visita. Quico y Mercedes en su casa con una de sus gatas, Vicky. Abajo, Jordi Ferrés, educador de gatos, y Jordi Vila, secretario de la Protectora de Animales de Ciutadella. - Elena

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Los gatos son tremendamente enigmáticos y Mercedes lo expresó perfectamente con esta frase: "En el antiguo Egipto, los gatos eran considerados dioses, se ve que ellos todavía recuerdan este hecho". Quico y Mercedes, tal como quieren que les llamemos, conviven con dos gatas. Una se llama Vicky, con nada menos que 20 años y de color blanco y negro; la otra se llama Fefé, muy tímida, de pelo largo e hija de Vicky. El problema de la pareja es que sus dos gatas hacen sus necesidades sobre el pequeño sofá de un cuarto de la casa y, siempre que pueden colarse, hacen lo mismo en otros rincones. Al enterarse de que Jordi Ferrés, educador de gatos, llegaba a Menorca de la mano de la Protectora de Animales de Ciutadella, Quico y Mercedes no lo dudaron.

Cuestión de fronteras
Jordi Ferrés se presentó en el domicilio de la familia. Ambas gatas huyeron, pero la mayor sucumbió a la curiosidad al cabo de pocos minutos. Tras mantener una conversación con la pareja, Ferrés tuvo muy claro qué era lo que estaba pasando. Los gatos no son como los perros, por tanto la convivencia con ellos debe funcionar de otra manera. El gato no tiene un sentimiento de pertenencia o inferioridad, él se considera a la misma altura que la persona, por ello, quieren disfrutar del mismo espacio que los demás. "El hecho de que Quico y Mercedes los encierren en el salón por la noche se convierte en una obsesión para las gatas. Cuando hacen sus necesidades por ahí es una señal de protesta, están diciendo que hay algo que no les gusta o les molesta", explica Ferrés. De hecho, las fronteras significan un drama para los gatos y en cuanto puedan mostrárselo al responsable de tal limitación, lo harán. "Debéis dejar las puertas abiertas, que haya vía libre. Tendréis que levantar el sofá al que acuden a 'vengarse' para que no accedan a él. En un tiempo, el problema debería terminar, las gatas entenderán que son libres" concluye Jordi. Un problema que en principio parecía tener fácil solución, ha durado seis años y ha conllevado tener que comprender que el gato es un animal extraordinario, de enorme personalidad, y al que hay que entender. A pesar de que en ocasiones pueda no gustarnos, algunas veces hasta hay que ceder ante él. Ahí precisamente radica su belleza.