Luis Sanz Álvarez, extremeño de 61 años, siente verdadera pasión por la literatura. Tal como él dice, "todo lo que se expresa a diario, puede ser un poema".
Amante de la paella, Lorca y Machado, Sanz acaba de jubilarse tras 42 años de servicio en la Guardia Civil, una profesión que le ha llevado por toda la geografía española.
Casado con Carmen, tiene un hijo, Alejandro, y entre sus aficiones están, además de la escritura, la jardinería, salir a caminar, y pasear a su perro Oto.
Sanz, que además es licenciado en Derecho, está convencido de que ahora podrá destinar todo el tiempo deseado a escribir sus libros, en revistas, y participar activamente en tertulias literarias en diferentes emisoras de radio, acciones que ya lleva a cabo desde hace años.
De hecho, ya ha escrito dos obras. La primera, "Realidades", contiene 82 pensamientos sobre la existencia. De estilo filosófico, ya se está imprimiendo la segunda edición.
Su segundo trabajo, "Tiempo de revueltas", trata sobre un amor que no llega a cuajar. Ambientada en la selva amazónica del Perú en los años 60-70, la novela profundiza en la relación de dos jóvenes indígenas y todo lo que les rodea, desde guerrillas a multinacionales. El escritor presentará el libro en Canarias el próximo 18 de marzo, y su intención es hacer lo mismo unos días antes en Maó, aunque la fecha está pendiente de confirmar.
Actualmente, Sanz está ocupado con su tercer trabajo al que pretende llamar "La joven llegada del frío", una trama policiaca que se adentra en el mundo de la mafia y la prostitución.
Acaba de jubilarse tras 42 años de vida profesional en la Guardia Civil, ¿va a echar de menos el que era su día a día?
Debo decir que me siento muy dispuesto a tener otras ocupaciones. Aunque, sinceramente, lo que más me llena ahora es dedicarme a mi escritura. Está claro que hay que dejar paso a la juventud. La Guardia Civil actual no tiene nada que ver con la de antes. También es cierto que la delincuencia actual no es la misma que la que había hace años. Hay que evolucionar y la Guardia Civil lo ha hecho.
¿Se convirtió en guardia civil porque también lo fue su padre?
A mí me llamaba más la atención la Marina. Estuvimos un tiempo en Tenerife porque fue el lugar al que destinaron a mi padre. Por cierto, el viaje fue larguísimo, nada menos que cuatro días en barco desde Sevilla en 1959. Al cabo de una temporada, tuvimos que volver a Cáceres y tuve que dejar lo de la Marina. Ahí fue donde aprobé las pruebas de la Guardia Civil y me desplacé a Úbeda. Posteriormente, fui destinado a Barcelona, para después instalarme en Inca, Mallorca. En el 72, llegué a Menorca. Fue cuando conocí a mi esposa. Sobre 1977, volví a mudarme a Logroño y Navarra, en el 81 a Valencia, un destino que me encantó y en el que ascendí a sargento. Allí estuve nueve años. Me hubiera encantado quedarme pero, de nuevo por motivos profesionales, volví a la Isla en el 91. Tras una estancia en Mallorca, regresaría a Menorca pero, como ascendí a capitán, volví a viajar, esta vez a Las Palmas y, finalmente, a Baeza.
Es curioso. Inició y acabó su carrera en el mismo lugar.
Así es. Entré de guardia con 19 años y salí de capitán. Eso me lo dijeron mis compañeros en la fiesta de despedida, y yo me siento muy orgulloso de ello porque no todo el mundo tiene esa trayectoria. Aunque debo decir que no he tenido la suerte de poder quedarme en un destino concreto. Mi mujer, por ejemplo, vino conmigo a Logroño y Valencia pero, al final, decidimos que fuera yo solo el que viajara.
¿Qué recuerdos se lleva de la Guardia Civil?
Lo que más me gustaba de mi trabajo era cuando llegaba un particular para agradecer alguna acción del Cuerpo. Lo que menos, cuando he confiado en personas y me la han jugado. Por otro lado, ha habido cosas que me han impactado mucho como el suicidio de un hombre o un atentado en el que vi a compañeros ensangrentados.
¿Y esa mala fama que en ocasiones padece la Guardia Civil?
Son reminiscencias del pasado. Puede ser que un uniforme verde cause más respeto que otro pero todos los Cuerpos Policiales tienen que servir al ciudadano. Como en las empresas, hay de todo.
Por fin, ha fijado su residencia en Maó, y ¿ahora qué?
Pues a disfrutar de mi escritura, y de esta Isla que me enamoró por su tranquilidad y sus gentes. Me encanta Es Grau. Soy vago y no me gusta nadar, pero sí ver el mar.
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