Divos... y divos: Rolando Villazón en Menorca

Como siempre la RAE. Escueta y precisa; y qué bien sabemos interpretar el sentido del adjetivo de marras los aficionados a la ópera, lo que para nosotros es un divo. La "fama superlativa" siempre es ganada a fuerza de mucho trabajo y esfuerzo y luego suele venir el divismo. Curioso es preguntar a quien es medianamente aficionado a este género, qué es un divo o su equivalente femenino, que siempre suele dar más juego, para descubrir que de la definición del diccionario la posibilidad de usar la palabrita en su sentido peyorativo parece ser la primera acepción al referirse al cantante de ópera de fama mundial. Cómo circulan las anécdotas de los caprichos de tal divo o tal diva, o con qué fruición se leen las rabietas, o incluso, peleas entre colegas por un tamaño de letra en el cartel anunciador o por un agudo sostenido unos segundos más sobre el partener de turno. Qué aficionado a la ópera no ha escuchado alguna vez aquello sobre la soprano Katheleen Battle que cada vez que cantaba en el MET se hacia pintar el camerino, o la repetida anécdota de la Callas dándole un puntapié a Mario del Monaco (el personaje varia según la fuente) para poder salir a saludar sola mientras el pobre tenor se frota el golpe entre cajas... El reino de la anécdota y, si me permiten, la sección rosa acaba aquí para descubrir la acepción completa del divo sobre el escenario, cuando en esas noches mágicas, que no se prodigan como en toda manifestación artística, y el cantante de ópera se muestra como un dios sobre el escenario y se hace realmente conector entre el compositor y el público y éste se siente transportado a las altas esferas entre músicas maravillosas y notas estratosféricas.

Uno de estos cantantes va a pasar por Menorca el 1 de noviembre. Un divo de la ópera, por su fama superlativa por, en un tiempo relativamente corto, haberse hecho con un puñado de personajes – Nemorino en "L'Elisir d'Amore", Rodolfo en "La Bohème", Alfredo en "La Traviata"- a los que ha dado un vida tan singular que se ha convertido en referente por la luz y el color que hay en su voz y su perfecta integración en el personaje. Pero hay divos y divos; mientras en muchos casos el gran cantante no baja de su esfera divina y en muchos casos hace de ello una característica propia, en el caso presente Rolando Villazón sería el anti divo por su proximidad humana al público sin dejar de ser, artísticamente hablando, un divo, con todas las connotaciones positivas imaginables y su merecida fama superlativa ; permítanme recordar su genial 'Nemorino' en el Liceu de Barcelona de una versatilidad asombrosa : comicidad y hasta malabarismos en escena y una "Furtiva lagrima" de una sensibilidad antológica. Amics de s'Òpera de Maó nos ofrece la oportunidad de ver y escuchar a uno de los verdaderamente grandes de la escena operística del momento y que éste a su vez nos haga sentir , desde el escenario, casi un tratamiento de amigos. No deberían perdérselo .