena de cárcel a la hora de rehabilitar a las personas, Cánovas afirma que se ve claramente cómo los individuos que han estado en régimen de reclusión abierto (que les permite salir diariamente del centro para trabajar, estudiar o realizar actividades de ocio pero que obliga a volver para dormir) no reinciden o, en su caso, tardan más tiempo en hacerlo, porque pasan por un proceso de socialización progresivo, gracias a las diferentes fórmulas existentes (a través de centros de inserción social, secciones abiertas u unidades dependientes como Epikeia). Por contra, los regímenes de primer y segundo grado (cerrado y ordinario, respectivamente), con encierros permanentes, ofrecen peores resultados.
Una segunda oportunidad
José Sesma considera que "hay que dar una segunda oportunidad a todos, pero luego debe ser uno mismo el que decida si la aprovecha o no". Se refiere a las opciones con que cuentan las personas que han pasado por la cárcel a la hora de reinsertarse. Y para ello es básico que haya una voluntad real. Luego hay herramientas, como es el caso, en Menorca, de Epikeia, donde desde 2005 han pasado unas 20 personas y ninguna de ellas ha reincidido, lo cual confirma la eficacia de estos centros.
Epikeia es una entidad colaboradora que se puso en marcha en 2005. Inicialmente permitía que personas que estaban recluidas en el centro penitenciario de Mallorca pudieran disfrutar del tercer grado en Menorca, cerca de sus familias. "Y ha sido algo muy positivo", afirma la responsable de la entidad, Isabel Serra, quien asegura que el hecho de estar lejos de casa ha supuesto un desembolso económico para muchas familias, por los desplazamientos semanales a Palma para visitar a los suyos.
José Sesma, que ha sido capellán en tres prisiones de Barcelona y que junto a Ramón Cánovas está en Menorca para unas jornadas de formación del voluntariado de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Menorca, manifiesta su tristeza al ver como parte de la sociedad menorquina rechazó la construcción del Centro Penitenciario de Menorca, con argumentos tan infundados como el incremento de la criminalidad. "Pero se va abriendo un camino positivo", señala, al comprobar el avance que supone para la Isla disponer de estas instalaciones.
Por su parte, la Pastoral Penitenciaria se conforma de tres áreas, la religiosa, la social y la jurídica, que sirven en materia de prevención, para atender a aquellos que están en prisión, y también para ayudar en la reinserción.
Tabú
Isabel Serra lamenta también que, en la sociedad menorquina, estos temas hayan sido, y sean todavía hoy, un tabú. "Muchas familias han dicho que su hijo trabaja en la Península y no que están recluidos, porque les da miedo el qué dirán. Y el hecho de tener aquí un centro penitenciario ayuda a romper con esto" y, poco a poco, la gente lo va aceptando.
De hecho, Sesma defiende que "la sociedad menorquina va a descubrir lo que es tener una cárcel cerca de casa, porque es algo que nos puede pasar a todos", incide nuevamente el sacerdote.
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