Gustavo Bellazzini nació en La Spezia, situada en la región de Liguria al noroeste de Italia, el 29 de septiembre de 1921, por tanto tiene 89 años recién cumplidos. Hijo de un obrero de los astilleros navales de su pueblo natal, a los 23 años fue contratado en los mismos astilleros en los que trabajaba su padre, donde trabajó por espacio de siete años, hasta que en septiembre de 1941 fue llamado a filas y se enroló en la Armada. Bellazzini fue uno de los primeros marineros que pisó la cubierta del buque de guerra "Roma", que fue botado en junio de 1942.
Quince meses después, Bellazzini también fue testigo del hundimiento de dicho acorazado en aguas próximas a Cerdeña, tras ser alcanzado por dos bombas teledirigidas lanzadas por la aviación alemana en un ataque en el que murieron 1.395 personas. Bellazzini fue uno de los 620 supervivientes de aquel episodio bélico de la II Guerra Mundial, de los cuales 500, entre ellos el propio Bellazzini, fueron trasladados al puerto de Maó. Bellazzini se encuentra estos días en la Isla que hace 67 años le acogió después de haber regresado sano y salvo del infierno.
¿Cuándo entró a formar parte de la tripulación del acorazado "Roma"?
Ingresé en la Armada en septiembre de 1941 y en junio del año siguiente fui el sexto o séptimo marinero que embarcó en el buque tras ser entregado a la Marina italiana. Durante los dos o tres primeros meses los miembros de la tripulación llevamos a cabo tareas para supervisar el funcionamiento de los diferentes equipamientos y organizamos la vida a bordo.
¿Cuál era su misión en el acorazado?
Yo trabajaba como maquinista y me encargaba del mantenimiento de las máquinas y de la dotación de bombas. Trabajaba de las 8 de la mañana hasta las 12 del mediodía, descansaba cuatro horas y volvía a trabajar desde las 4 de la tarde hasta las 8 para descansar otras cuatro horas hasta la medianoche. Entonces empezaba otra jornada con turnos sucesivos de cuatro horas de trabajo y otras tantas de descanso. Cuando el buque estaba atracado, podíamos desembarcar desde las cuatro de la tarde hasta las 10 de la noche en días alternativos.
¿Cómo recuerda el día que sufrieron el ataque de la aviación alemana?
El 8 de septiembre de 1943 zarpamos con el "Roma" del puerto de La Spezia junto al resto de la flota del Mar Tirreno, compuesta por 22 buques, para rendirnos a la flota aliada frente a Bona, en Argelia. No obstante, nos dirigimos a la base naval de La Magdalena, en Cerdeña. Al día siguiente, sobre las 4 de la tarde, un avión alemán Dornier 217 nos lanzó una bomba teledirigida, la primera de este tipo que se utilizó, que atravesó el buque por el centro y explotó debajo del casco en el mar. La bomba dañó cuatro de las ocho calderas y dos turbinas situadas en la popa.
¿Qué hizo usted en aquellos momentos?
Un oficial me mandó a una de las dependencias en las que estaban los generadores para que estuviese junto al teléfono pendiente de las órdenes del mando.
¿Y cuando impactó la segunda bomba contra el acorazado?
Cinco o seis minutos después de la primera. La segunda bomba hizo tambalear el buque, que tenía un tonelaje de 46.000 kilos. Impactó entre la torre de mando y la torre número dos, provista de tres cañones del 38, lo que provocó la deflagración de la carga, alcanzándose unos 2.000 grados de temperatura. La torre de mando se fundió y se dobló como una vela, murieron todos los que se encontraban en su interior.
Y usted estaba en su puesto.
Mi primera reacción fue salir a la cubierta, por lo que tuve que ascender tres plantas en el interior del buque. Cuando salí, el agua alcanzaba la cubierta y me lancé al mar. El buque se inclinó sobre su eje y se partió en dos, primero se hundió la proa y después la popa. El acorazado desapareció en el mar unos 15 minutos después del impacto de la segunda bomba.
¿Cómo consiguió salvarse?
Intenté subir a uno de los botes salvavidas, pero ya estaba completamente lleno. Entonces nadé hasta el cazatorpedero "Mitragliere", uno de los siete buques que acudieron a socorrer a los tripulantes del "Roma" y me rescataron. El "Mitragliere" recuperó a 260 supervivientes.
¿En qué piensa una persona cuando afronta una situación tan dramática como la que vivió usted?
La verdad es que uno sólo piensa en salvarse, no te paras a mirar lo que sucede alrededor. Afortunadamente, salí ileso del ataque y sólo pensaba en mi mujer y mi hija pequeña.
Usted fue uno de los marineros que fueron evacuados al puerto de Maó y, en el caso de los heridos, al hospital de la Illa del Rei. ¿Qué recuerda de aquel día?
Sobre las 8 de la mañana los cuatro buques italianos llegaron a la bocana del puerto y anclaron en la Colàrsega. Muchos de los supervivientes apenas llevábamos ropa encima. Los que no estábamos heridos nos quedamos durante una semana en el interior de los buques y después nos trasladaron a unas dependencias de la Base Naval.
¿Recuerda alguna anécdota?
Cada día nos daban la misma comida, a base de boniato y arroz, aunque había más líquido que otra cosa y no apetecía en absoluto. Una vez rechazamos la comida y la tiramos al mar. Entonces conseguimos que uno de los nuestros trabajase en la cocina y, a partir de entonces, la comida mejoró mucho. Además, por la noche solíamos dormir en el suelo de una nave.
¿Qué hacían durante el resto del día?
Solíamos ir a pasear a la ciudad, pero no podíamos hacer muchas cosas porque no teníamos dinero para gastar. A veces íbamos por el campo para comer higos chumbos y saciar el hambre. A partir del segundo mes empezamos a cobrar 50 pesetas mensuales. En una ocasión, reunimos una cierta cantidad de dinero y fuimos a un bar de la ciudad para celebrar que nos habíamos salvado.
¿Cuánto tiempo estuvo en la Isla?
Yo y mis compañeros estuvimos en la Isla poco más de tres meses hasta diciembre, cuando embarcamos hacia Caldes de Malavella, en Girona. No obstante, aquí se quedaron los heridos y mandos durante mucho tiempo.
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