Autor. De conocer las respuestas de la situación actual, dice, "me dedicaría a hundir economías en la sombra" - Javier

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"A mí el lector me aporta una motivación para seguir viviendo; yo en cambio procuro hacerle pasar un buen rato y, si es posible, que esboce una sonrisa. Me parece un trato justo". Leo tan acertada reflexión en la web que José Antonio Fortuny (Maó, 1972) ha realizado con motivo del lanzamiento de su última novela "Alehop" (Editorial Funambulista).

Hace apenas una semana, el escritor anunció que volvía con toda la caballería, con "corneta incluida". Fortuny es uno de aquellos autores que transmiten entusiasmo por las letras. Por fortuna, y mal que le pese al sistema, aun quedan apasionados como él que con sus obras contagian -con generosidad- el placer por la lectura.

En este momento vuelve a la carga con una original comedia, una parábola sobre el desamparo de los más vulnerables en una sociedad hedonista y donde trata temas universales muy de actualidad.

"Alehop", en una breve pero intensa carrera literaria, ¿se corresponde con aquello de "el más difícil todavía"?
Puede ser, pero el principal reto es ir mejorando cada día, soy consciente de que en esto de la literatura aún tengo mucho que aprender. Cuando escribes, de lo que se trata es de ir haciendo cosas diferentes aunque siempre manteniendo una voz propia. Me gusta sorprender al lector, pegar sustos en un callejón oscuro...

¿La comedia negra le escogió a usted o fue una apuesta personal por el género?
El humor es una de las herramientas más potentes que tiene el ser humano para afrontar la vida. Siempre he procurado cultivarlo, así que me sale de un modo espontáneo. En mi libro "Diálogos con Áxel" hay bastantes pinceladas al respecto. Ahora me apetecía escribir algo que fuera cómico pero sin caer en la banalidad, cómico pero a la vez profundo y que al mismo tiempo me sirviera para denunciar y señalar. La comedia negra me permite conjugar estos elementos. Recuerdo que, cuando se dijo que había escrito este libro, una compañera de la escuela me dijo que se acordaba de las redacciones de clase con las que hacía reír a mis compañeros. Me comentó que sabía que acabaría escribiendo una comedia... Siempre he sido un poco payaso.

Construye una historia alrededor de un misterioso circo para hablar de las miserias de la sociedad.
El circo es el símbolo perfecto para distraer a la gente de lo verdaderamente importante. Ya lo dijo el poeta romano Juvenal al principio de nuestra era: "Pan y circo". Una frase que con el paso del tiempo se ha ido transformando en "pan y toros" o en "pan y fútbol", pero el principio sigue siendo el mismo. Poco hemos cambiado. Eso sí, para tranquilidad de los defensores de los animales debo decir que mi circo no trabaja con animales, trabaja con algo peor...

Usted dirá.
Prefiero no desvelarlo, que lo descubra el lector...

¿Pagamos hoy las consecuencias de haber barrido debajo de la alfombra durante demasiado tiempo?
La tendencia del ser humano siempre ha sido esconder las cosas que no le gustan o que le dan miedo. Las aparta, las ignora... y si se da el caso esconde la cabeza como un avestruz. Por ejemplo, y hablo de ello en esta novela, la gente prefiere pensar que nunca envejecerá, que nunca enfermará o sufrirá una discapacidad. Hay una gran dificultad para ponerse en la piel del otro y como consecuencia lo vemos como un ser extraño o, lo que es peor, como un número o un simple objeto.

Hábleme de los personajes principales.
Son una pareja de ancianos que aspiran a vivir digna y tranquilamente. También está el mánager del circo, un individuo maquiavélico. Y como personaje secundario destacaría un chihuahua muy cariñoso.

La editorial publicita su historia como una trama con la que hace aflorar temas universales como el abuso de poder, la confrontación ideológica, la manipulación de las masas… ¿Es un libro donde se van a encontrar respuestas?
La novela habla de muchas cosas pero es verdad que la columna vertebral gira en torno a cómo se comporta el poder en sus múltiples ramificaciones. Probablemente lo más original sea que hablo de ello desde una visión distinta, desde un ángulo que uno tiene que haber vivido o sufrido para saberlo. Soy un buzo acostumbrado a navegar por las aguas negras que circulan por las alcantarillas, por lo que puedo dar una descripción de ella. Más que ofrecer respuestas, el libro es de las pocas armas que tengo a mi alcance, un puñal para pelear contra aquello que no me gusta de la sociedad. No porque sea un idealista, sino porque me siento impotente por lo que veo. No quiero vivir en la sociedad que describo. Aunque quizá si tuviera la respuesta por la que me preguntas me encargaría de hundir economías en la sombra, y tendría una buena cuenta en Suiza; o a lo mejor hubiera abandonado toda esperanza en el mundo y me hubiera retirado a un monasterio.

"Diálogos con Áxel" surge de la necesidad por explicar una experiencia vital. En el caso de "Alehop", ¿ha disfrutado recreándose en el terreno de ficción?
He disfrutado mucho escribiendo ambos. Si uno no disfruta con lo que hace no logra transmitir. Otra cosa es la temática o la forma de tratar cada historia. Cada historia te exige un estilo, un ritmo y un tono diferentes. "Alehop" es ficción, pero en algunas cosas la realidad supera con creces lo que he escrito. Es un libro muy comprometido socialmente y muy serio, a pesar de que también busco la risa.

Cinco años de trabajo para que esta novela vea la luz, ¿es de aquellos autores que conviven con sus personajes?
Sí, y en ese sentido me arrepiento un poco de haber escogido como protagonistas principales a dos ancianos. Para convivir a diario creo que hubiera preferido una rubia de grandes pechos (ríe). Para escribir una novela que esté mínimamente bien necesitas varios años. En mi caso este periodo se dilata por mis problemas físicos, una guerra constante entre cuerpo y mente. Cinco años pueden parecer muchos pero la semana tiene siete días y tengo que descontar tres en los que me duele todo, otro que me tiraría por la ventana, y otros dos en los que no rindo porque el ruido me distrae, por lo que solo me queda un día para escribir, pues el domingo hay que descansar...

¿Cómo lleva que Rosa Montero le haya hecho la tira promocional?
Es un halago. Rosa es un ser excepcional. Una de las cosas gratas que me ha ofrecido la vida y la escritura. Le dejé leer el libro, le encantó y se ofreció a escribirme la tira. Creo que quien lea el libro estará de acuerdo con ella. Rosa tiene una gran capacidad de síntesis. No va a arriesgar su prestigio para quedar bien.

Para usted ¿escribir es terapéutico?
Es básico para poder afrontar mi día a día. Escribir forma parte del ejercicio mental que realizo para tratar de mantenerme en forma. Me hace pensar, investigar, reflexionar... La escritura es uno de los finos hilos que sustentan mi vida, mientras todo a mi alrededor se va derrumbando. Y tengo la suerte de que la tecnología me permite seguir haciéndolo. Cuando hace un tiempo que no leo o escribo me empiezan a suceder cosas raras. Sin ir más lejos, ahora mismo mi mente está sufriendo una especie de ilusión en la que me parece estar delante de un ángel de singular belleza y simpatía que me está entrevistando, por lo que tendré que zambullirme en la lectura de Joyce para que se me pase el ataque.