No es una terrorista entrenada por Al Qaeda sino una apacible señora británica que ha puesto en evidencia un estrepitoso fallo en los controles de seguridad del Aeropuerto de Luton, en el Reino Unido, al viajar con nada menos que un hacha en su equipaje de mano. Pat Palmer, una viuda de 74 años de edad que tiene su segunda residencia en Na Macaret desde 1985, coló de forma involuntaria, y sin que saltara ninguna alarma, el hacha de grandes dimensiones que pensaba utilizar este invierno para cortar leña en su casa de Menorca.
Lo hizo en el vuelo de la compañía Monarch Airlines entre Londres y Maó del pasado viernes, con absoluta tranquilidad –ya que creía que portaba el objeto en las maletas que había facturado– y sin que los agentes que escanean bolsos, abrigos, ordenadores, zapatos y prendas varias notaran nada extraño.
Eso sí, tal y como ha narrado esta residente británica, que viajaba acompañada de Steve Hough, un amigo de la familia que pasó con ella el control de equipaje, a ambos se les pidió que se descalzaran y se quitaran sus cinturones y otros objetos metálicos. Mientras, el hacha atravesaba sin problemas el escáner y era portada al avión por su propietaria, que no podía dar crédito a lo sucedido cuando llegó a su casa en Menorca y deshizo sus maletas.
Medidas
Todas las compañías aéreas ponen en conocimiento de sus clientes el listado de objetos considerados armas en potencia y que no pueden ser transportados en el interior del avión, entre ellos, Monarch Airlines especifica tijeras, cuchillos, dardos, cortauñas, armas de juguete o cualquier otro instrumento punzante. En el caso del Aeropuerto de Luton, de donde partió el vuelo que tomó Pat Palmer hacia Menorca, se especifica además que no se pueden transportar en cabina hachas y otros objetos como arpones, flechas o patines de patinaje sobre hielo. A esta lista se añaden los líquidos y sustancias inflamables, y las medidas de seguridad se extreman en el caso de los vuelos que se dirigen a Estados Unidos.
El celo en los controles se extremó, y ha ido incorporando prohibiciones, a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y de los sucesivos intentos de atentados, especialmente en los aviones que cubren las rutas trasatlánticas. Fue precisamente en el Reino Unido donde se frustró un complot para hacer estallar diez aviones de aerolíneas norteamericanas en 2006, lo que motivó la prohibición de subir líquidos a los aviones. La Organización Internacional de Aviación Civil anunció recientemente que dicha medida se suprimirá en dos años con la introducción de nuevos equipos que detectan este tipo de explosivos.
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