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Valerio Polverari (Roma, 1992). Bailarín profesional de intensa trayectoria. En 2008 fue admitido en la Escuela del Teatro de la Ópera, en 2009 en la Academia Nacional de Danza y, a finales de 2011, en la escuela Rambert de Londres. Dice debérselo "todo" a su maestro, Flavio Bennati. Ensaya en Menorca su papel como protagonista masculino del nuevo proyecto de la Escola de Dansa de Ferreries, que se estrena el día 31 en el Teatre Principal.

Cómo comenzó en el mundo de la danza?
A los catorce años me inicié en la formación de la danza moderna, pero entré en este mundo de manera casual. En Roma antes jugaba al fútbol, era delantero, ¡imagínese qué cambio! De hecho, toda mi familia se dedica al fútbol. En una ocasión mi padre me vio bailar en una fiesta y, al ver mis aptitudes, me animó a apuntarme a clases de danza. "Vas, pruebas y si no te gusta vuelves al equipo de fútbol", me dijo. Siempre había pensado que el ballet era una disciplina con música muy aburrida y que era algo para chicas... Al acercarme a una de las clases y ver que, precisamente, aquello estaba lleno de chicas decidí quedarme (sonríe).

¿Lo suyo fue entonces al más puro estilo "Billy Elliot"?
Sí, se puede decir que era como un "Billy Elliot". La verdad es que me gustaría que, de una vez por todas, se cambiara la imagen del ballet. Desgraciadamente mucha gente piensa aun que es sólo para chicas y desconocen que renació durante el reinado de Luis XIV, que lo catalogó como tal e impulsó las danzas más virtuosas para hombres, y no para mujeres.

Como bailarín profesional, habrá dejado de lado el fútbol o al menos ya no lo practicará.
El fútbol y el ballet son dos pasiones muy diferentes. El ballet es mi trabajo y el fútbol lo practico, de vez en cuando, pero con mucho cuidado. Las lesiones son peligrosas. Por otra parte, el tiempo que le dedico a cada una de ellas es muy diferente. La danza requiere un tiempo exclusivo, hay que acostumbrar el cuerpo desde pequeño, sobre todo, cuando se trata de un hombre, hay ciertos movimientos que si no practicas todos los días no salen. Las articulaciones tienen que evolucionar. Cuando iba al colegio bailaba cuatro horas por la tarde, más una más de stretching (estiramientos). Y desde que el ballet se convirtió en un trabajo, entreno entre dos y tres horas al día, más los ensayos. La danza es disciplina.

¿Cuál es su meta?
Actualmente estoy acumulando experiencia como freelance en diferentes espectáculos por todo el mundo. A la hora de hacer audiciones para entrar en una compañía lo primero que te solicitan es experiencia. El año pasado acabé entre los dieciséis finalistas de la compañía del Teatro de la Ópera de Roma, y estoy contento porque aun estudiaba cuando opté a la plaza, pero finalmente sólo contrataron a diez bailarines. Este año me presentaré de nuevo porque en Roma está mi casa y me haría especial ilusión poder trabajar allí.

Uno de los proyectos que le permite engrosar su currículo es el de la Escola de Dansa de Ferreries, "Caramel, va succeir a Menorca" que se estrena el día 31 en el Teatre Principal de Maó. ¿Cuál es su papel?
Soy el protagonista masculino, el capitán Luciérnaga, que salva a "Caramel" (interpretado por la bailarina de diecisiete años Ester Marquès) de las abejas que se la quieren comer. Y luego me enamoro de ella.

Desde el ámbito técnico, ¿qué presenta?
Bailo una "variación" -un solo en el escenario-; y un "pas de deux" que en realidad es un "pas de deux" de amor. El montaje es interesante y muy diferente a lo que el público de la Isla está acostumbrado a ver. Por lo que he podido corroborar estos días en Menorca, aquí nunca han visto un espectáculo de ballet con una historia donde todo tiene un porqué.

¿Qué balance hace hasta ahora de los ensayos con las bailarinas menorquinas?
Van muy bien, nos queda apenas una semana pero me desplacé a la Isla durante un mes porqué las bailarinas de la escuela no están acostumbradas a bailar con un hombre. Hemos hecho un trabajo previo de confianza y buscando el equilibrio, sobre todo en el "pas de deux". Un bailarín debe salir al escenario como si no pasara nada, de la manera más natural posible. Nunca debe transmitir sus miedos o inseguridades porqué el público siempre acaba percibiéndolo.

¿Quién ha sido su maestro?
Se lo debo todo a Flavio Bennati, que ha bailado en el Teatro de La Scala de Milán o en el New York City Ballet. Soy un bailarín que empezó tarde pero tuve suerte porque él me enseñó a mover todos los músculos.

Uno de sus sueños ¿sería bailar en La Scala de Milán por estar en Italia?
Por supuesto. Pero el problema que tenemos todos es que con la crisis también se ha reducido la programación, por los recortes...

¿Qué es el ballet para usted?
Es mi pasión. Soy afortunado por haberlo encontrado, quiero vivir y trabajar de ello. No toda la gente encuentra una pasión. Creo que sin una meta no estás viviendo de verdad.