Arroyo (derecha), durante la filmación de una de las secuencias

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Entre la nueva hornada de jóvenes realizadores menorquines, hay artistas que vienen trabajando ya desde hace mucho tiempo con un sello muy personal. Ese es    el caso de Àlex Arroyo (2001), quien al frente de la productora Ensoldemà Films acumula ya tres cortometrajes de ficción y uno documental, «Sa cuina des records», con el que se coló este año en la sección oficial del Festival de Málaga.

El realizador tiene    todo a punto para mostrar su último trabajo, que proyectará el 27 de este mes en el Teatre des Born. Lleva por título «Si l’amor no és això, que m’assassinin» y es el resultado de dos años de trabajo. Una idea que surgió en 2022, desarrolló a través de una residencia artística en Mallorca y rodó el pasado mes de abril entre localizaciones de Menorca y Portsmouth, ciudad inglesa en cuya universidad Arroyo se formó en el campo audiovisual.

«Suelo escribir sobre cosas que realmente me han pasado, que hablan de mí o de mi entorno, y así surgió la idea de rodar un cortometraje sobre la romantización del desamor», relata el director sobre una historia que cobra vida a través de los personajes de Roi y Carlos.    Ambos se aman intensamente, pero por miedo a desarrollar una dependencia emocional, el primero decide separarse. El segundo no entiende por qué, pero siente gozo en el sufrimiento y vuelve a Menorca para buscar respuestas dentro de sí mismo.

Se reparten el protagonismo un elenco integrado por Biel Sastre, Tom Sturgess y Aina Saiz. En lo que se refiere al aspecto más técnico, Arroyo no duda en confesar sus influencias. «En cuento a la historia y cómo está tratada, es un poco Rohmer, con muy pocos planos y muy minimalista», confiesa.

Un referente el del prestigioso y desaparecido director francés que aprovecha para acercar su cortometraje a una propuesta más moderna, más afín «a los lenguajes de ahora, tipo videoclip, muy visual». En lo que tiene que ver con el tratamiento del color, se declara también fan de Pedro Almodóvar, pero si tiene que elegir un realizador de cabecera, ese es el catalán Xavier Dolan, del que dice que ha firmado «películas muy bonitas en la que la intensidad de los sentimientos es un protagonista más».

Arroyo tiene una particular forma de trabajar y pasa por una libreta de ideas donde va escribiendo escenas en localizaciones que le resultan sugerentes. Material que filtra, ordena y descarta hasta que surge la historia que busca. Un espacio en el que por el momento no hay hueco para un proyecto de largometraje, ya que prefiere «experimentar» todavía con formatos más cortos. Ahora su misión pasa por estrenar «Si l’amor no és això, que m’assassinin», rodado en inglés y catalán, iniciar una gira de festivales y «que se pueda ver en diferentes territorios. Al final está hablando de una historia de desamor, y el amor es el idioma universal»,    concluye.