Sor Amor. Le gusta el silencio, leer, escribir, pasear y servir - Javier

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No esconde su edad. Hace 67 años que nació en León. Sor Amor Álvarez Mediavilla es miembro de la Compañía de las Hijas de la caridad, "por la gracia de Dios", desde 1964. Ha dedicado casi cincuenta años al servicio de la educación y ha servido en Barcelona, Palma y hasta ahora, siete años, en Maó. "He aprendido a descubrir la belleza de la Isla, las raíces y la riqueza de relaciones personales", comenta y valora la dedicación de quienes forman parte como ella de las dos comunidades religiosas en Maó al servicio de la enseñanza en el colegio San José, la sanidad, en Caritas Diocesana, AIC y otros servicios de voluntariado.
Sor Amor se considera una persona afortunada y feliz, sobre todo en el ámbito vocacional y profesional. Le gusta el silencio, la lectura, escribir, pasear y pocas cosas más porque casi todo su tiempo lo dedica al servicio del colegio y en actividades propias de la Comunidad, a temas o trabajos esenciales, que fundamentan el ser y el quehacer de una hija de la caridad. En su vida hay un momento especial cada semana, el domingo como día del Señor, de descanso y de encuentro en la Comunidad cristiana, para "cargar pilas" e iniciar la semana "con los deberes realizados".

La Familia Vicenciana, está a punto de concluir la efeméride de los 350 años de la muerte de sus fundadores. Éste el motivo de esta entrevista.

Considerando que han transcurrido más de tres siglos desde los orígenes de la Compañía de las Hijas de la Caridad, ¿cómo ve en los tiempos actuales el carisma que les han legado estos dos profetas de la caridad?
Somos conscientes que han transcurrido 350 años y que, por tanto, el mundo, la sociedad y la compañía han cambiado, pero también somos conscientes que las instituciones, su doctrina, su espiritualidad siguen vivas y constituyen, ayer, hoy y mañana, una brújula y un cayado imprescindibles para nuestro camino.
En alguna ocasión, San Vicente de Paúl les dijo de forma tajante: "Hijas mías, tenéis que ir a socorrer a los pobres con la urgencia que se va a apagar un fuego".

¿Qué considera urgente en la realidad que vivimos y cómo apagar tantos fuegos?
Discernir los servicios que tenemos y ver si en ellos se actúa con criterios vicencianos. Facilitar desde nuestro ser de Hijas de la Caridad el acompañamiento y la colaboración con los laicos. Ayudarles por el testimonio y la formación que se les propone para que descubran su misión como hijos de Dios y su papel en la misión de la Iglesia en los servicios vicencianos. Valorar su trabajo y esfuerzo en el proceso de relevo de las Hijas de la Caridad. Abrinos, en la medida de nuestras posibilidades, a otras presencias de servicio en consonancia con la edad y nuestra opción por los más pobres. Cuando se conoce un poco a San Vicente se tiene la sensación de que la realidad de los pobres le convirtió, y lo que aprendió de ellos, le llevó a decir: "Una Hermana irá diez veces a visitar a los pobres y diez veces encontrará en ellos a Jesucristo". Incluso fue más radical: "Si es menester, hay que dejar a Dios por Dios".

¿Qué les diría hoy para revalorizar esta unidad de vida, este "ser místicas en la acción"?
Que nos revisemos un poco y procuremos llevar las conclusiones de la oración a la vida y de la vida a la oración. Y que nunca olvidemos una cosa muy importante: hay que servir a los pobres con el sudor de nuestra frente y con el esfuerzo de nuestros brazos.

"El amor es infinitamente inventivo", decían sus santos fundadores. Por eso, San Vicente y Santa Luisa no rehusaron los medios que en su cultura facilitaban servir y evangelizar a los pobres. Hoy, sin duda, usarían las nuevas tecnologías. ¿Qué les aconsejaría sobre estos medios tecnológicos?
Pienso que sí estarían "informatizados" pues pusieron los métodos más avanzados al servicio de los niños, de los enfermos en su momento para atenderlos corporal y espiritualmente. ¿Qué nos dirían? Hijas mías, tenéis que conocer muy bien estos medios, y tenéis que usarlos para el servicio a los pobres. Con estos medios se puede llegar hasta los últimos rincones para hacer más eficaz el servicio y la evangelización de los pobres. Estos medios son totalmente necesarios hoy, pero todo depende de cómo los uséis. En vuestras Constituciones tenéis una frase que nunca se puede olvidar: "Hay que humanizar la técnica".

Hoy estamos inmersos en un mundo donde se habla de la globalización, del verdadero y falso desarrollo, de la justa distribución de los recursos, de la crisis económica, de la crisis de valores, de las víctimas de un sistema injusto... ¿Qué les dirían hoy San Vicente y Santa Luisa de todo esto a las Hijas de la Caridad?

Que debemos considerar estos temas desde el Evangelio, desde las enseñanzas de los Santos Padres, la doctrina social de la Iglesia... Son temas que no existían en mi tiempo tal como hoy existen. Sin embargo, hay una cuestión fundamental que todas las encíclicas sociales han subrayado desde siempre: la persona humana debe ser el centro de todo y todo tiene que estar al servicio de las personas y del desarrollo integral de la persona.

La caridad es el centro neurálgico del cristiano. El Papa Benedicto XVI nos lo recuerda con insistencia en sus encíclicas. San Vicente fue el santo de la caridad.

