Stefano Ranzani - Gemma Andreu

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Vitalistas y expresivos Stefano Ranzani, director musical, y Massimo Gasparon, director de escena, escenografía, vestuario e iluminación, viven estos días entregados a "Un ballo in maschera". El ritmo frenético- "normal para la ópera", puntualiza Ranzani- no hace mella en el espíritu con el que ambos maestros abordan la producción elegida por la Fundació Menorquina de l'Òpera para la trigésima novena Temporada de Ópera.

Gratamente sorprendido se muestra el director musical, quien por primera vez trabajaba en Balears. "Aunque no para de llover -dice medio riendo- el ambiente es familiar y tranquilo y he encontrado una actitud muy colaboradora. Todo el equipo técnico es super eficaz, en Italia, por ejemplo, la labor que desarrolla el jefe escénico, Franco Orsini, pide tres personas, el coro pone un gusto y un amor que a veces no se encuentra entre los profesionales y la orquesta en tres días ha hecho un cambio maravilloso, adaptándose a la primera a todo lo que les he pedido".

Esta buena sintonía generalizada permite que se avance a buen ritmo en la preparación de una ópera que no es de las más representadas de Verdi , "lamentablemente", a juicio de Ranzani, para quien esta marginación es fruto de su complejidad. "No es fácil de poner en escena, exige que todos los cantantes sean muy buenos y que la orquesta encuentre la vía justa para tocar, lo que requiere una suavidad difícil de encontrar".

Gasparon, su colega en lo escénico, coincide en la dificultad de una partitura que reclama numerosos efectos dramáticos y por lo que la escenografía -clásica actualizada- quiere primar la fuerza de las metáforas y de los arquetipos sin los que la ópera pierde su esencia. Fiel a su estilo, del que Menorca ya ha tenido ocasión de disfrutar en tres ocasiones, Gasparon busca en esta producción la unión entre palabras, música y ritmo.
Plantea una escena alejada del realismo -"la ópera no puede verse como la tele o el cine, no resulta creíble", advierte- que juega con la abstracción y la síntesis con el objetivo de subrayar la intelectualidad de "Un ballo in maschera".

"Esta obra anticipa a otras como "La forza del destino", "Aída" u "Otello", es una obra ya madura pero menos instintiva que las anteriores, lo que hace que el público asista dubitativo a lo que está viendo. No quiero buscar el romanticismo, me interesa este aspecto intelectual", argumenta Gasparon.

En un orden más general, la aspiración es compartida por Ranzani, quien ve un poco negro el futuro de la ópera. "Cuesta mucho dinero que no se recupera y hacen al hombre pensar lo que puede ser fastidioso. En este sentido, la música de Verdi, que fue tan reinvidicativo, es más actual que nunca", afirma.