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Amancio Pérez Sánchez nació el 21 de Junio 1927 en Tapia de Casariego, un municipio de la costa occidental del Principado de Asturias. A principios de la década de 1950 se trasladó a Menorca para ocupar la plaza de farero de la Illa de l'Aire, donde residió hasta el verano de 1954, junto con el resto de personal destinado a la misma instalación. Los últimos nueve meses estuvo acompañado por su esposa María Eulalia Iglesias Méndez, nacida el 10 de diciembre de 1930 en Santagadea, una población situada en el mismo municipio asturiano. El pasado mes de julio, 57 años después, Eulalia regresó de nuevo a Menorca acompañada de dos de sus hijas para rememorar su estancia en la Isla, esta vez sin su esposo ya fallecido, a pesar de que no pudo visitar de nuevo el faro de la Illa de l'Aire.

Su marido era natural de un municipio bañado por el Cantábrico. ¿Tenía antecedentes familiares en el oficio de farero?
No había ningún antecedente. Su padre era barbero y su madre modista. El padre quedó ciego siendo Amancio un chaval y por eso tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar allí, en Tapia, en diferentes trabajos: secretario en Educación y Descanso, pasaba las películas en un cine de su familia, ya que tenía carné de operador de cine, pinchadiscos en los bailes y otros, todo esto antes de ser farero.

¿Y por qué se hizo farero?
Porque el marido de una prima suya y varios amigos suyos en Tapia ya se habían presentado a las pruebas a técnico de Señales Marítimas. Era así como se llamaba el farero, lo animaron y a él por un lado le atrajo la idea de ser farero y por otro lo vio como una buena salida profesional para poder casarse y formar una familia. Durante los quince años que trabajó como farero realizó a distancia los estudios de Perito de Telecomunicación, ya que su ilusión siempre había sido hacer una carrera pero su familia no se lo podía permitir económicamente. En el momento de acabar la carrera dejó los faros.

¿Fue Menorca su primer destino profesional?
Sí, fue su primer destino y no pudo elegir el lugar. Creo que vino en 1951 o 1952, porque aún éramos novios y cuando llegó la primera vez fue solo. Estaba soltero, nos casamos en unas vacaciones en Tapia y después ya me vine a Menorca con él.

Debió realizar un largo viaje, en unos años en que las comunicaciones no eran tan buenas como hoy día.
De Tapia a Oviedo viajó en autobús, luego a Barcelona en tren y, finalmente, a Menorca en barco.

¿Cuál fue su primera impresión al llegar a la Illa de l'Aire?
Yo no iba con él en esa primera ocasión pero me escribía y me contaba cómo era la isla, me hablaba de lo distinto que era todo respecto de lo que conocíamos, que en la isla sólo había roca y vegetación baja, nada de árboles, que sólo había el faro, así como de lo bien que lo recibieron los compañeros. También me hablaba de los animales que había, en concreto de los conejos y de las lagartijas negras, que las llamábamos así a las 'sargantanes', y de los pescadores que llegaban a la isla de los pueblos cercanos. Claro, era algo muy distinto a Asturias, pero se le notaba muy contento y enseguida totalmente adaptado.

En aquellas época el farero vivía en el propio faro. Explíquenos cómo era la vivienda y el resto de instalaciones.
Había dos viviendas que constaban de cocina, un baño y varios dormitorios, pero todas las estancias eran muy amplias. Teníamos una cocina que no recuerdo con que combustible funcionaba, sólo que a veces no podíamos encenderla debido al viento y cocinaba en un hornillo de gas. Es decir que teníamos lo básico nada más y comodidades ninguna, pero era así en todos los faros en aquella época.

¿Cómo les suministraban los víveres a la Illa de l'Aire?
Desde el puerto de Maó partía una barca que nos llevaba los víveres y todo lo necesario para el faro, la misma barca que utilizábamos para ir a tierra firme, por lo que me imagino que estaba al servicio del faro. Nos transportaban los víveres hasta un pequeño embarcadero que había y nosotros los llevábamos andando hasta el faro que recuerdo que era una buena distancia. No recuerdo quién llevaba esa barca pero cuando empezábamos a verla nos parecía del tamaño de una gaviota.

¿Cómo era el trabajo diario del farero?
Los dos fareros hacían turnos, no recuerdo exactamente cómo, si días alternos o por semanas. Y su trabajo era encender el faro a su hora, estar pendiente de su mantenimiento y de que todo funcionara bien, y si algo se estropeaba arreglarlo, por supuesto. Porque no sé ahora, pero en aquellos momentos pasaban al lado los barcos que iban a Mallorca y otros, me imagino. Y era vital su buen funcionamiento.

¿Quién era el otro farero?
Se llamaba Fernando pero sólo se quedaba allí cuando le tocaba su turno, su residencia la tenía en Maó con su mujer e hijas, que a veces le acompañaban unos días, me imagino que cuando las niñas tenían vacaciones. También había un ordenanza, creo que se llamaba Lorenzo, que vivía con su mujer y su hija de cinco o seis años, Magdalena, en una casa al lado del faro. Teníamos mucho trato con ellos y en su casa fue donde probé por primera vez los boniatos al horno que, por cierto, me encantaron. La mujer creo que se llamaba Martina, ya pasaron muchos años y no recuerdo bien los nombres.