¿Cómo debemos vivir hoy la caridad, en un mundo bastante egoísta e insolidario?
Me parece importante contestar con unas palabras muy precisas y exigentes de San Vicente. "Mirad: sin caridad no somos verdaderos cristianos. Yo dije una vez que "ver sufrir al hermano y no compadecerse con él, es ser cristianos en pintura, es ser cristianos de cartón, es ser peor que las bestias". En el S. XVII francés "el siglo de los pobres", pues así le llamaban por la "imponente máquina de hacer pobres", generadora de hambre, guerras y deshumanización, San Vicente y Santa Luisa, buscaron todos los medios y movilizaron todos los estamentos sociales y políticos y religiosos para dar múltiples respuestas a tantos problemas: caridad asistencial, promoción de toda la persona, denuncia profética de los mecanismos perversos que generaban pobreza, la institución de las Hijas de la Caridad, los Padres Paúles y de las diferentes ramas vicencianas extendidas por los diferentes países del mundo.

Decimos que vivimos en un mundo "globalizado", pero muchas veces no conocemos al vecino de al lado, ¿qué rasgos cree que deben identificarnos como cristianos y vicencianos para que la caridad sea también "globalizada"?
Yo creo que a los seguidores de Jesús de Nazaret y en este sentido también el carisma vicenciano tenemos que situaros en la realidad como ellos lo hicieron y ver en ella un signo revelador del Reino de Dios. Es preciso estar cercanos desde nuestro estilo de vida, y generar recursos que van más allá de la justicia. La caridad nos urge no sólo a dar, sino a darnos con la actitud del buen samaritano. Yo creo que lo económico no sólo necesita una revisión interna (beneficios) sino un replanteamiento de su lugar en lo social. Poner la economía al servicio de las personas y su desarrollo integral. Desarrollar el factor C: cooperación, compartir, calidez; es decir, tiene que tener un sabor humano.

Hoy, una de las necesidades que urge atender es la gran afluencia de inmigrantes. ¿Cuál cree que debe ser la postura de los cristianos y en ese sentido de los vicencianos ante las personas concretas que acuden a nuestras puertas reclamando socorro?
Acogida, cordialidad, gratuidad para escucharles y procurar ser creativas y audaces para despertar en ellos algún cauce de esperanza .

¿Y ante la legislación actual?
Creo que es muy importante conocerla. Adentraros en el estudio de la Ley de Extranjería para defender los derechos humanos, no se debe recortar la dignidad de la persona. El problema migratorio plantea un auténtico problema ético: la búsqueda de un nuevo orden económico internacional para lograr una distribución más equitativa de los bienes de la tierra. Yo creo que la Iglesia y las Instituciones religiosas a lo largo de la historia hemos aportado debilidades, pero sobre todo el ejercicio de caridad expresado de múltiples maneras: dedicación, proyectos, bienes, envío a países de misión. Me parece que hoy también hace falta ampliar esta red e implicar a las instituciones gubernamentales y civiles; los pobres que cada día se multiplican son hijos de Dios, pero también son ciudadanos, personas merecedoras de la justicia. "Cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como caridad lo que ya se debe dar en razón de la justicia". En las enseñanzas actuales de la Iglesia, el Papa Benedicto XVI, en su encíclica "Caritas in Veritate" (número 6), nos ofrece este texto: " La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar de lo 'mío' al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es 'suyo', lo que le corresponde en virtud de su ser y obrar".

A punto de cerrar el Año Jubilar, ¿qué subrayaría como conclusión de este 350 aniversario?
Pues que más allá de la riqueza y participación en diferentes encuentros locales y provinciales, la celebración de esta efeméride creo que nos ha ayudado a cuantos la hemos seguido, a tomar conciencia del Carisma: "somos responsables de una herencia: los pobres". Las diferentes ramas vicencianas: AIC-Asociación Internacional de Caridad, Asociación de la Medalla Milagrosa, Conferencias de S.Vicente de Paúl, los movimientos de laicos implicados en la educación cristiana, en la Pastoral local u otros servicios, además de la reflexión, llevamos adelante nuestro compromiso en el Proyecto Haití, con la aportación de algo más de 5.300 euros. Ante la extensión del desastre, es alentador ver la capacidad de reacción de las Hermanas allí implicadas: ya llevan a término una escuela infantil y se piensa en un orfanato para la multitud de niños huérfanos., entre otros servicios. Nuestro deseo es -como fue para los fundadores- implicar a más personas en el carisma que nos legaron, poder enriquecer las diferentes ramas de la Familia Vicenciana: hombres y mujeres que, como complemento a su vida laboral y familiar son sensibles a las distintas pobrezas. Poder revitalizar y organizar la caridad asistencial y promocional de manera que responda a las exigencias de nuestro tiempo.

Para terminar, ante el descenso de vocaciones y la media de edad de las religiosas ¿qué actitud y retos tiene la Institución?
A nivel mundial, la Compañía nos urge a vivir en solidaridad con otros países, y a pesar del descenso de vocaciones sobre todo en Europa, afronta el reto de nuevas implantaciones de Hijas de la Caridad, de laicos vicencianos en países como África, Oriente Medio, América Central y países del Este, donde también se ha infiltrado el secularismo, la desigualdad y la pobreza. La Compañía nos insta, sobre todo, a ser fieles al Espíritu, a vivir con optimismo es decir, combinar realidad y esperanza. A pedir al Señor la audacia de San Vicente y Santa Luisa, hacer fuerte y humilde nuestra fe en este mundo que parece alejado del Señor, pero que tiene una gran sed de Dios. Una buena manera– creo yo– de agradecer este año jubilar y de seguir avanzando en la historia que queda aún por construir.