La galerista Elvira González cumplirá el próximo mes 23 años al frente de Encant, la única galería local que vive solo de la venta de arte. | Katerina Pu

TW
0

La apertura de la prestigiosa galería Cayón en Maó en 2018 y el aterrizaje tres años después de la potente firma Hauser & Wirth en la Illa del Rei marcaron el inicio de la transformación del panorama del mercado del arte en la Isla, un proceso que ha culminado el verano que acabamos de despedir con una explosión del sector sin precedentes, especialmente en Maó. En total este año ha abierto cerca de una decena de espacios, casi todos llegados de fuera. Una configuración en el que las galerías menorquinas de toda la vida han parecido perder protagonismo, pero sus proyectos siguen adelante.

Cuando se le pregunta sobre el efecto de esta ‘invasión’ artística, Toni Salord, con 17 años al frente de Vidrart en Ciutadella, confiesa que «yo ni mi inmuto». Todo el mundo parece tener asumido que juegan en ligas diferentes y que «cada uno tiene su mercado», añade el galerista. Desde la otra punta de la Isla, en el puerto de Maó, Pol Marban, que dirige un espacio de corte más alternativo, reconoce que tanta galería llegada de fuera le produce «cierto hartazgo», aunque como la mayoría de las fuentes consultadas, no niega que el nuevo panorama también tiene algunas cosas positivas.

Entre los negocios más jóvenes figura Pinzellades d’Art, en Alaior, que emprendió su andadura justo después de la pandemia. Su gerente, Neus Sintes, reconoce que como todo negocio que arranca al principio hay que ir con «pies de plomo», pero en su caso la apertura del centro de arte contemporáneo LÔAC «fue una suerte». El efecto llamada de los grandes proyectos ayuda a dar cierta visibilidad a los pequeños, pero que estos sobreviva únicamente de la venta de obras de arte es prácticamente imposible. En el caso de la galería de Alaior, logran salir adelante gracias a actividades complementarias, como trabajos de enmarcación, talleres o proyectos de diseño.

La diversificación de actividad se antoja como la clave principal para el mantenimiento de las galerías menorquinas, un modelo que el tiempo se ha encargado de demostrar que funciona. Tenemos ejemplos como el de Retxa en Ciutadella, con 44 años de trayectoria. Una de sus responsables, Susana Marquès, defiende que la creciente oferta en el mundo del arte, también en el de la música, fomenta la creación de un circuito cultural «y eso genera riqueza». Eso sí, en negocios como el que regenta vivir solo de la venta de cuadros es «imposible».

Ester Moll y Susana Marquès, al frente de Retxa, una galería local con 44 años de historia a sus espaldas. Sobre estas líneas, la sala de exposiciones de Vidrart.

Opinión esta última que comparte, desde Maó, Sebastià Moll, también con una larga experiencia (40 años) sacando adelante la galería Kroma. En su caso, también trabaja con el material de bellas artes y la impresión digital, servicio este sobre el que al principio tuvo sus dudas pero que al final resultó ser un acierto.    Sostiene que «tenemos nuestro hueco en el    mercado», no ve las firmas grandes como competencia pero sí a los negocios tipo Ikea o los bazares en el tema de enmarcación, que manejan «peor calidad». A su juicio, la caída en la venta de obras de arte tiene que ver con la pérdida de poder adquisitivo: «Cuando empecé la clase media era una cosa y hoy es otra».

Sin embargo, hay firmas locales que sí apuestan por el arte única y exclusivamente. Ese es el caso de Encant, en Maó. Su dueña, Elvira González, reconoce que el camino, 23 años de actividad, no está siendo fácil. La crisis económica se hizo muy larga y la llegada de Hauser & Wirth coincidió con «un año de mejoría», pero el efecto no tuvo réplica los siguientes años. Sobre el nutrido panorama actual, responde que «hay mucho ruido, yo me enfoco en mi objetivo». Y este no es otro que la representación de la decena de artistas con los que trabaja, que es la base en la que sustenta su modelo y con el que mira con optimismo de cara al futuro.

Entre los proyectos más novedosos hay que hablar de Atica, «una galería sin galerista», resume Marban, que funciona como un espacio en que «se proyectan, se ejecutan y muestran trabajos». Es decir, además de sala de exposiciones es taller y los artistas participan pagando su cuota de socio. Tras tres años de actividad, abriendo todos los meses y trabajando con artistas locales o residentes, habla de una experiencia muy «gratificante».

Estacionalidad

Al final, las galerías son, aunque abran durante todo el año, un negocio viable gracias a la temporada turística alta. La buena noticia es que el sector confirma que para ellos ese periodo también se está alargando. Y parece que cuanto menos calor, más se vende: septiembre estás siendo mejor que agosto para la mayoría. También son muchos los que reconocen que la temporada de venta navideña ha desaparecido del mapa y el brexit con el pago de aranceles ha pasado factura con el mercado inglés.