Massimo Gasparon es veneciano (1969) y, según confiesa, por ello entiende mejor a Don Giovanni, el protagonista de la ópera mozartiana, con el mismo nombre por título, que se representará el viernes, a las 21 horas, y el domingo, a las 20 horas, en la XLI temporada propuesta por los Amics de s'Òpera de Maó.
Gasparon está en el Teatre Principal por quinta vez, habiendo trabajado ya como director de escena en las representaciones de "La Cenerentola", "I Puritani", por el que ganó un importante premio, "L'Italiana in Ageri" y "Un Ballo in Maschera". "El público ya me conoce", comenta, "y por ello la exigencia es mayor, hay que proponer algo diferente y lo voy a hacer".
Gasparon es arquitecto y un director de escena incansable desde que empezó su carrera. En 1989 empezó a colaborar con Pier Luigi Pizzi en calidad de asistente escenógrafo y ha participado en numerosas producciones de prestigio reconocido.
A Gasparon se le iluminan los ojos cuando habla de su trabajo y se enciende con solo pensar hasta donde ha podido llegar después de buscar y profundizar en el seno de la ópera, "es una cuestión muy personal, antes buscaba la perfección lírica del canto, ahora entiendo que hay mucho más y me divierto con ello".
Habla de Mozart como un ser "absoluto" y "Don Giovanni" como la obra culminante de su trayectoria, "una ópera que muestra su gran madurez, a pesar de lo joven que era el músico y compositor cuando murió". "Don Giovanni" es un clásico de entre los clásicos que se ha mantenido siempre en el repertorio y que triunfa porque es permanentemente actual, "la razón", apunta el director, "es porque "Don Giovanni" es una obra universal".
Estreno
Massimo Gasparon estrena, como director de escena, su creación de "Don Giovanni" en Menorca y celebra hacerlo durante su madurez, a pesar de solo contar con 43 años. "Mozart es como un whisky, Rossini seria más como un Martini. Mozart puede parecer sencillo, pero a veces es más maduro que el propio Verdi". Por otro lado está el libreto de Da Ponte que refleja, con gran naturalidad, la libertad con la que vivían en la época relaciones personales en muchos casos amorales.
"Don Giovanni" es una obra de vida y de muerte. Hasta los muros que ha creado Gasparon para la producción menorquina transmiten muerte, como un elemento más de la vida, y por otro trata la vida desde "la sexualidad, que es una obsesión tanto de Da Ponte como de Mozart". Gasparon recupera la amoralidad y el libertinaje del libreto original y lo transmite como se sentía en la época, "es una concepción lúdica la que se tenía, limpia, clara, para nada es sucio ni para nada vulgar porque es una cuestión declarada, no se esconde".
"Pero a la mujer se la engaña continuamente, en esta ópera hasta a tres...", "¡Pero si es que les gusta!", contesta Gasparon, "allí hay un componente masoquista absoluto, a Donna Elvira le gusta ser maltratada, engañada". "Y en el caso de Zerlina, ¿no es perversión lo de Don Giovani?", "No, no", asegura el director, "Zerlina sabe que no va a casarse nunca con él y disfruta del momento, tiene por seguro que Masetto la aceptará de nuevo".
La representación de "Don Giovani" exige un esfuerzo añadido por el cambio de escena en múltiples ocasiones, cambios que Gasparon resuelve sin detener la obra más que en un entreacto. "En todo momento se mantiene un dinamismo que logra la unidad de toda la obra, solo al final se produce un silencio para un cambio sorprendente".
El público que acuda a la ópera el viernes y el domingo se va a encontrar con un "Don Giovanni" diferente, para nada edulcorado como se ha venido representando a lo largo de los tiempos. Se vuelve al original, a como la concibió Mozart y al texto de Da Ponte para transmitir, literalmente, el embrujo de una de las más grandes óperas jamás concebidas.
"Verdaderamente las palabras de Da Ponte son muy fuertes. Además contamos con un elenco de cantantes muy jóvenes que se presta a reproducir todos los detalles por sensuales que sean".
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