Victoria Lafora es uno de los nombres ilustres en el periodismo español. Su palabra es cátedra, y actualmente la sienta como subdirectora de informativos de CNN+. Muy crítica con la crispación política, Lafora ofrecerá esta noche (20 horas) una conferencia en el Cercle Artístic de Ciutadella bajo el título "Madrid, foco de paroxismo político".
Diccionario en mano, paroxismo significa exaltación extrema de los sentimientos...
Yo hablo de exaltación extrema del sentimiento de la política. Se ha perdido un poco la perspectiva de lo que realmente es importante y fundamental. La batalla política entre los partidos, sobre todo el del gobierno y el de la oposición, no discurre por los campos de lo fundamental, sino que se queda en lo accesorio, metidos como están en una bronca permanente.
Lo vemos a diario.
El último ejemplo es la mesa constituida para intentar superar la crisis económica. El debate se queda en temas accesorios, en lugar de buscar medidas que solucionen el grave problema de este país que son los cuatro millones de parados.
Desde Madrid deben vivir ustedes más que nadie esta sensación.
En Madrid se vive de manera especial esta vorágine. Los políticos de la capital irradian hacia el exterior una manera de hacer política que influye en las autonomías. Se cursan instrucciones a la periferia porque los necesitan para reforzar el liderazgo de los candidatos de Madrid. Y luego, cuando en la periferia hay problemas, desde Madrid no quieren que dañen la imagen de sus candidatos. La clase política exporta crispación madrileña pero no quiere que le devuelvan líos. Los madrileños sufren las consecuencias precisamente por vivir aquí.
¿Cómo?
La crispación se vive en los bares, en las tertulias... La política lo impregna todo, incluso las cenas familiares, donde hay temas que no se pueden tocar. Además, al ser la sede central de las instituciones, cualquier protesta pública tiene más resonancia aquí que en ningún otro lado. Madrid ha llegado a ser el manifestódromo nacional.
Quizás uno de los problemas de esta crispación es que se confunde la esencia de la política con el partidismo político.
¿Hay alguna forma en este momento de hablar de política que no sea el partidismo? De la política para el pueblo se ha pasado a la política para los partidos. Falta sentido de estado, pero el ciudadano tampoco aporta mucho en este sentido. Se queja mucho, pero ha desaparecido la reivindicación. El ciudadano trabaja poco, se ha perdido mucho movimiento asociativo y vecinal.
En Menorca, tierra que usted conoce bien, parece que el movimiento vecinal resurge...
En su día Menorca tuvo un movimiento ecologista fuerte, que realizó una gran presión que ha tenido un papel vital a la hora de salvar espacios verdes y calas vírgenes de las que ahora puede presumir en contraposición con las otras islas. Y los ciudadanos apoyaron este movimiento, y es así como deben hacerse las cosas, entre todos.
Pero no parece que el clima actual aliente a los ciudadanos de a pie a involucrarse en la colectividad.
Hay muchas formas de participar en la cosa pública, no solamente la afiliación a los partidos políticos. Por ejemplo, en este país se están instaurando focos xenófobos muy importantes, y los ciudadanos tienen un papel muy importante para que no crezcan. No sólo hay que pensar en la política, un terreno donde los políticos deben trabajar para mejorar la situación actual, porque son los máximos responsables de la situación creada. En general, los ciudadanos estamos trabajando poco, cada uno está barriendo para su casa.
Y en lo profesional, ¿este clima influye a la hora de hacer periodismo en Madrid?
Influye completamente. Los periodistas deberíamos hacer más autocrítica, pues estamos excesivamente sesgados. La prensa se está tornando muy de partido, sobre todo la de Madrid, y las tertulias contribuyen mucho a la crispación política. Además, cada vez más tenemos una televisión basura que considera gente con criterio a quien no lo tiene... Estamos deteriorando nuestra propia información.
¿Cómo se ve desde Madrid el clima político de Balears?
Con cierta alarma. El ciudadano del interior de la Península tiene la sensación de que esto es una colecta de setas, y que allí donde ha habido especulación urbanística detrás tiene que haber turbulencias y corrupción.
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