Maravillados. Los menores hospitalizados vivieron momentos de ensueño, ante una visita tan especial como inesperada

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G.Q. Ciutadella
Los Reyes Magos de Oriente, cuando vienen cada día 5 de enero de cada año a Menorca, así como en muchos otros lugares de nuestras tierras repartiendo regalos e ilusión, nunca se olvidan de los niños que padecen una enfermedad que les obliga a permanecer ingresados en algún centro sanitario. También los ancianos que residen en los geriátricos merecen por parte de Sus Majestades un trato especial y privilegiado, que les hace revivir los tiempos de su niñez, cuando la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar aportaban algo de alegría y esperanza a sus infancias, que transcurrieron, en muchos de los casos, en tiempos y situaciones difíciles.
Un buen ejemplo de todo ello es el hecho de que la comitiva real separa estas visitas de todo el esplendor de las cabalgatas y las realiza, normalmente, un par de horas antes del inicio de aquéllas o nada más formarse el cortejo, dándoles así un trato preferente y mucho más íntimo y directo que el hecho de lanzar caramelos desde lo alto de una carroza. En otros casos, como ocurrió en el Hospital Mateu Orfila de Maó, los soberanos de Oriente concertaron su presencia para la mañana de ayer, fiesta de la Epifanía, cuando el bullicio en las calles y plazas de la ciudad ya era historia. Y cuando los niños ingresados en el nuevo centro hospitalario mahonés ya habían recibido también, 24 horas antes, la visita de los jugadores del ViveMenorca.

En Ciutadella, la visita real a los niños ingresados en las distintas habitaciones de la Clínica Juaneda-Menorca, tuvo lugar a las 5 de la tarde, dos horas antes de que se formara la cabalgata. Los menores allí hospitalizados vivieron momentos de ensueño, al ver cómo los Reyes Magos les saludaban y les entregaban personalmente su regalo. En este centro, hasta alguna enfermera que se encontraba de guardia recibió también su obsequio, que estamos convencidos que no fue carbón, dada la vocación y la profesionalidad que exhiben, día a día, quienes cuidan de las personas enfermas y han hecho de ello su trabajo.

Los ancianos son, si cabe, más agradecidos todavía que los pequeños, ya que, al envejecer, nos volvemos doblemente niños y revivimos, cuando llegan los Reyes Magos, momentos de la niñez que, en el caso de muchos de los ancianos, se produjeron en tiempos y circunstancias harto difíciles. Por ello, las visitas de los soberanos de Oriente a las residencias geriátricas suelen dar lugar a escenas harto emotivas, por parte de los internos, como el de una señora de Es Mercadal que se negaba a saber quién había adquirido su regalo, porque ella no quería perder ni un ápice de su ilusión y daba por hecho que habían sido los Reyes Magos.

¡Unas castañuelas!
Allí, en la residencia de ancianos de la población del centro de la Isla, Melchor, Gaspar y Baltasar llegan ya tradicionalmente con la cabalgata formada. La del geriátrico es la primera visita que realizan y suele durar entre 15 y 20 minutos. Los soberanos saludan, uno por uno, a los 18 residentes del centro, mientras los pajes introducen en la sala de estar los paquetes que contienen los regalos.
Después, cuando los Reyes ya han abandonado el centro, los internos desenvuelven los regalos, con una mezcla de nerviosismo, alegría y emoción. Como una anciana que toda su vida había deseado tener unas castañuelas y nunca había podido adquirirlas ni nadie se las había regalado hasta el momento. Cuando, tras la salida de los Magos, ella abrió su paquete y vio ¡unas castañuelas!, la ilusión de toda su vida se hizo realidad. Porque a los Reyes de Oriente nada se les resiste y pueden conseguirlo todo.