El historiador menorquín Gabriel Cardona Escanero ha publicado un nuevo libro bajo el título "Cuando nos reíamos de miedo. Crónica desenfadada de un régimen que no tenía ni pizca de gracia". En él, Cardona describe cómo el humor se convirtió en un modo de "resistencia" frente al régimen franquista a la vez que retrata a un Francisco Franco "tímido e insignificante, y algo soso". No es, según su autor, un libro de humor, "sino un libro hecho con humor".
Cuenta en su libro que en pleno franquismo el humor se convirtió en un signo de identidad de la sociedad española. ¿Por qué?
El humor siempre suele ser un signo de inteligencia, y la inteligencia está presente en todas las circunstancias. Además, desde siempre los españoles se han reído mucho de sí mismos. Y a partir de los años 20 y a lo largo del franquismo, el humor se intensifica por dos motivos: porque hay una férrea censura y porque con la situación que se vive existe la necesidad de descargar tensiones.
¿Cualquier tema era óptimo para hacer humor?
Sí, incluso las propias desgracias. Se hacían muchos chistes en torno al hambre, por ejemplo. Hay que tener en cuenta que hasta 1953 el pan se racionaba. Reírse de sus males era la manera que tenía la gente de vengarse del régimen. El franquismo fue la época dorada del chiste político.
¿El humor de la época era exclusivo de determinadas clases sociales o sectores?
No. Todo el mundo hacía chistes sobre el franquismo. Era un régimen triste pero el humor siempre estuvo presente. Incluso los falangistas entraron en el juego con la revista "La Codorniz", aunque su humor era más intelectual y surrealista, difícil de entender y no tan seguido por las clases populares. No obstante, lo que abundaba era el humor antifranquista.
¿Y qué pasaba con la censura?
La gente iba con cuidado. Sabían cuándo podían hacer determinados chistes y cuándo no y delante de quién debían hacerlos y delante de quién era mejor estar callado. Aun así, a veces también había represión. Pero incluso la censura era objeto de sátira. La gente tenía necesidad de reírse.
¿Con el paso de los años evoluciona esta manera de hacer sátira sobre el régimen?
Sí. A medida que hay más libertad, el tono del humor que se hace cambia. En la radio aparecen personajes como Miguel Gila, que se atreve a hacer sátira del mito más importante de aquella época, que es la Guerra Civil. Se atreve por primera vez a reírse de ella.
¿El humor de la época reflejaba la realidad de aquellos momentos?
Sí. El humor es un producto de la realidad y un reflejo de la realidad. Es un modo muy apto para explicar la cotidianidad.
¿Era consciente el entorno más cercano del Caudillo de que su figura era la diana de buena parte de los chistes de la época?
Sí. Lo sabía todo el mundo. Su entorno se lo contaba y no le gustaba nada. Franco era muy soso y un gran tímido. Tras visionar las cintas del NO-DO, puedo decir que lo he visto sonreír en tres ocasiones: cuando se encontró con Hitler en Hendaya, con Eisenhower en Madrid, y cuando Eva Perón visitó España.
En su libro, usted describe a Franco como "un cadete gris, solitario y con malas notas". ¿Cómo puede alguien así llegar donde llegó él?
Es verdad que Franco era muy inculto. Por no tener, no tenía ni un diccionario. Sabía poco pero siempre tuvo a alguien cerca para ayudarle. Además, se encontró con coyunturas muy favorables a lo largo de su vida. Cuando se da el golpe de estado en julio de 1936, Franco tiene a siete u ocho por delante de él. Pero muchos mueren y él se coloca al frente casi por casualidad. Y una vez allí, nadie le pasa por delante.
¿Considera que Franco, en su faceta más personal, es un gran desconocido?
Como persona es terriblemente desconocido. En parte, porque el sistema así lo quería. De ahí que estuviera mitificado. Recientemente se han publicado libros que explican cómo era Franco en la intimidad, pero a pesar de ello, sigue estando mitificado.
Está a punto de publicar nuevo libro. ¿Qué nos puede adelantar?
Se llamará "Las torres del honor" y saldrá a finales de enero. Trata sobre el 23-F y sus antecedentes, que se sitúan en diciembre de 1970, que es cuando se inicia el movimiento que cristalizará en los hechos del 23 de febrero de 1981.
¿Le ha resultado difícil escribir este libro?
Sí, me ha hecho sufrir mucho. He tenido que explicar cosas que formaban parte de las angustias de mi vida. Y quería hacerlo sin rencor. De ahí la dificultad. Cuando tuvieron lugar los hechos del 23-F yo era militar, por lo que he tenido que hacer un esfuerzo para convertir en historia una tragedia personal.
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