Derrochar, despilfarrar, malgastar, desparramar son sinónimos de gastar y a los que todos acudiríamos si nos plantearan el utópico desafío de poder comprar por un valor de 4.000 euros sin necesidad de poner ni un euro del bolsillo. Los caprichos, los detalles y los regalos de Reyes posiblemente formarían parte de este bello galardón pero ayer se produjo una lección de humildad, solidaridad y sobre todo de necesidad.
El agraciado de la Maratón de Compras "Cómo gastar 4.000 euros en tres horas" que organiza el Centre Comercial Obert Ses Vinyes fue Ángel Robles, un boliviano de 36 años y residente en Maó desde 2004. Hace unos días acudió a la farmacia de la calle Vives Llull para comprar unos medicamentos que necesitaba y se le entregó una papeleta, la única que tenía y coincidente con el Gordo de Navidad. Su mujer y su hija residen en Bolivia, y llevan cuatro años sin verse por falta de liquidez. Trabaja en un locutorio por horas, "no tengo trabajo fijo y lo que gano no me alcanza para traer a mi familia", explica.
El agraciado hizo uso de su ingenio para que las compras contaran con algunas pinceladas de caprichos para él, su familia y amigos pero a su vez, sin grandes despilfarros y muchos productos de primera necesidad. Con gran alegría pero a su vez preocupado por el tiempo que tenía para el gasto, Ángel Robles se personó en el hotel Capri junto a dos amigos, el boliviano Percy Acosta y el nigeriano Vitalis Ugo, así como dos carros de compra y una libreta que rezaba la frase "El poder total de la mente".
El pistoletazo de salida fue a las diez en punto y la primera parada, el mismo hotel, donde reservó una cena para ocho amigos a saborear en víspera de Reyes. En cada una de las tres entidades bancarias asociadas ingresó los 200 euros, cantidad máxima que podía gastar por establecimiento y cuyo destino era claro, el viaje a Bolivia previsto para carnavales y durante el que obsequiaría a los suyos con todo lo adquirido. Ángel Robles iba tranquilo, sin prisas pero tampoco sin pausas.
Hizo parada en la tienda de juguetes. Hubo regalos para su hija Vanessa de ocho años así como para sobrinos e hijos de sus amigos y vecinos. Aseguró que a su hija ya le había mandado algunos regalos aunque no todo cuanto deseaba. Era el momento de comprarle una Barbie y un Kenn.
En tan sólo 20 minutos ya había visitado cuatro comercios y había gastado unos 800 euros y es que la tónica de la jornada se definió por gastar los 200 euros, o unos pocos céntimos menos, en la gran mayoría de establecimientos. Para conseguir el reto la media estaba en ocho minutos por comercio y 20 establecimientos en caso de gastarse los 200 euros permitidos. La media de Robles fue, al principio, de cinco minutos.
Al pasar por la panadería PAMASA hizo uso de su solidaridad. Su deseo era gastarse 100 euros en pan para obsequiar al Geriátrico de Maó. Pero los inconvenientes a la hora de transportar tanta bollería hizo cambiar de idea. Tres cajas de bombones, 30 euros de pan para las personas mayores, dos botellas de cava y 29 cupones de la ONCE fueron finalmente el bote adquirido. En una hora Ángel Robles había visitado diez comercios y gastado la mitad de la cuantía.
Compró carne y embutidos, ropa y zapatos casual para él y su pareja y un chaquetón y un vestido para su madre, dos sillitas de bebé para el coche -una para su amigo Percy y otra para su vecino-, una mesa de mezcla de música, perfumes para su hija y mujer, un par de cámaras de fotos además de un jamón y dos botellas de wiski para compartir con sus amigos.
Su solidaridad volvió a estar presente cuando Robles compró cuatro cajas de folios para regalar a su jefe. A las 11.30 horas ya llevaba gastados 2.600 euros en 13 comercios. A las 12 horas rozaba los 3.000 euros.
Entre las curiosidades, un "body" del Real Madrid para el bebé de un amigo "que es del Barça a matar" y calzoncillos rojos para sus colegas. A las 12.40 minutos y con un saldo restante de 182 euros, Robles hacía su última parada, el establecimiento número 21 de la ruta, la papelería Didasko, donde compró, además de los folios, una impresora.
Los quince últimos minutos y 50 euros los guardó para tomar una copa de cava con quienes le habían hecho la persona más feliz de la tierra.
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