LAMUELA. El ciclista madrileño recorrió la Isla con una bici normal, no con la que estaba aparcada delante de su hotel, el Almirante Farragut. Inquieto y deportista, ayer repasó para este periódico su experiencia en la vuelta - Cris

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Dos años atrás, el menorquín Marcel Rébora y el madrileño Javier Lamuela se conocieron encima de una bicicleta, cruzando la cordillera del Atlas marroquí. Fue mediante esa amistad como a Lamuela le entraron ganas de conocer Menorca y, sobre todo, de recorrerla en bicicleta. La oportunidad le llegó este año, cuando su amigo Marcel le habló de la vuelta a la Isla en BTT. "Qué mejor manera de celebrar mi 50 aniversario que participando en este acontecimiento", explica Lamuela.

Ayer, tras culminar las tres etapas de la vuelta dentro de los horarios habituados, Lamuela repasaba su experiencia. Fue el día 11, lunes, el día en que se cerraba el acontecimiento, cuando sopló sus primeras cincuenta velas. Nadie lo diría, pues está hecho un pincel, y parte de la culpa la tiene la bici. "Yo me encuentro cada vez más en forma, y lo importante es no dejar de ir en bici".

Desde hace 18 años se considera 'biker', y su currículum ciclístico incluye rutas por Marruecos, Bulgaria, Rumanía y por casi toda la geografía española. Semejante experiencia le sirve para analizar la aventura menorquina con voz sabia. "Ha sido una experiencia muy agradable, que me ha servido para conocer la Isla por dentro y descubrir un aspecto muy diferente del que puedas imaginar como turista".

El madrileño califica la vuelta a Menorca como "dura pero muy completa. Sabía que no había grandes desniveles, pero me han sorprendido las etapas, al ser muy exigentes técnicamente". Se confiesa admirador del color verde de la Isla, y entiende que durante estos días ha podido hacer realidad en Menorca su propósito al subir encima de una bici: "Busco pasármelo bien, hacer deporte y estar en contacto con la naturaleza, puesto que no soy hombre de asfalto".

A la hora de buscar algún pero a la vuelta menorquina, sugiere que se habiliten más puntos de avituallamiento, "puesto que solamente uno, por bueno que sea, es muy poco", asegura. Lo dice, aclara, "con espíritu constructivo", puesto que confiesa que si hubiera una nueva edición del certamen menorquín, volvería. Eso sí, añade que "para los de fuera este certamen nos sale un poco caro, pero la contrapartida ha merecido la pena".

En el apartado positivo, destaca la gran presencia de gente de la organización (conocidos por los ciclistas como vacas) en todos los puntos conflictivos, y el esfuerzo por hacer sentir a todos los participantes que estaban atendidos.

Lamuela soplará dentro de un año una vela más. Quién sabe por dónde pedaleará entonces, pues aunque carga con medio siglo, ni sus piernas ni su espíritu lo notan.