Como aquello que dicen de "valor y al toro".
Exactamente, porque además soy un tío bastante tímido, no cumplo los parámetros de ser el centro de atención ni he sido el payaso de la clase. Siempre he sido más bien discreto procurando no llamar nunca la atención. Pero en un momento dado te subes al escenario y o comes o te comen.
¿Ha superado la timidez?
Más bien he aprendido recursos para disimularla.
¿Como cuál?
Fundamentalmente tienes que creerte que eres un cómico y que estás ahí para hacer reír al público.
Quién le iba a decir que alzarse en 2001 con el certamen de monólogos de El Club de la Comedia le iba a llevar luego por tan intenso periplo mediático.
Si me lo dicen entonces no me lo creo. La verdad es que con ir al Club de la Comedia y vencer el miedo a actuar en público ya me habría quedado satisfecho. Luego todo vino muy rodado, han sido unos años de trabajo muy tremendos pero no me puedo quejar. Y aquí estoy ahora, celebrándolo en los teatros.
Una década después, ¿cómo valora la evolución del "Quequé" más popular?
Para empezar decir que ha habido una evolución ya es de agradecer. La gente me dice que no cambie -y creo que lo dicen con muy buen fondo- pero a mi me gusta cambiar. Hay monólogos que hacía hace 10 años que sería incapaz de repetir ahora. Hemos ido mejorando y aunque hay cosas que ya no me atrevería a decir, he ganado otras que también molan.
¿Es de los que se apoya mucho en el guión o tira más hacia la improvisación?
La improvisación es muy agradecida sobre todo cuando tienes un buen guión para volver a él. El guión es como la red del trapecista aunque procuro que haya un margen para la improvisación porque cada actuación y cada público es diferente. De repente suena un móvil o una señora abre un caramelo y se tira media hora con el papel... Hay que tener ese margen preparado para la sorpresa y sobre todo para no aburrirte tu. Para no engañar a la gente hay que tomárselo como si fuera el primer día. De hecho hay partes del espectáculo que no sé muy bien qué voy a decir cada día. Es un reto personal.
"No he superado mi timidez, más bien
he aprendido recursos para disimularla"
¿Le gusta más hacer teatro que televisión?
Son medios distintos. Y creo que va a ser muy difícil que vuelva a hacer "tele" diaria.
¿Quema mucho?
Ya no es que queme es que mentalmente agota muchísimo. Algo semanal o una colaboración cortita vale, pero todos los días me parece una locura. Yo ahora lo veo desde fuera y me digo: "¡Madre mía!". Entras en una dinámica muy loca en la que además dependes todas las mañanas de un numerito que te llega mediante un mensaje de móvil: la audiencia. Que te puede o no dejar todo el día jodido. Es muy agotador. Además estos últimos dos años la "tele" ha tomado una deriva que no me interesa mucho. Cada día desaparecen más espacios de humor y encima ya no pagan como antes. O sea que ni siquiera económicamente te sale muy rentable hacer televisión. Comparado con el teatro no hay nada. La sensación de tener a 300 personas delante que además han pagado por verte -y no como en la "tele", que es a la inversa, que se les paga por ir, es increíble. Y ya no te digo cuando consigues hacerles reír y aquello se transforma en una fiesta eso es muy difícil de conseguir en televisión.
La verdad que la "tele" hoy es muy pero que muy aburrida. Pero, como todo, se achaca a la crisis.
La crisis les viene muy bien para justificar recortes y casi todo. Pero no me creo que la emisión de un capítulo de una serie americana, más o menos regular, sea más barato que hacer un programa digno de televisión.
¿Y qué me dice de la radio?
No hay radio basura y eso ya se agradece. La radio siempre ha sabido librarse de todo aquello que ha salpicado a la televisión. Es un medio que me encanta, estoy muy a gusto haciendo radio todas las semanas, y encima un programa de música. Los músicos alucinan cuando vienen al programa y ven que tienen dos horas para tocar en acústico y para charlar de música. Hoy eso es algo impagable, todo un lujo.
¿Qué verá el público del Teatre Principal en "Antolojeta"?
Un espectáculo de hora y media de mucha risa, lo prometo, en el que no solo hay monólogo al uso sino también unas cuantas canciones también de humor para darle otro rollo y para sacar al cantante frustrado de karaoke que llevo dentro.
De hecho a usted le llaman el humorista cantante.
Sí, y cosas peores (ríe). Comencé con unos añitos de cantautor pero luego, afortunadamente, me desvié hacia el humor.
En estos 10 años ha tenido la sensación vertiginosa de decir: "que pare esto que me bajo". Porque hubo un momento en que salía por todo.
Sí me han dado ganas, pero al final no hizo falta porque paré a tiempo. Necesitaba un descanso y, seguramente, la gente también necesitaba un descanso de mi. Volveré, por supuesto, no celebréis la victoria tan pronto. Pero me apetecía mucho retomar las salas y el contacto con el público, un contacto que había perdido absolutamente.
¿Qué lección se ha llevado de su experiencia televisiva?
El conocer a gente estupenda, muchos de los cuales admiraba de antes y que, ahora, son amiguetes, y me he llevado la sensación de que es un gran medio en muy malas manos.
En un futuro, ¿su jubilación será en Salamanca?, su tierra natal.
Seguramente, porque es una ciudad ideal para cierta edad. Y además en cuanto me sea posible, así que es importante que la gente llene los teatros para poder forrarme y retirarme a Salamanca, y dejar de daros la vara.
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