Fundido a negro. La luz se apagó el sábado por la noche en el restaurante Sa Parereta d'en Doro de Sant Lluís. A partir de ese momento, el sentido de la vista perdió su hegemonía dejando paso al gusto, el oído, el olfato y el tacto.
Tras colocarse el antifaz, los movimientos de la mayoría de comensales que participaron en el "Sopar a les fosques" se ralentizaron automáticamente, aunque sus músculos se fueron relajando a medida que avanzaba la cena. Curiosamente, la primera reacción de tres parejas presentes en la sala fue cogerse de la mano para sentir más cerca a su acompañante, mientras las mesas formadas por grupos agudizaron el oído para continuar manteniendo una conversación coherente.
Tanto el tacto y como el oído pasaron a un segundo plano en el momento en que se comenzaron a servir los platos. El gusto comenzó a llevar entonces la voz cantante. De aperitivo, una espuma de calabacín. Los alrededor de 50 participantes en esta iniciativa organizada por la ONCE, Cómete Menorca y Sa Parereta d'en Doro no sabían de antemano el menú que iban a degustar y, por lo tanto, gran parte de las conversaciones giraban en torno a los ingredientes de cada uno de los platos. "Creo que esto es una crema de champiñones", acertaba a oscuras una de las comensales mientras intentaba, no sin cierta dificultad, que la cuchara regresara al cuenco para continuar comiendo.
Otro de los participantes le explicaba a su pareja, sin saberse escuchado, que notaba mucho ajetreo a su alrededor. "Siento que el resto de sentidos se agudizan cuando no puedes ver", remarcaba. Mientras tanto, en una mesa cercana, una de las comensales introdujo por error un dedo en una copa de vino ajena.
Sorprendida, su reacción fue echarse a reír. Una situación similar se vivió al otro lado de la sala, donde una joven pretendía comenzar a comer con el tenedor de su compañero.
El momento del brindis fue también uno de los más complicados. Conseguir chocar las copas a tientas no fue tarea fácil para la mayoría de grupos presentes. Del mismo modo, se vivieron también escenas algo extrañas, como la de tomar fotografías sin saber exactamente donde enfocar o la de un hombre que decidió colocarse las gafas sobre el antifaz.
"Me sorprendió especialmente el hecho de que la gran mayoría de personas hablaban y reían con mucha normalidad. No se porqué, pensaba que al estar con los ojos vendados, habría más silencio", explicaba al finalizar la cena el afiliado a la ONCE, Jesús Arcos, quien en este caso jugaba con ventaja puesto que practica habitualmente goalball, un deporte creado específicamente para personas invidentes o con deficiencia visual que se basa en el sentido auditivo para detectar la trayectoria de la pelota, que lleva en su interior un cascabel.
Sin embargo, Arcos reconoció que era la primera vez que comía con los ojos tapados. "Ha sido una experiencia única y muy divertida", subrayó. Su mujer también disfrutó de la velada aunque, tal y como apuntó Arcos, antes de la cena temía agobiarse o sentir ansiedad al no poder quitarse el antifaz, algo que finalmente no sucedió aunque fueron dos largas horas a oscuras.
Los comensales fueron incluso a ciegas al aseo. En caso de necesidad, tan sólo tenían que levantar la mano para que uno de los camareros se acercara para acompañarle. "La verdad es que el servicio fue exquisito y los camareros se implicaron mucho", añadió Arcos.
INSTRUCCIONES
El director de la ONCE en Menorca, Juan José Villalonga, fue el encargado de dar las explicaciones y recomendaciones oportunas. "Es importante reconocer los elementos que hay sobre la mesa y también los que puedes encontrar en el plato", precisó antes de indicar que existen diversas técnicas para, por ejemplo, cortar una porción adecuada para llevarse a la boca. "No se aprende en un día, se ha de practicar mucho", bromeó.
Los participantes, además de disfrutar de un experimento sensorial único, se pusieron en la piel de una persona invidente y experimentaron en primera persona las dificultades a las que se enfrenta una persona ciega a la hora de llevar a cabo una actividad tan cotidiana como sentarse a la mesa. "No se debe intentar servir el vino o el agua en el vaso, sino que se ha de acercar el vaso lo máximo posible al cuello de la botella para evitar que se derrame", señalaba Villalonga antes de comenzar.
Tras la espuma de calabacín y la crema de champiñones, los asistentes se enfrentaron al reto de la escalivada, el "suquet", el cordero y un postre. Un menú degustación elaborado por Doro Biurrún para la ocasión. Por su parte, el vino corrió a cargo de Aimar Distribucions.
Una vez finalizada la cena, llegó el momento de quitarse el antifaz. Una sensación de alivio invadió a los participantes en esta iniciativa quienes, posteriormente, tuvieron la oportunidad de comentar la experiencia vivida. "La mayoría se había encontrado con dificultades similares como la de no encontrar la comida en el plato cuando les quedaba poco para finalizar o la de no reconocer los ingredientes del plato que estaban degustando", remarcó el director de la ONCE en Menorca.
No obstante, todos los comensales expresaron que su sentido del gusto se agudizó al no poder observar la comida. "Ha sido muy positivo poder ponerse en el lugar de una persona ciega", añadió por su parte Jesús Arcos.
La velada llegó a su fin poniendo a prueba a los asistentes. Tan sólo dos personas, ambas mujeres, fueron capaces de adivinar 17 de los 20 ingredientes correctos de una lista de 30. Una de ellas no tuvo que pagar la cena. El resto desembolsó los 25 euros por persona correspondientes. La organización donará cuatro euros por persona a Caritas.
La buena acogida del "Sopar a les fosques" no deja ninguna duda. La experiencia se repetirá en breve, quizá tras las próximas fiestas navideñas, tal y como avanzó Juan José Villalonga. "Las plazas eran limitadas y mucha gente que se ha quedado con las ganas de poder participar en esta primera edición, por eso repetiremos", concluyó.
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