¿Y qué hacía el ordenanza?
Su trabajo era ayudar en ciertas tareas, como subir el combustible arriba, a la linterna del faro ya que eran muchas escaleras, se me olvidó cuántos escalones había, pero lo sabía porque subí alguna vez, pero eran muchísimos. Y también había un suplente para cubrir los permisos o vacaciones de los fareros. Recuerdo que era de Mallorca y nos traía los embutidos típicos, butifarra, sobrasada, que fue la primera vez que los probé.

Ahora cuénteme qué hacía usted durante todo el día.
Yo hacía las labores de casa. La ropa la lavaba en unos grandes barreños de barro. Teníamos un tendal donde un pozo que había al lado del faro y otro dentro, en la habitación donde había los barreños de lavar. Hacía la comida, a veces lo que pescaba Amancio, recuerdo dos pescados en concreto, la morena y el mero. Bueno, en general me encargaba de la casa.

¿Solían trasladarse menudo a tierra firme?
Estando yo fuimos dos veces a Maó, una al médico y la otra invitados a casa de Fernando, el otro farero, pasamos el día con él y su familia, en aquel momento tenían dos niñas. Recuerdo de Maó las casas blancas que me llamaron mucho la atención.

¿Qué hacían en su tiempo libre?
Bajábamos al embarcadero, allí charlábamos con los pescadores de pueblos cercanos que paraban y allí mismo allí preparaban el pescado y se lo comían. Paseábamos por la isla, nos cuidábamos del pluviómetro para anotar la cantidad de lluvia y también recogíamos la sal que quedaba entre las rocas cuando el agua del mar se evaporaba y la utilizábamos para cocinar, era una sal muy buena, por cierto. Y luego teníamos "nuestras lagartijas", como les llamo yo, que se acercaban al faro y les dábamos de comer. Mis hijos me preguntan siempre si no me daban miedo y yo les digo "pero si eran nuestros animales de compañía".

Vivir en un islote tan pequeño, como la Illa de l'Aire, y más durante los meses de invierno no debía ser tan agradable.
No tengo recuerdo de los temporales, al menos el año que yo viví allí no hubo ninguno especialmente fuerte. Se sentía mucho el mar, muchísimo viento, pero las olas no llegaban al faro. Lo único es que a veces no podía ir la barca de los víveres pero teníamos reservas y, en esos casos, hacíamos nosotros el pan. A pesar de ello, el tiempo que estuve allí fue el más feliz de mi vida, fue como una larga luna de miel, recién casados y en una isla desierta.

¿Hicieron amistad con otras familias?
Excepto con la del otro farero y la del ordenanza, que por cierto él y su familia hablaban menorquín, no tuvimos oportunidad de hacer más amistades dado el aislamiento que había y las escasas comunicaciones de la época.

¿Visitaron los demás pueblos de la Isla?
Mientras estuve yo no. Pero en las fotos que tenemos se ve mi marido junto a una barca y otra gente, que podría ser Punta Prima, pero no sé si el llegó a conocer más pueblos.

¿Cuántos años estuvieron viviendo en el faro?
Entre dos y tres años, de los cuales yo viví los últimos nueve meses. Nos casamos en septiembre de 1953 y nos marchamos hacia el verano del 1954, porque recuerdo que en mayo aún estábamos allí porque yo le enseñaba canciones de mi tierra, típicas del mes de mayo, a las hijas de Fernando, que era el otro farero.

¿Por qué abandonaron Menorca?
Porque Amancio pidió traslado para la Península para estar más cerca de nuestras familias, que vivían en Asturias.

¿Cuál fue el nuevo destino?
El nuevo destino fue en Galicia, el faro de Punta Insua en un pueblo que se llama Lariño, en la provincia de A Coruña. Después estuvimos en Cabo Vidio en Asturias y luego en Llanes, también en Asturias. Ahí Amancio acabó la carrera y decidió dejar los faros con pesar porque le gustaba esa vida pero quería vivir en una ciudad para que nuestros hijos tuvieran más facilidades para estudiar. Su nuevo destino fue Correos y Telégrafos en A Coruña, y desde entonces aquí estamos, bueno ahora yo y mis hijos porque Amancio murió ya hace quince años.

Qué diferencias ha encontrado entre la Menorca de hoy día y la que usted que conoció hace más de medio siglo?
¡Muchísimas! La Menorca que yo recordaba era casi virgen, ahora está mucho más urbanizada y edificada. El turismo era casi inexistente y ahora hay tantísima gente, restaurantes, hoteles, la verdad me pareció otro mundo. Y por ejemplo Punta Prima era un pueblecito de pescadores, con cuatro casas. Lo único que reconocí fue la isla con el faro, con "mi faro", y eso que sólo la pude ver desde Punta Prima, que me hubiera gustado poder ir a ella y ver "mis lagartijas"...

¿Y por qué no fue?
Mis hijas preguntaron y les dijeron que ahora no se puede acceder a ella. De todas formas, me ha encantado volver después de tanto tiempo, porque desde que marchamos no volvimos, y aunque he sentido mucha nostalgia acordándome del tiempo que pasé ahí y recordando a mi marido, me ha hecho mucha ilusión volver con dos de mis hijas. La verdad es que han sido unos días muy agradables, lo hemos pasado muy bien, recorrimos toda la Isla y nos ha parecido preciosa, a ver si el próximo año podemos volver. Por cierto mis hijas y yo estamos especialmente agradecidas a Manolo, del restaurante Manolo de Punta Prima. Charlando con él le contamos nuestra historia y quedó tan impresionado que fue él quien nos animó a llamar a vuestro periódico.