Video hecho por los integrantes de la Casa Vida Perú en el que se informa de las tareas que se realizan. | Casa Vida Perú

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Para cambiar el mundo y hacerlo un lugar mejor, quizá, lo primordial es empezar por uno mismo. Con esta idea, Fede Cardona emprendió una aventura en Perú en 2013 ligado a Casa Vida, una casa de acogidas para jóvenes con riesgo de exclusión social en Quebrada. Este proyecto misionero balear requiere de recursos humanos ya que los económicos se encuentran cubiertos. Cardona abre una puerta solidaria a quien quiera vivir una experiencia enriquecedora.

«Ahora acogemos a seis jóvenes y a un adulto, y si hubiese algún responsable más podríamos acoger más jóvenes», detalla Cardona, un mahonés que al terminar sus estudios universitarios de Magisterio en Educación Física en Palma necesitaba dar un cambio radical a su vida. «Aunque puede parecer fácil enrolarse en proyectos solidarios como este, en realidad es muy complicado porque ha habido casos de gente que no ha estado a la altura y las organizaciones están muy recelosas», explica.

Cardona contactó con Proyecto Mallorca Misionera, impulsora inicial del proyecto Casa Vida Perú, y con quien empezó la andadura. Pero ahora se desliga de una iniciativa que tiene sus necesidades económicas básicas cubiertas pero no las humanas ya que en el centro viven, además de los acogidos y el joven menorquín, dos voluntarios, una peruana y otro mallorquín, que por motivos personales no podrá seguir desarrollando su tarea con normalidad, así como un párroco mallorquín. Este contratiempo obliga a Cardona a buscar 'refuerzos'.

«Ser voluntario no es fácil pero es muy bonito, hemos tenido algunos problemas porque la gente se piensa que el voluntariado implica venir a una especie de vacaciones y la realidad es que trabajamos todo el día con los niños y cuando están en el colegio hacemos tareas de mantenimiento del hogar», razona. «No puedo asumir todo el trabajo y sé que necesitaré ayuda y me gustaría encontrar a gente implicada», detalla. Además, tiene previsto empezar a trabajar en un colegio a su regreso a Perú el 3 de febrero.

Cardona se siente decepcionado con algunas ayudas que han recibido porque su implicación no era total. «Ser misionero significa que los jóvenes son la prioridad, sus hitos son nuestras victorias, para mí son la vida y ahora que he estado de vacaciones por Menorca no puedo dejar de pensar en ellos», advierte. «No significa que yo reparta mi comida con ellos si tengo hambre, sino que si ellos tienen hambre les doy mi comida y yo ya me las apañaré».

24 horas Sin descanso
La jornada en el centro empieza a las 6 horas, cuando se levantan los voluntarios para preparar el desayuno para los niños. Luego los acompañan a los colegios y regresan para hacer labores del hogar, así como tareas de mantenimiento. Normalmente a las 21 o a las 22 horas se van a dormir, «y lo hacemos rendidos pero satisfechos».

«Sé que con esto no gano nada de dinero, que no ahorro nada pero lo hago porque amo este estilo de vida, ayudar a los demás y llegar hasta el punto de que te sientes pagado con las pequeñas victorias que protagonizan los jóvenes como por ejemplo las notas, son chicos que no hace tanto estaban en la calle y no iban al colegio y ahora aprueban», señala Cardona.

Si alguna persona está interesada en colaborar activamente con Casa Perú puede ponerse en contacto en perucasavida@gmail.com o en su perfil de Facebook. A nivel económico, las aportaciones se pueden hacer en el número de cuenta 0487 2084 11 9000037153, de Sa Nostra.