Antonio López Beviar. Empresario - Javier

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Autoficha
Me llamo Antonio López Beviar, nací en Valladolid y vine a vivir a Menorca con dos años. Crecí en Ciutadella, vivo en Alaior y tengo mi tienda 'delicatessen' en Maó. Estoy casado y soy padre de dos hijos. Cuando tengo tiempo libre me gusta la pesca y todo lo que tenga que ver con el buen comer.

Dice que se siente menorquín a pesar de haber nacido en Valladolid.
Sí. Mi madre es de Murcia y mi padre de Valladolid. Se conocieron muy jóvenes en el Hotel Sur Menorca cuando vinieron a trabajar en la Isla. Los dos se fueron a Valladolid y mi hermano mayor y yo nacimos allí. Cuando yo tenía dos años nos instalamos en Ciutadella, donde he crecido. Luego mis padres montaron un restaurante en Alaior, que han tenido durante 21 años y donde yo también trabajé.

¿Fue ése su primer trabajo?
Estudié en Ciutadella y en Maó pero me gustaba la hostelería, así que trabajé con mi padre. Mi mundo es el de la alimentación, lo gourmet siempre me llamó la atención. Por eso, hace cuatro años puse en marcha mi negocio y, hace dos, una sala de catas, que fue el primer espacio oficial en la Isla, construido especialmente para ello. Lo mío es totalmente vocacional.

Y, ¿cómo reaccionó la gente cuando abrió el establecimiento?
Al principio venían a curiosear pero ahora ya tengo una buena cartera de clientes fieles. El hecho de traer productos de fuera para darlos a conocer aquí fue un reto. Hay quien no sabe ni que existen. Lo que más éxito tiene son los jamones Joselito, la bodega de vinos y la selección de quesos.

¿Qué productos son los que más cuesta vender?
El caviar, supongo que por el precio que tiene. Hay productos que los descartamos porque no se venden y traemos otros, vamos probando. El pan de oro tampoco tuvo éxito porque es para alta cocina. También tuvimos vino espumoso con oro de 24 quilates. A la gente le llama la atención nuestra mortadela, que pesa 120 kilos y tiene un corte tan ancho como una bombona de butano.

Vende algunas botellas de vino a 2.000 euros. ¿Cree que esos precios están justificados?
¿Lo está un cuadro con garabatos que vale miles de euros? Son productos únicos, que proceden y contienen lo mejor. Hay que saber apreciarlos. Precisamente, con los cursos de catas que hacemos, la gente aprende a valorar, por ejemplo, el vino. Interesan mucho, ya hemos llenado todas las plazas para el que llevamos a cabo ahora.

¿Planes de futuro que le hagan ilusión?
Por ahora, nada de viajes porque estuve en Nueva York hace poco viendo cómo está el mercado por allí. Lo que quiero es seguir trabajando con mis clientes, que es lo mío. Y, por supuesto, ver crecer a mis hijos.